Monday, April 30, 2018

El amor derrotado: La vida me duele sin vos

RODRIGO VILLEGAS RODRÍGUEZ

“Amor, así se llama ese misterio. No vaya a ofenderse, pero Daniel está más dispuesto al harakiri que... dicho sea de paso correctamente se llama seppuku. Si me permite, yo diría, en un lenguaje acrobático, que Daniel camina entre el amor y la falta de amor. El amor y la ausencia. Parece que hay una cuerda al medio que sólo a él le interesa. Yo no conozco a otro humano así, no vaya a ofenderse”.

Daniel Estofán. Da, para Plá. Sociólogo, mucho gusto. Paria. Poeta. Piel blanca. Abarcas, morral de aguayo, coca y cigarro. Reciclador de mensajes escritos en papeles en la calle. Loco. Enfermo. Fracasado. Personaje. Humano.

Plá. Mujer, planeta, órbita por la cual giran los hombres. Una rubia cuarentona. Esposa. Madre. Amante. Un grupo de amigos que se reúne en su casa y charla acerca de la literatura, filosofía, vida. Sociólogos, curas, infieles y casados. Daniel. Plá.

Veinte años más tarde su historia se repite. Un remolino. La Vida me duele sin Vos.

En 1998 Gonzalo Lema (Tarija, 1959) ganó el primer Premio Nacional de Novela con su libro La Vida me duele sin Vos (Alfaguara, 1998). Hoy, veinte años más tarde, el Grupo Editorial Kipus reedita la novela en una edición conmemorativa. Sin embargo las portadas – la del ‘98 y la más reciente – coinciden en la puesta en escena: sillones, alfombra, una mesa con libros y trago encima y la femineidad en el ambiente. Nada ha cambiado. El mundo no cambia.

Lema es un encumbrado de la ficción boliviana. Sus novelas han sido premiadas tanto en nuestro país como en el exterior: La huella es el olvido (1993) fue finalista en el Concurso Casa de las Américas, Cuba, y su más reciente novela Que te vaya como mereces obtuvo el premio L’H Confidencial de Novela Negra 2017. La Vida me duele sin Vos fue una de las obras que lo puso en el sitial que se merecía. 

Melancolía. Quizá es la primera palabra, así, a la primera, con la cual puedo definir a La Vida me duele sin Vos. Pero una melancolía alegre. Extraña. Real. Como cuando nos reírnos de nuestras derrotas. Se dice que para no llorar en el intento.

Daniel no puede amar. Como una enfermedad crónica, levita entre la felicidad y la plenitud adjudicándose la primera y defenestrando a la segunda (“La felicidad existe. Está en al abrazo a la madre, al hijo, al esposo, al amante. La plenitud, en cambio, es un discurso de curas”).Víctima de lo ideal, de lo que no existe más que en una juventud en fase final.

“Soy el primer hombre sin sentimientos, usted entenderá. Inclusive Hitler tenía lo suyo, o Stalin, o San Román, dentro de cierta referencia local. Peor los San Agustín o San Ignacio de la cosa. Ni siquiera quiero a las cosas, como alguna gente. Nada. Parece que es el problema de una arteria bloqueada, complicada con una úlcera de duodeno. Algo así”. 

Plá es la única que parece poder curar a Daniel, casado con María Elizabeth, a la que no quiere, la futura madre del hijo que no desea. Plá, la amante, Plá, la guía, Plá, el placer. Plá, la felicidad.

“¿El amor, Daniel? ¿El fastidio de vivir así? ¿El sin–sentido de la existencia? ¿La frustración y la mediocridad? ¿Por qué no como, por qué no duermo? ¿El sentido de culpa? ¿La práctica del adulterio? ¿Por qué me quedo mirando esta gota de rocío a punto de caer del pétalo? ¿Qué me interesa? ¿En qué pienso cuando pienso? ¿Temor al fin? ¿Pérdida de goce por la aventura? ¿Plá?”

Existencia. Lema, a través de Estofán, escribió una radiografía del conflicto del hombre: ¿Qué hace uno aquí? ¿Para qué está? ¿Para emborracharse y leer y hacer el amor? Parece la respuesta más simple – y atractiva – de Daniel. Pero no está completa. No la logra definir, establecer. La tristeza es suprema. Se lleva todo. Los años. El futuro que nos guiña cada vez con más fuerza, con menos espacios de tiempo (“Ya somos seres tristes. Cuando lo descubrimos somos más tristes aún”).

Amistad. El Club de los Jueves. Reuniones en la casa de Plá. Serrat como música de fondo. Alcohol y abrazos. Palabras y dagas. La amistad como el refugio.    

Locura. Charla en el manicomio donde, por diferentes circunstancias, por un tiempo, habita Daniel: “¿Tú eres loquito, borrachín o drogadicto?/ Loquito y borrachín – dijo Daniel echado sobre el pasto descalzo –. Pero aquí me están tratando la falta de sentimientos”.   

Vacío. La edición conmemorativa llega a llenar ese espacio – la edición de Alfaguara es casi imposible de conseguir – que había quedado vacío. Como el amor. Como los años. Abolir el futuro. El futuro es hoy.     

Daniel Estofán. Plá. Su historia. Su novela.

(“Alguna vez había soñado poder escribir. Al final, por lo menos en apariencia, había terminado viviendo esa novelita destinada al papel”).

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De TENDENCIAS (LA RAZÓN/La Paz), 29/04/2018 

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