Balakireff,
Borodin, Cui, Moussorgsky y Rimsky-Korsakoff, cinco pilares de la música rusa
-y mundial- del siglo XIX.
"Desde su
tierna infancia los cinco poseían un objetivo
común, insospechado entre ellos, que algún día convergería en unirse para crear música”.
común, insospechado entre ellos, que algún día convergería en unirse para crear música”.
De Los Cinco,
nombre con que se conoce en la historia de la música al grupo de compositores
rusos -Balakireff, Borodin, Cui, Moussorgsky y Rimsky-Korsakoff-, que en el
siglo XIX estableció una auténtica escuela de composición, únicamente el cuarto
y el último aprendieron piano de muchachos y por tanto fueron quienes
mantuvieron cierto contacto con la música.
Sin embargo, los
otros tres, y ellos mismos, manifestaron desde niños una inclinación especial
hacia este arte improvisando algunas melodías que más adelante cobrarían vida
de modo excepcional.
Desde su tierna
infancia, los cinco poseían una fe ardiente, una pasión desbordante, un objetivo
común insospechado entre ellos que algún día convergería en unión para crear
música, obtener éxitos inigualables, y una influencia que se prolongaría mucho
más allá de las fronteras de su país y del tiempo.
Ya en grupo, dotados de cualidades diferentes y de diferente valor, tenían numerosos rasgos comunes, en especial uno: admiraban a Richard Wagner pero estaban decididos a no imitarlo. Habían aprendido de él, y de los alemanes en particular, el arte de orquestar y querían valerse de este conocimiento para crear su propia música, la música rusa.
Ya en grupo, dotados de cualidades diferentes y de diferente valor, tenían numerosos rasgos comunes, en especial uno: admiraban a Richard Wagner pero estaban decididos a no imitarlo. Habían aprendido de él, y de los alemanes en particular, el arte de orquestar y querían valerse de este conocimiento para crear su propia música, la música rusa.
Autodidactas, no
habían sido formados -o deformados- en ninguna escuela de música. Antes de
encontrarse en el campo de acción que uno por uno había avizorado, cada cual
trabajó en los menesteres más diversos y alejados del arte musical.
Borodin era
médico y químico en un hospital de la armada territorial. Moussorgsky, quien
conoció a Borodin en ese centro hospitalario, era oficial del regimiento de la
afamada guardia Preobajenski, y luego funcionario del Estado ruso.
Balakireff
estudiaba ciencias naturales, en tanto que Rimsky-Korsakoff se desempeñaba como
oficial de la marina. Por su parte, el general César Cui era profesor de
fortificación (técnica e historia) en la Academia de Petrogrado (hoy San
Petersburgo).
Una vez que el indescifrable destino los unió en amistad, se asociaron en torno a la precoz producción musical que siempre había revoloteado por sus cabezas y se empaparon de cuanta partitura de compositores del extranjero llegaba a sus manos, sobre todo de los alemanes.
Una vez que el indescifrable destino los unió en amistad, se asociaron en torno a la precoz producción musical que siempre había revoloteado por sus cabezas y se empaparon de cuanta partitura de compositores del extranjero llegaba a sus manos, sobre todo de los alemanes.
Estos cinco
músicos emergentes, profanos, si no aventureros, pues carecían de conocimientos
y autoridad en materia musical, aprendieron en estrecha afinidad todas las
fórmulas de la armonía, del contrapunto y la orquestación, y emplearon esa
técnica para ilustrar, para magnificar los temas melódicos y las danzas de su
propio país. Ese fue el secreto de su método.
Balakireff es
considerado el precursor del movimiento. Su "Fantasía para orquesta sobre
coros rusos" excitó el entusiasmo de Glinka, compositor conceptuado como
"el padre de la música rusa” por sus óperas nacionalistas "La vida
por el zar" y "Russlan y Ludmila".
Glinka, el gran
Glinka, aquel músico de excepción que trazó el rumbo de la música rusa, y que
posteriormente influyó en ellos mismos, en las obras de Tchaikovski y
Stravinski, no sólo exaltó la obra de Balakireff, sino que más tarde elogiaría
sin reserva y no menos fervor la producción de los otros cuatro.
