Intuyo que
pararse, probar, observar, debatir, preguntar, sentir, sudar, conversar, oler…
son algunas de las máximas de Ángel Martínez Bermejo en cada viaje. Y escribir,
por supuesto. En este caso Mango con pimienta, un sensacional relato de viajes
por una de las provincias más atípicas dentro de la India que fue, y sigue
siendo, famosa por sus especias. Jengibre, pimienta o nuez moscada hicieron que
los europeos mostraran atención por esta región bañada por el océano Índico, en
la costa oeste de la India.
Hoy llaman la
atención otros aspectos sociales, casi únicos en ese país: una esperanza de
vida casi como la de países occidentales; la alfabetización prácticamente
universal; que apenas se vean niños mendigando en las calles; la amplia
tolerancia hacia otras religiones o el aprecio hacia la figura y papel de la
mujer en la sociedad. Sí, un pedazo de tierra muy especial y diferente de la
India.
Ángel Martínez
Bermejo es todo menos un novato en esto de la escritura de viajes, pero
paradójicamente, con 55 años, ha visto publicado su primer libro, titulado
Mango con pimienta. Visto el resultado y leyendo su biografía en la solapa
intuyo que habrá sido únicamente por falta de tiempo: desde que acabó sus
estudios en Geografía y Antropología no ha parado de escribir en medios como
Geo, Ronda, Lonely Planet, El País Semanal y Altaïr, donde yo más le leía. Toda
una vida dedicada al periodismo de viajes (en la actualidad dirige la web de
viajes kamaleon.travel) de un viajero que explora el mundo sin
prejuicios; sin ánimo de impresionar a nadie; humilde; sosegado; observador;
curioso.
Premiado con el
IX Premio internacional de literatura de viajes Ciudad de Benicassim y
publicado por la Editorial Onada (Colección Narrativas, número 4), el libro, de
157 páginas, se devora. Pero no hay que llamarse a engaño: es un relato con un
ritmo pausado como el lugar que recorre, en el que combina de manera hábil la
historia (se nota que le tira, y mucho, la de la exploración, la de los
primeros pobladores, sin la cual en realidad no se entiende hoy Kerala), las
personas que va conociendo y sus propios pensamientos.
Los viejos
exploradores aparecen por sus páginas con frecuencia, como es comprensible:
Kerala fue una zona deseada, querida, transitada. Marco Polo, Ibn Battuta y,
tiempo después, los portugueses establecieron puertos en las costas para
trajinar mercaderías que en los siglos XV, XVII y XVIII valían su peso en oro.
El autor parece
que se ha enfrentado al libro, a cada pasaje, como si de un artículo de revista
de viajes se tratara: dándolo todo, intentando mostrar todas sus virtudes: una
prosa ágil, de descripciones ligeras pero certeras, con los adjetivos justos,
sin caer en ningún momento en el barroquismo ni la pesadez; con buena
documentación; en primera persona pero sin caer en el narcisismo. Y, lejos de
resultar una recopilación de textos inconexos, el hilo conductor del viaje, su
propia ruta, teje un relato ameno e interesante en busca de aquellos lugares
que explican la historia, la cultura y las religiones que conviven en esta
región.
El periplo
arranca en Kochi, uno de los puertos más importantes del Índico, donde a través
de sus almacenes de especias, bazares, canales, mezquitas, sinagogas e
iglesias, poco a poco empieza a traslucir esa mezcolanza cultural y religiosa
que caracteriza a esta región. Parur, Kodungallur, Allappuzha y los backwaters,
los numerosos canales de agua que pueblan esta región y que desde hace siglos
han sido las mejores vías de comunicación posibles, vienen después.
Desplazándose a veces en autobús, algunas en tren, otras en taxis, en rickshaw
o a pie, llega a Kottayam donde, haciendo honor a su formación de periodista,
visita el periódico más importante de la región. Su periplo le lleva hasta la reserva
de Periyar en busca del tigre, a las pequeñas aldeas del sur para intentar
contemplar el kathakali (la especial y por ello más conocida forma de teatro de
Kerala); o a Kozhikode, donde consigue ser invitado a un entrenamiento de
kalarippayattu, una de las artes marciales más sorprendentes del mundo.
El libro resulta
ameno. Nos cuenta historias de los judíos, de exploradores como Vasco da Gama,
de Santo Tomás, del pasado comunista de la región o de personajes como Kamala
Das, la más reconocida poetisa india. Disfruto leyendo los pequeños detalles en
los que el autor hace que nos fijemos: los carteles que hay en las carreteras,
las decoraciones de los autobuses, lo mucho que lee la gente, los mapas con
escalas inexactas… O las historias de la gente con la que se encuentra: el
taxista cuya segunda hija está a punto de nacer; el patrón de barco con el que
surca los canales; los exguerrilleros metidos a guías de turismo…
Por no faltar no
faltan ni pinceladas de fino humor autoparódico, más propio de autores
anglosajones, o las reflexiones personales que van salpicando la historia:
“Pienso que la
idea de que existan animales que puedan devorarnos, por improbable que sea, nos
ayuda a encontrar nuestro lugar en el mundo. Estamos acostumbrados a sentirnos
los amos de la creación, intocables, pero en realidad no siempre ha sido así.”
Mango con
pimienta es, por tanto, un libro directo, amable, fácil de leer y que gustará a
aquellos interesados en viajar a Kerala, a India o, simplemente, a los que
guste la buena literatura de viajes, independientemente del lugar al que nos
lleve el autor.
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De LEER Y VIAJAR,
26/12/2014
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