Acabo de recibir
una invitación de la revista argentina Siwa para escribir sobre algún viento.
Lo voy a hacer sobre el del sur, ese haizegua atizaseseras que
ha soplado estos días pasados en Baztan, viento que inquieta, invita al viaje,
a alquilar el cerebro a los disparates y a andar como si no pisaras el suelo.
Cuando una puerta
se cierra, otra se abre, escribía hace unas semanas. Algunas están siempre abiertas,
salvo que tú las cierres, dando portazos encima, no diré que a mi edad todos
los caminos están abiertos, pero los horizontes son anchos salvo que tú los
achates y vuelvas la cara contra la pared, aunque también ahí, en las capas de
cal y azulete del muro, hubiera mapas, puertas que te llevaban lejos, mares o
cementerios, tanto daba. Viajes, mundos, mapas, territorios, vidas,
pájaros, pasos perdidos, muchos, exilios interiores, ausencias, extravíos de
antes de darte cuenta de que no hay camino y que eso no tiene arreglo... Islas
Flotantes, las de No existe tal lugar.
Una sombra ya
pronto serás, de Héctor
Olivera, sobre la novela de Osvaldo Soriano. Vías muertas y viajes en balde,
empeños de pacotilla, fugas en las lejanías que son callejones sin salida: «lo
que nos atraía era mirar nuestra propia sombra derrumbada y quizás pronto nos
íbamos a confundir con ella», se le oye decir a quien no se llama Zárate.
«¡L’aventura e
finita!»
Tesoros
esfumados, amigos muertos o fugados en el tiempo, circos en derrota,
liquidaciones por derribo y cerrados por defunción de ganas, funambulismos sin
red y sin maroma, ilusiones perdidas en malos envites, partidas de truco
amañadas, pillerías de supervivencia, descaros y palos, muchos.
«¿Todavía va para
Bolivia?» –pregunta quien no se llama Zárate tras la última batalla perdida.
«¡Imagínese,
ahora más que nunca!» –exclama Coluccini con entusiasmo, como si la
resurrección fuera más importante que el propio triunfo, la gran conquista.
Para dónde tirar,
en qué vía muerta andas perdido, por qué malos caminos te metiste, qué errores
graves sabes que no terminarás de pagar nunca y que van a ir contigo en un
equipaje que no puedes dejar en consigna alguna... si no sabes jugar al truco
no juegues, porque lo tiene, y tú no sabes ni las reglas más elementales, ni
cómo guardarte el as en la manga, admite que juegas con dados de plomo y dedos
huéspedes...
Habla Coluccini,
tierno, vibrante, vehemente desde la desdicha:
«¡Uuuh, nunca se
entregue! Yo soy un viejo rutero. Siempre hay una última maniobra, un golpe de
volante, un rebaje, un algo... ¡Pero nunca el freno! ¡Usted pise el freno y
está perdido!»
Aunque sea una
Bolivia de papel, aunque la aventura haya acabado, aunque el horizonte se haya
achatado, lo dice Coluccini: hay un momento para retirarse antes de que el
espectáculo se vuelva grotesco por mucho que el público pida otra, que acaba
siendo la de la burla. Pide tú la espuela, para el camino, alarga el tranco y
¡ospa!... Cuando la aventura se acaba te vas para Bolivia, aunque esta ya
figure en otros mapas. Regresar es irse, etcétera, no hay que pisar el pedal
del freno, «guarda con los perdedores», etcétera... En cualquier esquina te
venden «cualquier cantidad» de Bálsamo del Tigre (auténtico). [De Rumbo
a no sé dónde, 21.8.2015]
__
De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 13/02/2016
No comments:
Post a Comment