Pero Glinka,
influido aún por la música de la Europa occidental, intuyó que, empeñados en la
misión que se habían propuesto Los Cinco, la música rusa llegaría todavía más
lejos a lo hecho por él mismo. Así fue. Era el comienzo del cambio.
Y Balakireff su
iluminado apóstol. Sinfonista puro, se retrata al artista en su poema sinfónico
"Tamara" como creador de música impregnada de un
"colorismo" por poco mágico -al igual que en Borodin y
Rimsky-Korsakoff-, opuestamente a César Cui, músico penetrante y formal, pero
más apagado en su concepción; una concepción inclinada a obras para violín,
para piano, para cuarteto de cuerdas, pero sobre todo para la voz y el teatro.
Juzgado por los críticos como un músico sin invención ni originalidad, supo
sustituir tales carencias con el dominio de una técnica rayana en lo magistral.
Ausentes por ese
entonces Cui y Rimsky-Korsakoff, Borodin tuvo en Balakireff a su único maestro,
pero como este no era nada teórico no pudo aquel aprender armonía. Balakireff
aplicó en él, entonces, el método adoptado primero por Moussorgsky y después
por los demás: ejecutar todas las sinfonías de Beethoven, las obras de
Schumann, de Glinka, etcétera, explicándole la construcción técnica y
analizando sutilmente cada partitura. Con esta fórmula, Borodin devino en
músico brillante, de ingeniosa armonía, que mostró por adelantado el camino a
Debussy, Ravel y otros. Entre sus principales obras se destacan la ópera
"El príncipe Igor" y la creación para orquesta "En las estepas
del Asia Central".
Moussorgsky nunca
tuvo interés en los principios de la armonía ni en las reglas de la
construcción musical. De los cinco, era el más cercano a la naturaleza, el más
sincero y el más expresivo. Se ocupaba en sus obras de reproducir la naturaleza tal cual es, sin estropear
su personalidad con cuestiones de "estilo”. A través de líneas melódicas
extraordinariamente flexibles es posible ahora comprender su pretensión de dar
movimiento a la vida, de dotar a las almas de extremo gozo. Pese a su
deliberada indiferencia por la forma, y obstinado en su dispersión analítica,
Moussorgsky poseía en abundancia lo que tal vez ninguno de los cinco tuvo en la
plétora de él: musicalidad. Prueba de ello es, por ejemplo, su "Boris
Godunov", una suerte de imágenes realistas y trazos vigorosos revestidos
de una sorprendente "fiereza” artística que no lo hicieron retroceder -tal
como afirman sus biógrafos- ni siquiera en la crudeza de ciertos efectos en la
muerte de Godunov.
Luego de las
lecciones de piano que Rimsky-Korsakoff había recibido de su madre, años
después, ya en la escuela de marina de San Petersburgo, prosiguió con ellas
alternándolas con estudios de armonía. En 1865, luego de un viaje de tres años
alrededor del mundo, regresó a la ciudad y concluyó la que sería la primera
"Sinfonía rusa"; luego compuso el poema sinfónico "Sadko",
la "Fantasía serbia para orquesta", la "Segunda sinfonía",
"Antar"...
A partir de
entonces dedicó su tiempo al estudio profundo del contrapunto que le permitió
crear, entre otras obras, "La noche de mayo", "El gallo de
oro", "Capricho español", "La gran Pascua rusa",
"Scheherazade". Según la crítica, de los cinco, tal vez él haya sido
el de mayor talento por su orquestación plena de color, "refinada por su
perfecta capacidad artística”, por su construcción clara y sencilla y por su
sólida técnica.
Esta breve
pincelada en algo ha podido retratar a Los Cinco, monumentales músicos
autodidactas que elevaron la música rusa a lo más supremo del arte.
__
De LETRA SIETE
(Página Siete/La Paz), 05/01/2014
Imagen: Balakireff, Cui, Moussorgsky, Rimsky-Korsakoff, Borodin
No comments:
Post a Comment