Aún me sigo
preguntando quién habrá sido el señor Rojas Mejía como para que un centro de
salud lleve su nombre, tal vez fue un patricio o meritorio ciudadano
cochabambino del que no conocemos ni siquiera su foto o un busto en su defecto.
Sin embargo, según mis archivos fotográficos, parece que el buen hombre ha sido
retratado no una, sino dos veces y por dos fotógrafos distintos, de otra manera
no entendemos el cambio radical de su apariencia en tan corto tiempo (ver
figura 2).
A poco de asumir
el cargo, don Marvell José María Leyes Justiniano, tal vez inspirado en su
bienaventurado nombre, empezó a actuar de las mil maravillas. Lo primero que
hizo fue borrar todo rastro de su predecesor, esgrimiendo como látigo
purificador su lema de “Hagamos bien las cosas”, y bien que lo hizo (si se
entiende de otra forma) nombrando a personajes de dudosos antecedentes en
puestos claves de su administración que, por ser de conocimiento público, no
viene al caso detallar. Conviene más bien detenerse en su vergonzoso modus
operandi a la hora de atribuirse obras ajenas, así como la de plagar toda la
ciudad con sus retratos a título de informar a la ciudadanía.
Todo empezó con
la inauguración de las millonarias fuentes de agua “inteligentes”, que un
alcalde interino no terminó por un escaso par de semanas. Leyes, recién
estrenado su sillón edil, aprovechó la ocasión para concluir los retoques
estéticos y, de paso, le puso su sello personal bautizando a las fuentes con
denominaciones de lo más ñoñas, a manera de gestión, convocando al mismísimo
Evo Morales para que le ayudara a cortar la cinta de apertura, mientras se
disparaban las baterías de fuegos artificiales y se embobaba a la muchedumbre
con bombos y platillos. El sentido común mandaba estrenar el sitio con mesura y
poco ruido, considerando que la obra era un gasto superfluo y, a todas luces,
estúpida (por la escasez de agua en la ciudad) y que por compromiso
institucional con una empresa extranjera había que concluir de todas maneras. A
pesar de ello, el flamante alcalde armó la fiesta a toda pompa, y en medio de
los discursos el caudillo le recordó que las fuentes eran inspiración de su
amado compadre Cholango y de nadie más.
Pero parece que
nuestro novato burgomaestre no aprendió la lección, ni tiene un mínimo de
respeto por sí mismo, pues al poco tiempo se dio a la tarea de remover carteles
donde figuraba el anterior alcalde, para reemplazarlos con su respectivo rostro
engarzado en casco de obrero para que todo el mundo se hiciera a la idea de
cómo trabajaba el hombre. En apenas un año y poco más, ha inundado el municipio
con gigantografías a todo color donde sobresalen con nitidez su hermosa jeta y
su inagotable sonrisa. Y lo increíble de todo, por hacer tareas rutinarias, las
que atañen al cargo para el que ha sido elegido. He ido paseando por diversos
barrios y allí donde se cambian unas tuberías de alcantarillado, se efectúan
mantenimientos de parques (“mejoramiento de áreas verdes” le llaman), o se
vuelve a asfaltar calles y avenidas ("construcción de recarpetados",
¿?) con sus respectivas pintadas y otras señalizaciones de tránsito,
entre otras labores de obligada necesidad; los vecinos seguramente se
santiguarán ante su fotografía y le agradecerán por el “progreso que llega a su
barrio”, según rezan los letreros.
Dan ganas de reír
por tan obscena exhibición y autopromoción como si no bastara que
periódicamente pasen por las cadenas de televisión, spots supuestamente
informativos donde aparece nuestro héroe besuqueando niños, abrazando ancianos,
consolando a bomberos agotados o dirigiendo obras en plan capataz mientras los
tractores rugen. Todo lo que cualquier político oportunista hace cuando está en
plena campaña, que abiertamente nuestro alcalde ha mezclado con sus funciones
edilicias. Tampoco extraña tal proceder ya que el joven burócrata se ha
convertido en el mejor discípulo o émulo de Evo Morales, quien inauguró su
populismo a punta de gigantografías y retratos por todo el territorio nacional.
Lo que de veras indigna es que con el dinero de los contribuyentes, a través de
los impuestos, arribistas de toda laya se labran una carrera política y, con
toda probabilidad, una prosperidad económica. Cuidar el sentido del ridículo es
los de menos, que los politiqueros lo tienen permanentemente atrofiado, tal
parece.
Y así voy
trajinando las calles de mi ciudad, topándome a cada paso con los mofletes de
nuestro satisfecho alcalde. Ayer mismo fui a conocer los horrorosos armatostes
de hormigón de la zona comercial de La Cancha. Los dichosos viaductos que iban
a ser las “obras estrella” que el mafioso Cholango encargó a empresas chinas
cuando fungía de alcalde y que por diversos motivos su construcción demoró más
de lo previsto, de tal manera que Leyes aprovechó la ocasión para inaugurar parcialmente
uno de los puentes, adornando el lugar con el cartel respectivo y mandando a
colocar una plaqueta metálica donde figura su nombre exclusivamente junto a
unos caracteres chinos. ¡Por estrenar una obra llave en mano, negociada por la
administración anterior, a la cual únicamente le añadió unos rosetones de
plantitas en las jardineras, unos bancos de madera enfrente y la instalación de
las luminarias de rigor. A pocos kilómetros de casa, los contratistas asiáticos
están apurando las obras para que en septiembre se termine el distribuidor
Beijing, quizá el más elevado de su tipo en Bolivia. No bien empezaron a
retirar los encofrados y algunos andamios, el oportunísimo alcalde Leyes mandó
a colocar sus carteles en los cuatro puntos cardinales de la gigantesca
construcción, como si fuera el arquitecto intelectual de todo el asunto.
Pocos días atrás,
con el sol a plenitud escapaba del sopor pestilente del centro de la urbe,
desde la ventanilla del minibús pude atisbar una hilera de flamantes camiones
cisterna, estacionados a un lado de la avenida Blanco Galindo. ¡Menuda
sorpresa!: reconocí al instante la sonrisa estampada de nuestro ubicuo alcalde.
La ocurrencia de su nefasto antecesor, de bautizar unos carros basureros con su
apodo (Cholango), había quedado en poca cosa. Nuestro maravilloso y activísimo
Leyes también jugaba a generoso filántropo con el dinero de la ciudad.
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De EL PERRO ROJO
(blog del autor), 18/08/2016
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