Hay una versión
de “Espantapájaros” (“Scarecrow”, 1973) para cada momento de la vida. Incluso
para la niñez, aunque cuenta con un par de desnudos fugaces que nunca superarán
la mirada lasciva de Frenchy (Ann Wedgeworth). Pueden verse como las aventuras
de un par de buscavidas a quienes sus intentos por surgir provocan una sucesión
de carcajadas en quienes los rodean. También como dos libertarios dispuestos a
hacer de sus destinos lo que les plazca corriendo todos los riesgos posibles. O
como un par de amigos que acumulan tantos planes como problemas en una
alternancia que acaba arruinándolo todo. Supongo que en la vejez será un
compendio sobre el sinsentido de la vida, pero eso ya no será ninguna novedad
ni exclusivo de esta película.
Max (Gene
Hackman) es un ex convicto que viste varias capas de ropa para capear el frío
que siente de manera crónica. Planea instalar un negocio de lavado de autos en
Pittsburg del cual alardea cada vez que entra en confianza y, ante la mínima
objeción, ofrece puñetazos. Lionel (Al Pacino) es un ex marino sin trabajo que
sólo ansía llevarle un regalo a su hijo en Detroit, que abandonó cuando su
novia quedó embarazada. Como desconoce si es un niño o niña, le lleva una
lámpara que podrá servirle por cualquiera de los casos. Lionel no es demasiado
listo ni fuerte, lo que suple haciendo payasadas para que el resto se ría.
Entre estos, el propio Max, que transita hacia él primero con antipatía, luego
hacia el compañerismo y finalmente a la fraternidad.
Al momento de su
estreno, “Espantapájaros” fue eclipsada por otros clásicos del cine pues era el
momento de mayor esplendor de la generación de los 70 –Coppola, Scorsese, De
Palma, Spielberg y George Lucas- y aunque no es fácil toparse con ella en
recuentos, retrospectivas ni menos reestrenos, cuando ocurre uno se percata que
esta historia sobre marginales ha envejecido de buena manera y cuenta con
momentos estremecedores. Como cuando Lionel regresa masacrado por un reo que
intentó violarlo dentro de la cárcel y Max lo acoge antes de cobrar revancha
por su amigo. O el rostro de desazón de Max cuando Lionel da rienda suelta a su
locura al interior de una pileta luego de fracasar su intento por recuperar a
su familia.
Aunque cuenta con
una decena de películas, Jerry Schatzberg no es recordado en las reseñas como
un director de éxito y se menciona más bien su actividad de fotógrafo. “Espantapájaros”
contribuye a revertir este prejuicio.
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De EVOLUCIÓN DE
LA ESPECIE (blog del autor), 24/04/2018
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