"Es
necesario que nuestro pasado poético se convierta en nuestro presente y, en una
nueva forma, en nuestro futuro. Pensemos en Robinson Crusoe: encontró en el
bolsillo una semilla y la plantó en una isla desierta y gracias a ello pudo
hacer crecer un buen fruto inglés. Pero, ¿y si no lo hubiese plantado, si se
hubiese quedado mirándolo con el debido cuidado para que no se cayese al suelo?
He aquí por qué hay que hacer con la tradición lo mismo que con esa semilla.
Llevarla fuera del propio país, plantarla, trabajarla -o sea, continuar a
crear. Pero lo más importante es sentirse absolutamente emigrados y no gente
que la casualidad ha llevado desde Moscú hasta París. La literatura no puede
sobrevivir en los hospicios ni en los asilos para la infancia abandonada".
Así escribió
Vladislav Jodasevich en los años treinta del siglo XX cuando vivía exiliado en
París.
Vladislav Felitsianovich Jodasevich
nació en Moscú en 1886, acabó el bachillerato y estudió en la Universidad de
Moscú, pero no se presentó a los exámenes finales de la licenciatura. Desde
1905 empezó a publicar artículos en las revistas de la época (justo cuando
floreció el simbolismo ruso) y, en 1908, se publicó su primer libro de poesía,
que nunca ha sido reeditado.
En los años
1908-1914 Jodasevich fue publicado por muchos editores, no sólo moscovitas, así
como participó activamente en reuniones literarias. También fue amigo íntimo de
Briúsov, Biely y otros simbolistas. Tradujo a poetas y narradores polacos, y
escribió ensayos críticos sobre la literatura clásica y contemporánea. En 1914
salió su segundo volumen de poesía "La casita feliz" (una segunda
edición vio la luz en Berlín, en 1922)
Sólo con su
tercer volumen de poesía "Por el camino de la semilla" (1929, también
reeditado en Berlín) Jodasevich maduró, conquistó su puesto entre los
postsimbolistas y los poetas de su generación, a los que estaba vinculado por
estrechas relaciones personales y no sólo literarias.
En 1922
Jodasevich abandonó Rusia. Salió legalmente, por motivos de salud -esa salud
maltrecha por los años de hambre, frío y privaciones del comunismo de guerra y
de la guerra civil-. La debilidad de su físico fue siempre una característica
fundamental de su persona, y lo persiguió desde la infancia; había nacido de
una mujer que tenía más de cuarenta años, durante toda su vida sufrió de
tuberculosis, tenía el hígado enfermo. Los años que van del 1918 al 1921 lo habían
destruido. No tenía intención de quedarse en el extranjero toda la vida, pero
así ocurrió, y no por su culpa.
En 1925 se
manifestaron -y Jodasevich no fue el único en notarlo- los primeros síntomas de
asfixia por estrangulamiento de la cultura rusa: ya no existían editoriales
independientes, dominaba la censura, el Gobierno imponía su ideología sobre el
arte. Las medidas represivas en contra de la libertad artística se convirtieron
en fenómenos cotidianos, y durante los años treinta, Zamyatín, Ajmátova, Pilniak
y muchos otros empezaron a sentir en su propia piel el peso cada vez más
opresivo del realismo socialista: tuvieron que callarse, y después de ellos,
Mandelstam, Babel y muchos otros más. Se rompieron los vínculos de Jodasevich
con los amigos que se quedaron en la Rusia soviética. Fue para ellos una
experiencia muy dolorosa. Había ocurrido lo que temía: permanecer en un espacio
sin aire, en el vacío espiritual y la indigencia material.
El trágico
destino de este exiliado del siglo XX es emblemático de todas las futuras
víctimas de los regímenes totalitarios; personas que carecían de patria,
expulsadas de su propio país por no haber aceptado la ideología oficial, poetas
condenados a vivir fuera del ambiente poético de su tiempo. A Jodasevich el
destino le concedió vivir justo hasta la Segunda Guerra Mundial (murió dos
meses y medio antes de que estallase, en 1939, un año exacto antes de la caída
de París).
