El domingo 18,
ante una multitud acalorada -más por efecto del verano en tierra tropical que
por la fogosidad de los discursos-, el monarca del Estado Plurinacional daba
inicio a los festejos del Día de la Revolución, para conmemorar sus once años
de gobierno, y para que sus súbditos no lo olviden decidió solemnizar el asunto
mediante una Ley, para que en tal fecha a partir de ahora, las nuevas
generaciones recordasen con henchido orgullo tan magno día.
Anunciaron que
distinguidos capitostes del socialismo mundial llegarían para realzar el
evento. Daban por hecho que Maduro y Correa flanquearían al rey de los
cocaleros, como lo hicieron en otras ocasiones en el mismo estadio, pero
resulta que esta vez ambos habían estado ocupados en tareas más importantes: el
uno matando de hambre a los venezolanos y el otro afinando su voz de castrati
ante el espejo. En su lugar mandaron a un muñeco bautizado como Aristóbulo, el
cual fue paseado alrededor de la cancha por el dúo plurinacional mientras
imitaba el gesto de agitar la manita ante los miles de delegados y
simpatizantes que de todo el país arribaron al trópico cochabambino. Banderas
azules y cuadriculadas se agitaban en las tribunas como en un partido de fútbol.
Las oficinas públicas tales como alcaldías y gobernaciones se vaciaron,
diputados y senadores alistaron el espray matamosquitos, y en la asamblea
departamental de Cochabamba se dieron vacación para asistir disciplinadamente
al jolgorio, organizado como siempre con dineros del Estado. Llegaron delegados
incluso desde sitios insospechados como Buenos Aires y Madrid, para demostrar
que el masismo había tenido proyección internacional.
Todo ello para
proclamar por enésima vez como eterno candidato a Su Excelencia, el Único, el
Irremplazable, el Insustituible. Importantísima conclusión a la que llegaron
los más altos jerarcas del partido en concomitancia con sus aliados
clientelares, los movimientos sociales, luego de participar durante los días
previos en un, no menos importantísimo, congreso orgánico del MAS, efectuado en
la calenturienta ciudad cruceña de Montero, donde sumergidos en intensos
debates y reflexiones durante tres días se rompieron la cabeza para hallar la
manera de forzar la candidatura de S.E., a falta de tres años para unos nuevos
comicios.
De tan sesudas
cavilaciones extrajeron que había cuatro maneras de burlar la Carta Magna y
habilitar de esta manera el cuarto periodo consecutivo del caudillo. Las dos
primeras pasaban por reformas de ciertos artículos de la CPE (que sólo varían
en la forma de tramitarlas), y que forzosamente deberían ser sometidas a la
consulta popular. La tercera se amparaba en una tramposa “renuncia” de S.E.
antes de seis meses de las elecciones para que su mandato no se compute por la
conveniente interrupción. La cuarta era más insólita aun, asignando al Tribunal
Constitucional la prerrogativa de que interpretase antojadizamente que sea el
pueblo el que decida quién puede ser candidato y no así la norma establecida.
Por poco,
provocaba inmensa solidaridad el sacrificio que S.E. estaba dispuesto otra vez
a asumir, al verse “obligado” a aceptar la candidatura, ya que no era decisión
suya sino del “pueblo boliviano”, según confesó ante la muchedumbre convocada
en Ivirgarzama. Así arrancaba el famoso “segundo tiempo” que había prometido
luego de perder el referendo de febrero pasado, donde más de la mitad del
electorado dictaminó que debería dejar el poder en enero de 2020. Aquella
costosísima consulta que demandó el desembolso de más de veinte millones de
dólares sólo había sido un simulacro, un globo de ensayo para jugar con la
paciencia de la población, y eso que en el papel era de efecto vinculante. Pero
no importa, la maquinaria gubernamental ya se ha puesto a trabajar para seguir
“metiéndole nomás” y hallar la forma de legalizar la candidatura trucha del
redentor orinoquense, para el periodo 2020-2025 y así sucesivamente, con toda
certeza, a semejanza del tirano de Zimbabwe que ya lleva 36 años en el poder,
haciéndose reelegir continuamente en elecciones amañadas. Vamos por el mismo
camino, de eso no hay duda.
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De EL PERRO ROJO
(blog del autor), 22/12/2016
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