No sé dónde está,
quiero decir que no podría ubicarla en ningún mapa al uso, solo sé que abre sus
puertas al anochecer, entre dos luces. Llamémosla Biargieta. Tiene calles que
recuerdan a Praga, allí por la isla de Kampa, otras al París pueblerino
anterior a los derribos de los años setenta y a los aledaños de
pasajes poco frecuentados, otras sin lugar a dudas a Dublín, a Londres de Chelsea
y de la Isla de los Perros (taberna de Charlie Brown), a La Paz (entrañas
virreinales) o a Valparaíso y Estambul... Pero en todas sus calles se puede
encontrar lo que Chesterton, en su Autobiografía, llamaba "las
cosas esenciales de la civilización: una farmacia, una librería, una tienda de
comestibles y un bar. Y por último y para gran regocijo mío una pequeña tienda
de antigüedades..." Hasta aquí Chesterton. Por mi parte he ido añadiendo
un naturalista, una echadora de cartas, sastres, un cementerio judío, un
fabricante de juguetes, un cabaret (o dos) y su ilusionista de cabecera, un
restaurante de comida étnica, el Don Claudio, una casa de empeños, unos
baños turcos, una feria de atracciones, un cine o dos, un teatro como el de El
lobo estepario, un puerto para embarcarse y una estación de
ferrocarril para ir a cualquier sitio... si digo que esa ciudad está habitada
por gente que pudo haber sido otra cosa, tal vez diga demasiado. Pero sobre
todo he añadido esa chamarilería donde venden las cosas que hemos perdido y las
que nos han quitado, y nos informan de paso del cómo, del cuándo y del quién...
Una ciudad donde no conocemos en realidad a nadie porque hemos estado de viaje
y entre tanto hemos cambiado mucho.
*** La
fotografía, The city of illusion, es de MARCIN OWCZAREK, fotógrafo, cuya página está aquí enlazada.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 17/08/2016
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