Sunday, February 21, 2016

MY DEATH

JAVIER VAYÁ ALBERT

Ya saben como funciona esto; te levantas por la mañana, te lavas las legañas y en el rectángulo ese de enfrente, salvo casos devampirismo súbito, ensayo de ceguera o criminal resaca, deberías ver tu rostro. Deforme y ojerosa, asimétrica y pálida, pero al menos es tu jodida cara, y el resto del cuerpo que no desmerece el conjunto y la acompaña.
Pues resulta que no. Que ya hace demasiado tiempo que por más que mire y busque no me encuentro. Ni tan siquiera un resquicio borroso de ese algo que antes estaba allí, para mal o para bien. Un reflejo de perpetua derrota, la constatación cotidiana y rigurosa del más estrepitoso fracaso, y los putos ojos de sapo que fue todo lo que me dejó mi padre antes de largarse a por tabaco. Y con todo un yo al que aferrarse como estúpido clavo ardiendo. Un por supuesto ahora desvanecido.
Todos mis ahoras se van desdibujando en pasados.
Si la fe mueve montañas, la desesperanza hace danzar galaxias.

Quien sabe. Tal vez como leí ayer al magistral 
Vicente alguien mató algo. El caso es que ese alguien estaba tan tranquilo y yo le puse el arma en la mano, tiré de su dedo sobre el gatillo y apunté a mi pecho. Víctima y verdugo del crimen perfecto. Por lo visto millones de daños colaterales se toman justa venganza planeada en la última reunión de la comunidad de vecinos del infierno.
Merecido.

Quien sabe. Tal vez como escribe el genio de 
Pablo, me he dado cuenta de que todos estamos muertos. Quizá se acercó, un día delluvia que no recuerdo, a dejar sobre mi tumba "un ramo de rosas negras de esas que solo existen en los sueños de los poetas". Y elpobre Iván deba recitar solo el miércoles que viene. Menuda putada, bro, ya conoces lo inoportuno que soy.
Si es eso, si me he muerto, tengo la sensación exacta de que se trata de algo intermedio entre lo mejor que podía pasar y una gran faena.
Pero bueno, ya conocen mi tendencia a la afectación y el dramatismo.
Tal vez deba aprovechar que no existo y hacerme el duro. Escribir algo sobre el cadáver de cupido flotando sobre el río Hudson y los interventores de El Corte Inglés de luto. Estas cosas suelen quedar muy bien y dan prestigio para el competido puesto deheredero de Bukowski, siempre que jamás hayas leído a Bukowski, claro.
Esas cosas que escriben todos ustedes descojonándose del amor una víspera de San Valentín. Hasta que claro, un buen día una boca (y el resto del hermoso conjunto que por dentro y afuera no desmerecen y acompañan) se les queda atravesado en la garganta como un trozo de pollo. Y entonces se ahogan y dejan de encontrarse en el espejo.
Y escriben gilipolleces.

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Extractado del texto de Pablo Cerezal (La noche más oscura/VISLUMBRES DE EL DORADO, 13/02/2016)


Imagen: Arnold Bocklin/Autorretrato

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