La visión más
simple sostiene que Bolivia se convirtió en la tercera pieza de dominó
derribada y que es el anuncio de próximas caídas en el vecindario. La elección
presidencial en Argentina y la legislativa en Venezuela fueron las dos primeras
que, según esa apreciación, comenzaron a marcar una tendencia. Los siguientes
pasos se darían en Ecuador con las elecciones generales y en Brasil con la
elección presidencial o con la destitución constitucional de la presidenta.
Aparentemente, la única pieza bolivariana que quedaría en pie sería la de
Nicaragua, donde parece que sigue vigente la técnica, patentada por los
siniestros Somoza, que garantiza larga vida a las familias gobernantes.
Como sugieren
esas afirmaciones, es altamente probable que los procesos electorales pongan
fin a los experimentos que se presentaron como revoluciones, refundaciones y
cambios de época. Una de las causas para esas derrotas –las ya ocurridas y las
que están por ocurrir– sería la crisis económica mundial. A ella aluden incluso
los propios gobernantes cuando buscan explicaciones para la caída en las tasas
de crecimiento o para el incremento en el desempleo. Pero, como ocurre con
todos los hechos políticos y sociales, las derrotas de los gobiernos de
izquierda no se deben a una sola causa. La crisis mundial es un factor
importante, pero no es el único ni ha afectado de igual manera a todos los
gobiernos. Si algunos han logrado minimizar sus efectos es porque han tomado
las decisiones adecuadas y demuestran que el entorno negativo internacional no
es una fatalidad.
Precisamente, el
gobierno del hermano Evo –como paternalistamente lo trata el líder– se
encuentra entre estos últimos. En todos los indicadores económicos marca
enormes distancias con los de sus compañeros de ruta. La situación boliviana
difiere significativamente de la crisis (que no se llama crisis) ecuatoriana y
se halla a años luz del caos venezolano. Esa diferencia se manifiesta no solo
con respecto a estos gobiernos, sino que es uno de los países latinoamericanos
que han enfrentado de manera más exitosa la caída de los precios de las
materias primas en el mercado internacional. Por tanto, la explicación para la
derrota hay que buscarla en factores distintos a los económicos.
Pero quizás más
importante que buscar explicaciones para la derrota es avizorar lo que puede
suceder en el futuro. Un punto de fricción será la selección de candidatos,
tanto en las filas gubernamentales como en las de oposición. La salida de Evo
configura un gran espacio vacío y abre oportunidad a múltiples posibilidades.
Otro conjunto de incógnitas se encuentra en el desempeño del Gobierno en los
cuatro años que le quedan de mandato. Queda por ver si mantendrá el cuidadoso
manejo económico o cederá a la seducción populista para asegurar la continuidad
con un candidato que, inevitablemente, no tendrá la capacidad de liderazgo del
hermano Evo. Finalmente, habrá que ver si mantiene, durante los cuatro años, la
voluntad de acatar el resultado del referendo o encuentra, como lo hizo Chávez,
un resquicio para volver. ¿En realidad cayó la pieza del dominó? (O)
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De EL UNIVERSO (Ecuador), 29/02/2016
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