Yo he recorrido
esos caminos;
Los he pensado
vivos.
Ezra Pound: Provincia
deserta
Rolando
Sevillanos tuvo un perro
Era un perro
común, sin atributos, pero él lo recordaba bien –heroico y bello- cuando se
emborrachaba
Era cazador el
perro: era un compañero
Conocí a Rolando
hace demasiados años en el lugar a donde lo condujeron las huellas de unos
paisanos, sus parientes, los asariameños que se animaron a caminar el monte, la
serranía, el miedo de encontrarse con los chunchos
Rolando amaba a
su perro
Lo amaba como
sólo se puede amar al sol, o al río
El conocía de
ríos; venía de uno fuerte, hacia el oriente, que los tacanas conocen como
Tuichi; vivía a cincuenta pasos de otro poderoso que los de arriba llamaban
Tampobata y los de abajo, Bahuaja
Porque sabía de
ríos, de quebradas, de fajarse y sacrificarse, Rolando
Lo amaba más aún
a su perro, por bravo, por decidido
Lo amaba más
todavía de lo que amaba al río ‒Macho era‒ aclara, como si en un espejo
invisible lo volviese a ver
Por las noches,
Rolando y su perro se internaban juntos en la selva –días enteros, noches
enteras- y cazaban jochis –energía, proteína, maná
Un tapir, una
noche agarramos con el perro. ¡Un tapir! –le celebró y sus ojos brillan –los
ojos de Rolando son dos faros en medio de la oscuridad de la selva. Si, un tapir,
y sus brazos llenan el espacio de su casa con leviatanes, con monstruos, con el
sueño donde vuelven, lo confunden, lo pierden en la selva. Un tapir, insiste
–como conjurando el mal sueño- y toma aire y bebe un sorbo lento, triunfal, de
la botella. Luego, me la estira.
Rolando cuidaba
mucho a su perro, porque los perros de la selva son comida fácil de los
jaguares –y si descuidas al perro, zas, viene el tigre y se lo come
Dice Rolando, y
suspira
Así nomás es acá,
filosofa
Filósofo,
evoco igual que él… Perro caza a jochi. Jaguar caza a perro. Jaguar es sagrado.
Hombre blanco caza a jaguar. Uturuncu renace. Cueva de Cochuna. Provincia de
Tucumán. Faldeos del Aconquija. Uturuncu renace, Perón vuelve. A mi Tucumán
querido, cantaré. A mis uturuncus queridos, cantaré
Una araña del
tamaño del puño de Goliat cruza frente a nosotros. Brilla como una amatista. La
noche, la selva, retumba polifónicamente: sapos, grillos, pájaros que
espantarían a Djuna Barnes recubren el silencio
Y yo lo veo a
Rolando –envuelto en el humo de un cigarro- y siento su sangre leca, apolista,
aguachile, sangre de pueblo de selvas rebeldes que se obstinaron pero que
terminaron arrimando al Tawantinusyu –por eso, Rolando habla quechua, es
quechua hablante
¿Allinllachu? (¿Estás
bien?) Allinllanmi (Estoy bien), hermano
“Chala, pachen”,
diría Radamir, su sobrino, guardaparques del Madidi, mi amigazo, mi cumpa, otro
hermano
Rolando habla
claro, calmo, como si las palabras importasen, como si las palabras le
importasen –y estamos en su choza en el medio de la selva, ¿las palabras acaso
deben importar? ¿Importaron alguna vez? ¿Dónde están las voces de los indios de
monte adentro? ¿Dónde se fueron? ¿Acaso los escucharon, acaso los quisieron
escuchar?
Como el perro de
Rolando, un día, desaparecieron
Como el perro de
Rolando, una vez, no estuvieron nunca más
¿Qué pasó?- me
intriga (pienso en mi perra, en Dana: viajó dos días encima de mí, desde La Paz
a Tarija, dormimos juntos en Camargo, a la vuelta, fue igual. No me abandonó un
segundo)
Se lo debe haber
comido el tigre, Pablo, me he descuidado, pena Rolando y bebe otro sorbo
(vuelvo a pensar en la Dana, la pienso comida por un jaguar. Se me eriza la
piel)
Rolando escupe
hacia un costado –escupir es arrojar lejos de uno lo malo, el error, la culpa,
escupir es liberarse
Pregunto: y el
perro, Rolando, ¿el perro tenía nombre?
