Uno de los
eventos más fabulosos de mi época de reportero musical ocurrió cuando Juan
Gabriel vino a hacer una gira por Chile hacia fines de los noventa. Como era un
fenómeno de multitudes y llenó varios estadios de este país, mi editor en El
Mercurio, Patricio Ovando, tuvo la ocurrencia de que escribiera una crónica en
terreno de Juanga en Chile. Así fue como un día asistí al momento en que bajó
de la suite presidencial del hotel Carrera, subió a una limusina escoltada por
motoristas de Carabineros y enfiló hacia una casa quinta de San Miguel donde el
rey de los gitanos lo esperaba con una recepción de rey: animales enteros sobre
decenas de parrillas, montañas de jabas de cerveza y una mesa para unos cien
invitados, todos gitanos, a excepción de Juanga, el fotógrafo del diario y yo,
que logré entrar después de rogarle por un buen rato a los gitanos que
custodiaban la entrada. El espectáculo era formidable: desde una de las
cabeceras de la mesa, Juanga (de traje negro, pañuelo al cuello y camisa blanca
con vuelos), agradecía la recepción con brindis, canciones a capela y abrazos
para los niños que hacían fila para saludarlo. Ya más avanzada la tarde, cuando
entré a uno de los baños de la casa, donde había dos urinarios, me encontré
orinando con el rey de los gitanos. El rey -un tipo enorme, de voz grave y
apellido California-, clavando la vista poco más abajo de mi cintura, me
preguntó que hacía en su casa, y cuando se le dije, me dijo que si iba a
escribir algo sobre lo que estaba ocurriendo esa tarde, debía tener en claro
una cosa: Juanga había preferido ir a la recepción de los gitanos en vez de
aceptar la invitación de Martita Larraechea, que le había organizado una
recepción en La Moneda. Si Juanga estaba con ellos, dijo luego el rey, cerrando
el cierre de su pantalón, era porque ellos, los gitanos, habían sido los
primeros en valorar su música y quienes le habían dado una mano cuando Juanga
había ido a parar a la cárcel y no era más que un cantante de mala muerte de
Ciudad Juárez que robaba para sobrevivir. Entonces me quedó claro el tipo de
persona y de cantante que era Juan Gabriel.
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08/16
Imagen: Mural de
Juan Gabriel en Ciudad Juárez
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