Demasiado tiempo
desconectado de la realidad. Porque la realidad, no se engañen, nos vigila tras
los barrotes de píxel de la pantalla portátil de cualquier otro artefacto de
los que preferimos para "estar informados". El caso es que reconozco
que, últimamente, sólo me he asomado a los noticiarios para bailar mis lágrimas
hasta el final del amor con Leonard Cohen, a quien, todo hay que
decirlo, la prensa generalista patria dedicó menos espacio que al último
acontecimiento futbolístico... marca España, o sea. Lo dicho: intento regresar
a la realidad. Y entre la hojarasca de latrocinios políticos que a nadie ya
parecen molestar, entre los ladridos de perro que corean la voz de su amo,
rescato el naufragio mínimo de esas "noticias" que sólo tienden a
llenar el vacío profesional de los periodistas y el existencial de los
lectores. Para muestra, un botón: "la modelo senegalesa Khoudia
Diop triunfa en las redes sociales por su gran valentía". Así,
más o menos, rezan los titulares que ilustran esta noticia de la que no puedo
dejar de hacerme eco, dada mi debilidad por la piel... más si esta hace pareja
con el color de mi alma.
Resulta que la
citada modelo es negra. Pero muy negra. "Negra, negrísima", al decir
de algunos de los textos que nos explican la valentía de esta modelo. La
senegalesa, gracias a su exacerbada negritud, ha sido la afortunada que comande
una campaña reivindicativa del respeto a los diferentes tonos de piel. El caso
es que miro las fotos de la citada modelo y su piel, amén de negra, me resulta bellísima
y me provoca una ebriedad más oscura que cualquier verso de Dylan
Thomas. Pues eso, que la modelo es negra, muy negra, pero me pregunto yo si
quien la ha convertido en reclamo publicitario (que, al fin, eso son todas
estas campañas de igualdad con que pretenden entretenernos de la realidad) ha
visitado, en alguna ocasión, Senegal, su país de origen. De haberlo hecho, no
le habría sorprendido el tono de piel de Diop, estoy seguro, porque es el que
comparte con la gran mayoría de sus paisanos. Así que la modelo negra es muy
negra. Y eso es algo muy valiente, ¡bravo por ella!
Pueden comprender
que mi vista se ha fatigado enseguida, y he decidido sacarla a pasear las
calles, a que se refresque en el regato tierno de lo cotidiano. Camino callejas
y avenidas y me sorprendo sorprendiendo con pupila de numismático la piel de
toda mujer de ascendencia africana con que tengo la fortuna de cruzarme. Por
ver si es tan negra como la modelo, no sean mal pensados. Al final, resulta que
la información manipula, debe ser eso. Subo a un autobús que me regrese al
hogar y, en su interior, una señora de mediana edad y demediado aspecto
gesticula profiriendo insultos en alta voz. Los destinatarios son un grupo de
jóvenes marroquíes que explican a la mujer que tienen el mismo derecho que ella
a entrar en el autobús, que ellos también son españoles, que nacieron en este
país. La mujer, a punto de colapso nervioso, los ojos sierpes y escopetas las
venas del cuello, les espeta que hablen, entonces, en español. El joven junto al
que he tomado asiento me informa de que los chavales estaban hablando marroquí
antes de subir al autobús, en la misma parada en que esperaba la iracunda
mujer, y esta se sintió ofendida pensando que se dirigían de manera ofensiva a
su propia persona. Así ha comenzado el circo. Así inician todos los
circos desde que existen: con un público entregado y dispuesto a ver cómo el
trapecista magnifica, con su caída, el Pollock de
hemoglobina que ya habían delineado, sobre la pista, unos leones hambrientos.
La mujer del autobús hubiese hecho bien en llegar lo antes posible a casa, como fue mi caso, encender la televisión y descubrir que un joven español de origen paraguayo ha sido deportado al cumplir la mayoría de edad y no encontrarse contribuyendo con su esfuerzo a alimentar la maquinaria laboral. Tenemos una Ley de Migración tremendamente eficaz, podemos sentirnos orgullosos. No basta con residir de forma legal en el país. Hay que trabajar, ser alguien de provecho, esas cosas, ya saben. La mujer del autobús, creo, se hubiese sentido refrendada en sus pensamientos. Porque el muchacho habla español, pero seguro que se le notaba el acento de allá. Ah, olvidaba el dato: el joven paraguayo llevaba residiendo en España 14 de sus 19 años de vida.
La mujer del autobús hubiese hecho bien en llegar lo antes posible a casa, como fue mi caso, encender la televisión y descubrir que un joven español de origen paraguayo ha sido deportado al cumplir la mayoría de edad y no encontrarse contribuyendo con su esfuerzo a alimentar la maquinaria laboral. Tenemos una Ley de Migración tremendamente eficaz, podemos sentirnos orgullosos. No basta con residir de forma legal en el país. Hay que trabajar, ser alguien de provecho, esas cosas, ya saben. La mujer del autobús, creo, se hubiese sentido refrendada en sus pensamientos. Porque el muchacho habla español, pero seguro que se le notaba el acento de allá. Ah, olvidaba el dato: el joven paraguayo llevaba residiendo en España 14 de sus 19 años de vida.
Seguro que alguno
de ustedes piensa que todo esto es injusto. No se preocupen, nos queda la
prensa combativa que, cualquier día, reivindicará la valentía de los jóvenes
magrebíes por ser muy magrebíes al seguir comunicándose en la lengua de sus
ancestros, o la del joven paraguayo por reivindicar su nacionalidad de hambre y
ayer y no ser apto para encontrar trabajo una vez cumplida la mayoría de edad.
No estamos lejos, ya han reivindicado la valentía de esa modelo negra por ser
muy negra y no haber permitido que su piel tome un tono más claro y azulado al
chapotear en las aguas del Estrecho de Gibraltar, por ejemplo. Yo confío en la
prensa y les invito a seguir mi ejemplo y perderse en esos versos sueltos con
que van componiendo, sin prisa pero sin pausa, la épica de los tiempos
actuales.
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De POSTALES DESDE
EL HAFA (blog del autor), 01/12/2016
Foto: Pablo Cerezal
Foto: Pablo Cerezal
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