MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
A propósito
de Jean-Edern Hallier, recupero esta nota publicada el 27 de abril de
2009 en la anterior ubicación del blog.
EN ese edificio de la plaza del Estudiante, de La Paz, frente al monumento a Sucre, estaba el café donde se reunía, en los años setenta y comienzos de los ochenta, el nazi Klaus Barbie con el mercenario italiano Delle Chiaie y otros, que trabajaron para los servicios secretos españoles de 1976 y participaron en los crímenes nunca del todo aclarados de Montejurra.
Por cierto, que hace unos días, alguien con hábitos de hablar sobre seguro, me dijo que Sixto de Borbón había andado hacía no mucho por Santa Cruz de la Sierra, siempre en compañía de gente dudosa, que parece ser lo suyo.
En ese café se reunían paramilitares y golpistas, mercenarios argentinos e italianos, gentes de los servicios secretos franceses (Memorias del general francés Aussaresses, instructor de torturadores), y hasta españoles, junto a jóvenes airados con alma de parásitos sociales... figurantes todos de una novela boliviana que todavía nadie ha escrito.
Barbie vivió
muchos años en Bolivia, lo nombraron teniente coronel honorario del ejército,
hizo trabajos sucios y negocios más sucios todavía.
Solo fue detenido en 1986 y entregado a los franceses gracias a los esfuerzos de Gustavo Sánchez Salazar, El Chino, otro personaje de novela que escribió Criminal hasta el final, Klaus Barbie en Bolivia(1987). La participación de Barbie en el golpe de estado de García Meza y en la bárbara represión que lo acompañó, está más que comprobada.
De aquella época de los nazis en Bolivia va quedando muy poca memoria. Unos vivieron sin ocultarse en ciudades como La Paz, Cochabamba o Santa Cruz, otros se perdieron en el oriente. y fueron desapareciendo poco a poco. Uno de los últimos en fallecer fue Hans Ertl, el llamado "fotógrafo de Hitler", aunque tal vez no lo fuera.
Álvaro de Castro, guardaespaldas o lugarteniente de Barbie, suele caminar Prado arriba y abajo hecho una ruina andante, como un espectro. A veces para en la terraza que se instala delante del muy literario Hotel Copacabana.
En esa terraza que solo dura unas horas, en El Prado paceño, se suele reunir una gente de aspecto indeseable, expatriados, tránsfugas, alemanes, gringos, no precisamente izquierdistas, de mirada y maneras torvas, a la que un amigo califica, de manera benévola, como "de otra tradición".
Yo me figuro que el escritor Jean-Hedern Hallier, de vida de verdad estrepitosa, cuando viajó a La Paz, habría pasado por ese hotel o por el café de la Plaza del Estudiante. He preguntado mucho por él a gente que estuvo en la política en esa época y no he encontrado muchas pistas fiables. O no lo conocen o lo sitúan en ese café de la plaza, pero sin mucho fundamento.
Solo he conocido a un boliviano que lo hubiese tratado de manera directa, pero este lo conoció en París, en la brasserie de Saint-Germain, Chez Lipp. Chez Lipp queda muy lejos de Bolivia.
Es difícil seguir
los pasos de Hallier, pero si algo de cierto hay en su vida es que no le hacía
ascos a nada.
Su izquierdismo era una impostura o una fantasía, y es mucho más probable que en Bolivia hubiese intentado hacer contrabando de cocaína que política de resistencia. Nunca le levantaron la acusación de haberse quedado con dinero del MIR chileno.
Su paso por La Paz hay que situarlo a mediados de los setenta, en la dictadura de Bánzer, pero leyendo sus impresiones y fantasías bolivianas, estas son tan superficiales, tan de guía turística convencional, que estás tentado de pensar que no estuvo nunca. Hallier, otro crápula de la cultura cuya obra literaria se adelgaza a la par que crece su leyenda.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor)
Ahora mismo escribía sobre American visa y Toda la noche la sangre, de Juan de Recacoechea, y de cuando el reca me contó de cómo se mató el Mosca Monroy, la de veces que me he puesto a esa novela y la he dejado... Hallier era un pillo y no me queda muy claro el episodio de la avioneta para sacar coca de Bolivia, aunque conozca a quien le ofrecieron un sueldazo por encargarse del abastecimiento de una pista de aterrizaje... pero esta es otra historia (me disfrazo de bodeguero de Irma la dulce).
ReplyDeleteEsa novela nos la debes, MIguel. Tiene que escribirse. Sobre todo ahora que el pasado se desvanece y pareciera que no hay otra cosa que un presente bufón.
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