Me dices que todo
es cuestión de homeostasis que sólo se trata de inocular ese poco de veneno,
dulce veneno, que inmuniza esa pizca de desgarro que ayuda a que el espanto
cicatrice, el exterminio sane, los ángeles retornen todos juntos al lado de
nuestra cama
Me avisas que
viene la decimonovena inundación no el décimo más nueve ataques de nervios
—como cantaba esa canción antigua— no la psicosis masiva sino la veinteava
menos una resistencia eléctrica no armada, la quinta parte de cien menos uno de
todos los santos, los justos, los guerreros, los amantes, los poetas
Y yo que quiero creerte y yo que quiero cantar a lo que vos creés pero dame un aguijón donde morder dame dátiles y dame damascos para que crucemos el desierto dame dos motivos más profundos para que te crea que no sean el humo de una chala y agitar una cerveza
Dame un incendio
como el que hizo arder a la ópera de Manaus y la selva celebraba dame jinetes
como los que acariciaron toda la arena de Mongolia y la Patagonia Libre y
Soberana y vamos a andar la estepa y a ver si nos entendemos y a ver si
atizamos juntos fuego de verdad, fuego que no quema, fuego que libera,
fuego.
Sigo creyendo que
lo nuestro, al sur del mundo y más al sur de los pensamientos, es sólo cuestión
de fe pero no de cualquier fe
Es cuestión de
esa fe que tuvieron, digo, los guerrilleros
Es cuestión de
esa fe que se aferra pero que es también insolente y cruda
No es la fe
cocinada entre cangrejos y hormigones armados de progreso que procura la
homeostasis interior, la de cada quien, la de ese poquito que somos queriendo
figurar, queriendo tener poder o rupias o quién sabe qué
La fe de la que
hablo es esa clase de sangre que siempre hierve por las mismas cosas
Los niños que
padecen, el imperialismo a enterrar, las vidas que no se viven
La fe que anoto,
te insisto, no es cualquier fe
No es fe de
kiosko, fe de páginas marcadas, fe de rouge, fe de foros y de forros
Es la fe que
alimenta el fervor, sólo el fervor
Ese que limita de
un lado (y acaso) con la victoria y el pueblo y la gloria y al otro lado del
destino, lo mece siempre la soledad, lo corteja el vacío, lo agasaja la muerte
y nadie más.
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De PLUMAS
HISPANOAMERICANAS, 10/12/2013
Imagen: Jackson Pollock
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