El exilio no le
permitió realizarse plenamente como poeta. Sumado a todas las otras
dificultades, las precarias condiciones físicas "amargaron" su don
poético, como él mismo decía. Hoy día está claro que Jodasevich pertenecía a
esa generación rusa (nacida en los años 1880-1899) que fue exterminada casi al
completo por la revolución de Lenín: suicidios, muertes prematuras, cambio
forzoso de oficio o trabajo y opresión espiritual en su patria. Pobreza,
soledad, olvido, ausencia de lectores y pérdida de la patria en el mundo
occidental. Para todos ellos no podía haber otro destino esos años. Era una generación
que no tuvo tiempo de desarrollarse a fondo antes de 1918, pero que no había
podido aceptar la realidad del totalitarismo. Poco a poco Jodasevich empezó a
callar como poeta y hacia el final de los años veinte se calló del todo. No fue
así para su prosa.
Necrópolis, su libro de memorias, es un caso de
extraño relieve en la literatura rusa. Ha sido escrito por un contemporáneo,
pero más joven de todos los que en los años 1895-1918 crearon la
"escuela" o tendencia literaria postsimbolista. Sus ideas sobre el
arte contemporáneo -sobre su poética y estética, sobre la sicología del hombre
del tiempo nuevo, del arte escindido, del absurdo- ligaban en su obra la
tradición rusa de Gogol y Dostoievski con la de la nueva literatura occidental.
Escribir de esos hombres como escribió Jodasevich, sólo podía hacerlo un
contemporáneo más joven que hubiese saboreado en su juventud los frutos del
árbol del bien y del mal plantados por ellos y que hubiese crecido entre ellos,
alejándose luego como se alejan los hijos de los padres.
El rigor de
Jodasevich respecto él mismo y de las personas con las que le tocó vivir, su
honestidad libre de compromisos a la hora de juzgarlos, la escrupulosa
precisión de su escritura -todo ello hace de Necrópolis un
caso único en la historia de la literatura memorialista dedicada al simbolismo
ruso. De esta época se ha escrito mucho y de gran valor. Pero la rara
combinación de sutil inteligencia, juicios agudos, capacidad interpretativa e
ironía (aspectos típicos y constantes del pensamiento de Jodasevich) hacen de
estas páginas un testimonio particularmente precioso sobre una época
irrepetible que fue obligada a una muerte prematura, artificiosa. Como si
Baudelaire hubiese obstaculizado el nacimiento de Mallarmé, éste el de Valéry y
Valéry no hubiese ayudado a ver la luz a los poetas de la primera mitad del
siglo XX. La tradición y el belicoso rechazo de la misma, que en aquella época
tuvo un rol todavía más importante, fueron destrozados por la soga con que se
ahorcó Tsvietáieva, el campo de concentración de Mandelstam, el silencio de
Jodasevich.
De su silencio
poético. Ya que en los últimos diez años de su vida, Jodasevich escribió no
menos de trescientos ensayos: artículos críticos sobre la literatura clásica y
contemporánea y que a su tiempo aparecieron en los periódicos de la emigración
rusa y que hoy esperan todavía ser editados y publicados integralmente.
Jodasevich dejó una huella profunda en aquellos escritos suyos, algunos de
ellos dedicados a la literatura de su patria y otros a la literatura prohibida.
Y cuanto más se alejaba de la poesía, más se rodeaba de los jóvenes (nacidos ya
en nuestro siglo) que entre 1920 y el 1940 vivieron en la diáspora rusa: por
mérito de Jodasevich una entera pléyade de jóvenes talentos, nacidos en los años
sesenta y setenta del siglo XIX, pudieron publicar en las páginas de las
revistas y los periódicos rusos (sus "padres") que, de entrada,
rechazaban entenderlos y aceptarlos.
En el crepúsculo
general del arte de los años treinta del siglo XX, cuando desaparecieron (o
habían ya desaparecido) los grandes con los que había comenzado nuestro siglo, Necrópolis de
Jodasevich tiene un puesto inmortal. Jodasevich había previsto muy pronto lo
que ocurriría. En el famoso discurso pronunciado en San Petersburgo, en 1921,
durante una de sus últimas manifestaciones públicas todavía más o menos libres,
exhortó a sus contemporáneos a ponerse de acuerdo en "las últimas horas
antes de la separación" sobre las señales necesarias para
"reconocerse en las tinieblas que nos acechan". Preveía el final de
una época (en ese tiempo todavía sólo rusa) y hablaba de ello. En Necrópolis estas
notas escatológicas hoy tal vez resuenan con una mayor fuerza que medio siglo
atrás.
__
Del blog LIBROS,
NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA, 2010
Imagen 1:
Jodasevich
Imagen 2: Portada
de la edición italiana de las memorias de Vladislav Jodásevich
No comments:
Post a Comment