Monday, December 18, 2017

Inessa Armand, el amor furtivo de Lenin

LIBARDO MUÑOZ

Un hombre de mediana estatura, camina entre las sombras de la noche parisiense, luce un gabán gris, grueso, algo raído.

Cualquiera podría confundir a este andante solitario con un mendigo salido de uno de esos callejones húmedos y fríos, lleva una gorra grasienta, de ferroviario, calada de tal forma que le oculta casi toda la cara.

El caminante nocturno es Lenin quien se escurre por la calle de Saint-Jacques y toca en el número 241, como ya lo ha hecho otras veces. Va a oír a Inés Armand, quien toca al piano obras de Beethoven. Por la ventana se escapan las notas del “Claro de Luna”, una de las preferidas del líder revolucionario, que aprovecha un extraño receso en la intensidad de la lucha.

La espigada mujer sentada al piano es Inessa Armand, a quien la historia conocería como “la francesa de la Revolución Rusa” o también “La Tovarich Inessa Armand”. La belleza de “La francesa de la Revolución Rusa” deslumbra a más de uno entre ellos a Lenin, con quien tendría un romance que, en voz baja, todos llamarían “El Triángulo Rojo”. La Krupskaia, mujer de Lenin, sabe que ella misma es parte del triángulo y así pasaría a la historia.

En una casa alquilada la camarada Inés organiza alojamientos secretos y comedores donde en tiempos difíciles Lenin, la Krupskaia, simpatizantes e intelectuales distinguidos de Europa, cenan juntos en las noches.

Inés ya ha sufrido cárcel, se escapa de un destierro de Mezen, un lejano pueblo ruso fundado en 1780, a orillas del río del mismo nombre, que hoy existe con apenas 4000 habitantes, a donde fue enviada por ser sorprendida distribuyendo volantes revolucionarios.

La Tovarich Inessa
Nació “La Tovarich Inessa” como Elizabeth Inessa Stephane de Herbanville, en París el 8 de mayo de 1874, durante la Tercera República Francesa, es conocida también por su capacidad como escritora y revolucionaria.

Inés no recoge del suelo su gusto por el arte, es hija de Theodore Pecheux de Herbenville, un conocido cantante de ópera y de Nathalie Wild, actriz inglesa. Cuando cumple 5 años de edad muere su padre y la envían a Moscú con su abuela y una tía, ambas maestras que se esmeran en darle una buena educación, avanzada para la época.

Inés se casa muy joven, con apenas 19 años, su marido es un próspero empresario textil, con quien tuvo cuatro hijos. Luego de una tormentosa separación, en 1902, Inés inicia una nueva relación con un cuñado.

En 1903 Inés se afilia al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y emprende labores clandestinas, paga cárcel y al fugarse del primer destierro consigue llegar a París, desafiando la nieve y el hambre.

Francia hierve de conspiradores, entre ellos Lenin, con su legendario gabán raído que lo hace parecer como si estuviera pagando “votos de pobreza” según se dice en las filas del partido.

La cárcel y las privaciones no logran opacar la presencia de Inés: conserva su lozanía, es alta, de ojos negros y luce una cabellera castaño claro, al verla nadie puede creer que tenga cinco hijos, tendría un biznieto al que nunca conoció, llamado Regís Debray.

Desde un comienzo Inés tiene claro que debe entregarse siempre a la defensa de la mujer. Habla de manera fluida además de su francés natal, ruso, inglés y alemán.

Cuando Lenin la escucha escribe: “La humanidad progresaría mucho más, si la inteligencia de la mujer no fuese rechazada y anulada, sino que pudiera obrar”.

Noches de Beethoven
El piano no tiene secretos para Inessa, y recorre las más exigentes composiciones de Beethoven, su autor preferido que resuena en salas de las clases burguesas de París.

Inés hace suya una afirmación de Bakunin, precursor revolucionario quien dice: “todo será destruido, nada subsistirá, sólo una cosa no pasará y subsistirá eternamente: la novena sinfonía de Beethoven”. Inés repite esas palabras con frecuencia.

Oyendo a Inés tocar “Para Elisa” Lenin decide una noche, sin dudarlo un instante, confiarle la dirección de la Escuela Revolucionaria de Longjuneau, cerca de París, donde el propio Lenin expone en largas conferencias sobre la reforma agraria de Stolypin. Después cenarían y brindarían con buenos vinos, incluida la Krupskaia.

El dominio de varios idiomas le significa a Inés que Lenin la asigne para ocupar la Secretaría de Relaciones Exteriores del Partido Comunista, cargo en el cual se encarga de coordinar a los grupos revolucionarios que irrumpen en Europa.

La emigración clandestina
Por toda Europa, la emigración clandestina rusa se esparce incontenible a través de muchas fisuras que el poder del zar no puede tapar. Lenin anda por París, Gorky está en Capri, Trotsky ya lleva varias semanas en Viena, donde ha conseguido publicar “Pravda” con las uñas, y no sólo imprimirlo sino enviarlo a San Petersburgo en cuanto medio de transporte consigue, logra pagar a unos contrabandistas que llevan el periódico por las aguas del Mar Negro.

El Estado Mayor de la Revolución Rusa se mueve con pasmosa magia diplomática entre gobiernos vecinos, y burla la cada vez más confundida gendarmería enemiga, interna y externa.

El romance de Lenin con “La francesa de la Revolución Rusa” se encuentra en su mayor intensidad entre 1911 y 1917, ya nada lo puede ocultar.

Inés, en 1914, en el Día Internacional de La Mujer, crea el periódico “Rabotnisa” (La obrera). Representó ese mismo año al Partido Bolchevique en la Conferencia Socialista de Bruselas. Al año siguiente organizó en Suiza la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas contra la Guerra”.

Al abdicar Nicolás II, y ya en plena Revolución de Octubre Inessa Armand se transforma definitivamente en una militante del Partido Comunista.

Fin al “triángulo rojo”
De inmediato Inés organiza el Primer Congreso de Obreras y Campesinas, al que llegan más de mil delegadas, con propuestas como creación de lavanderías, cocinas públicas, guarderías infantiles. Lenin habla en ese congreso y dice: “…las reformas comunistas van a barrer por primera vez en la historia, todo lo que hace inferiores a las mujeres”.

Cuando faltaba poco para su muerte tanto Inés como Lenin deciden ponerle fin a “El triángulo Rojo”. Un fragmento de una extensa carta de Inessa Armand a Lenin dice: “Tu y yo hemos roto. ¡Hemos roto! ¡Hemos roto querido mío! Lo sé, lo siento, nunca vendrás aquí. Cuando miro los mismos lugares de siempre, veo con claridad, como nunca lo vi antes, que espacio tan grande ocupabas en mi vida, aquí en París…”.

Cuando apenas tenía 46 años de edad “La Tovarich Inessa”, una epidemia del cólera se llevó para siempre el 24 de septiembre de 1920, a esta mujer a quien los bolcheviques llamarían “La Francesa de la Revolución”.

Una de esas travesuras del destino hizo que la muerte de Inessa fuera anunciada en la quinta edición del periódico comunista, “Komunistka” que ella había creado para divulgar asuntos de la mujer.

Inessa Armand tuvo funerales de Estado y fue la primera mujer sepultada en el Muro del Kremlin, en Moscú, cerca de su amor furtivo: Vladimir Lenin.

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De VOZ, 17/07/2017

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