Cuando a mediados
de los 60 el neoyorquino Gay Talese publicó en Esquire una crónica larguísima
sobre un resfrío de Frank Sinatra, el llamado Nuevo Periodismo obtuvo una de
sus actas de nacimiento. En ese momento quedó claro que lo real –ese fantasma–
podía abordarse no sólo con datos, estadísticas y encuadres macro, sino también
desde lo aparentemente nimio, lo tangencial, el más banal de los incidentes. En
“Cholitas marinas”, una de las crónicas recopiladas por el editor Fernando
Barrientos en Hora boliviana. Historias del país presente, el periodista
argentino Nicolás G. Recoaro se retrotrae hasta la Guerra del Guano (1879), en
la que Bolivia perdió su litoral marítimo a manos de Chile, para terminar
registrando ese viejo sueño boliviano, la salida al mar, logrado gracias a un
acuerdo reciente con el vecino Perú.
¿Alguien sabía
que uno de los sitios donde hoy en día se practica la arquitectura más audaz y
vanguardista es El Alto boliviano? El español Alex Ayala Ugarte da cuenta de
ese fenómeno en “La arquitectura esquizofrénica”, crónica que abre Hora
boliviana. El auge de la construcción, las ideas arquitectónicas heterodoxas y
el estallido de colores son producto de la bonanza generada por una suerte de
La Salada local, feria informal que reúne diez mil puestos de venta y mueve dos
millones de dólares diarios. Venidos del campo, los nuevos ricos que hicieron
su fortuna allí están habituados a dos cosas: los tejidos multicolores y el
festejo con petardos. De ambas parecen haber surgido los edificios de El Alto,
cuyo carácter explosivo dio nacimiento a la expresión “arquitectura cohetillo”.
En “Amarrados”,
Roberto Navia Gabriel (Premio Internacional de Periodismo Rey de España 2014
por su notable crónica “Tribus de la Inquisición”, no incluida en este volumen)
comparte, con cientos de pobladores del departamento amazónico de Beni, la
larga marcha que en septiembre de 2011 los llevó al Palacio Quemado, sede del
gobierno boliviano, en protesta por la construcción de una autopista que
atraviesa el parque nacional conocido como Tipnis, amenazando la supervivencia
de seis mil descendientes de pueblos originarios y dos mil especies de animales
y árboles en extinción. Crónica ejemplar, la de Navia Gabriel parece dar cuenta
de todo: el problema ecológico, el político (la marcha representó el
enfrentamiento de Evo Morales, descendiente de pobladores originarios, con sus
iguales) y el humano, con madres y niños como víctimas de una represión
policial que no perdonó a nadie.
Pero tal como
enseñara Talese, lo real no está hecho sólo de episodios medulares. Así, otras
crónicas del libro compilado por Barrientos se hacen tiempo para narrar, en
forma de diario, la evolución de la grave enfermedad muscular que sufre el
propio autor del texto en cuestión, la floreciente economía cocalera de la zona
del Chapare, las penurias de una familia de emigrados sometidos a trabajo
esclavo, el auge y caída de la venta de DVDs pirata, los recuerdos del mejor
amigo de Klaus Barbie o, faltaba más, los trabajos y los días de una familia de
cazafantasmas, miembros del Centro de Investigación de Parapsicología y
Ciencias Ocultas de Bolivia.
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De PERFIL, 26/02/2016
Imagen: Portada del libro
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