No, perro nomás
Compañero, Perro
La noche agoniza:
ya va comenzando a parecerse al día. Dulces neblinas lo cubren todo. Economía
de la selva: todo cabe en una pequeña caja. Los recuerdos caben en una pequeña
caja. La memoria cabe en una pequeña caja. La vida de uno, de vos, de mí, de Rolando,
puede caber dentro de una pequeña caja. Si no cabe, deberías intentarlo. Ya es
de día
Los músicos
cerriles cesaron su faena. La quietud, la suspensión, un silencio enigmático y
arrasador domina el amanecer en la selva: todo puede terminar o todo empieza,
una vez más
Rolando saca de
una caja unas fotografías
Antiguas, como la
selva
Me entrega una:
mira, me dice, este es el cura –cura: sacerdote, monje, fraile- a él lo vas a
ir a buscar en San Juan del Oro para preguntarle por Lars -por la búsqueda de
Lars
Conocí a Rolando
buscando a Lars, un noruego que se había perdido en la selva tres años atrás
–tres putos años atrás se había desaparecido- tras el rastro de los antiguos
chunchos, de los Toromonas, esos que asustaban a los asariameños, a los
parientes de Rolando, a los pioneros del camino
Se llama Gabriel
–me dice- El cura se llama Gabriel. Es de Chile, es chileno –me aclara
Vuelvo a
preguntar: y el perro, Rolando, ¿el perro tenía nombre?
No, perro nomás
Compañero, Perro
Dijo Pedro
Machuqui a los antropólogos, unos que llegaron desde Italia
Que los
antepasados de los Ese Ejja –los chunchos, los huarayos, los salvajes, los
indios de Tierradentro, “capturaron el perro de los bolivianos, cuando había
refriegas con ellos” (Gerardo Bamonte y Sergio Kociancich: Los Ese
Ejja. El mundo de los hombres y el mundo de los espíritus entre los indios del
río)
Yo los vi –me
susurra Rolando cuando la noche ya desertó y no queda una gota de oscuridad en
el aire. Allí hay un lugar de árboles. . . gris de líquenes,/ Donde yo
he caminado/ pensando en los viejos días. (Ezra Pound: Op. Cit.)
La otra foto que
me entrega concluye todo, empieza todo, una vez más: es él, Rolando, con el
perro
Se ven felices
los dos
Rolando y el
perro
Compañero, Perro
Rolando amaba a
su perro
Yo lo sé, yo lo
siento, yo le siento….
El Tambopata
ruge. Allá. Cerca
El Tambopata es
el límite natural entre Bolivia y Perú
‒Ya no hay más
trago, Rolando
‒Vámonos al Perú,
allí compramos
Perú es un cruzar
el río, caminar una hora bien caminada, llegar a Curva Alegre –así nomás
bautizan los pueblos los peruanos y todo porque el Tambopata, que viene del
oeste, le pega una vuelta al destino, y enfila hacia el norte, hacia los
territorios de los Ese Ejja
Perú es cruzar el
Tambopata, caminar una hora bien caminada, llegar a Curva Alegra y comprar
pisco –comprar: es con plata, con colque, con kivo, el primero te lo regalan,
el segundo (trago) te lo venden los comerciantes que bajan de los Andes: desde
Moho, Huancané, San Antonio de Putina, desde ninguna parte
Perú es cruzar el
Tambopata
El río bramaba
Era noviembre
El río daba miedo
Mejor nos dormimos
Mejor
Ahora lo veo a
Rolando, joven y eterno, en la foto con su perro. Han pasado dieciséis años
desde que me obsequió esa foto. No ha pasado nada.
Antes de
dormirme, vuelvo a preguntar
Y el perro,
Rolando, ¿el perro tenía nombre?
No, perro nomás
Compañero
Perro.
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Fotografía: Andrew Bale/Tambopata River
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