CARLOS CRESPO *
El río Rocha es
parte de la bioregión del valle de Cochabamba, entendiendo bioregión como el
terreno geográfico y un terreno de la conciencia –a un lugar y las ideas que se
han desarrollado acerca de cómo vivir en aquel lugar-. El Rocha está conectado
a la historia socioambiental del valle. Una de las fuentes de esta historia se
halla en la literatura regional, aquella que hace referencia o está ambientada
en el valle de Cochabamba, particularmente la ciudad. Un ejemplo es la
clásica novela de Nataniel Aguirre, “Juan de la Rosa”, ambientada a principios
del S XIX.
En la novela
“Juan de la Rosa”, el río Rocha aparece en diversos momentos de la trama, como
paisaje de fondo donde transcurren pasiones, hechos, pero también como actor de
la historia. Al mismo tiempo, desde la novela, podemos visualizar el paisaje
del río, sus usos e interacciones hombre-naturaleza, a principios del S XIX.
Veamos.
El río Rocha, al
no estar canalizado formaba verdaderas barrancas; la mamá de Juanito, el
protagonista, gustaba pasear diariamente por “las barrancas del Rocha
fronterizas a Calacala” (pp. 21) evidenciando además que el Rocha en esa época
era un espacio lúdico y de recreación general. De hecho, el río ha sido el
lugar ideal de diversión infantil, no solo por el agua, sino el disfrute de los
dones productivos en las chacras vecinas: Juanito recuerda que luego de la catástrofe
de la colina de San Sebastián, se entregó a la “vagancia, al robo de frutas
maduras e incitantes en los huertos y jardines de las orillas del Rocha” (pp.
170-171). Durante otro día de vagancia, Juanito recuerda, junto a su amigo
Luis: “trasportamos de la orilla del Rocha hasta el centro de la plaza de San
Sebastián una hermosa jarca de tres varas de alto, y la
plantamos allí, prometiéndonos regarla todos los días.” (pp. 172). Seguramente
este es uno de los primeros actos de conservación forestal, narrados
literariamente, en la historia del valle, pero también destacar que la
jarca era una especie arbórea del valle presente en el río, hoy prácticamente
inexistente.
El río Rocha ha
sido un indicador bioclimático; desde noviembre a abril se ponía lleno,
vibrante y festivo, mientras que en septiembre y octubre, el sol sediento, en
el lenguaje poético de Aguirre, se bebía, como hoy, “toda el agua del Rocha y
de las lagunas”. (pp. 170)
A principios del
S. XIX, el río Rocha dividía radicalmente la ciudad con la posteriormente
llamada “campiña” de Cala Cala. Durante la batalla de Amiraya, Juanito se halla
apostado en una loma/cerro, desde donde puede contemplar el valle, y
“la reina de
aquellos valles, la ciudad de Oropesa de Cochabamba…. Al frente de la ciudad,
separado de ella por el lecho del Rocha,… se extendía, en fin, hasta cerca del
pie de la cordillera, adelantándose hasta el mismo por la quebrada de Taquiña,
el frondoso vergel de Calacala, sobre cuyos bosques de eterna verdura se
levantaban dos o tres grandísimas copas de diez veces centenarios ceibos.” (pp.
105).
En el texto,
Aguirre admira y se apasiona con el paisaje valluno, y exclama “-¡Oh!, ¡qué
hermoso!”. Está señalado este rol de borde que cumple el río Rocha en la imagen
de la ciudad de Cochabamba, reproducido hasta hoy –con sus particularismos-,
además que visualiza la relación del ecosistema acuático con el vergel
calacaleño, donde “quebradas”, o “cuencas” en el lenguaje de hoy, como Taquiña,
están conectadas. Esta función de borde se observa también en el momento en
que, luego de la derrota de Amiraya, Juanito debe restablecer sus heridas en la
casa de un indio, quien luego de dos días le conduce “hasta la barranca del
Rocha en su borrico”, desde allá continúa camino al convento de San Agustín
(Hoy Teatro Achá), donde vivía Fray Justo, su apoderado (pp. 125). Asimismo,
luego de la derrota de la colina de Sebastián el gobernador Antezana se refugia
“en el convento de la Recoleta, situado fuera de la ciudad, a la otra orilla
del Rocha” (pp. 247). La Recoleta era un entorno rural, vinculado con el río,
otra vez, como un borde.
El entorno rural
del río en la narración, también fue testigo de la conspiración patriota: “En
medio de un campo de cebada no acabado de visitar por la hoz”, durante uno de
los paseos diarios con su madre “por las barrancas del Rocha”, ven
“a caballeros
respetables como don Francisco del Rivero, don Bartolomé Guzmán, don Juan
Bautista Oquendo y otros cuyos nombres solo supe después, jugando al parecer al
escondite; pues tendidos los unos en el suelo y puestos otros en cuclillas,
para acechar estos no sé a quién, se hacían señas de guardar silencio unas
veces y se reían otras, tapándose al punto la boca con las manos. “ Fue Fray
Justo, su amigo y protector, quien se hallaba también en la reunión, que les
ruega “—No digáis a nadie que nos habéis visto y alejaos al momento”(pp. 21).
Durante la
batalla de Amiraya, el niño narra cómo, para enfrentar a Goyeneche y sus ocho
mil hombres, “todo el ejército de Cochabamba se encontró reunido en el llano de
Sipesipe, cerca del río Amiraya, que es el mismo Rocha engrosado por el Sulti,
el Anocaraire, el Viloma y todos los torrentes del valle, antes de abrirse paso
por la quebrada de Putina.” (pp. 112). Para el asalto a la colina de San
Sebastián las tropas de Goyeneche (“más de 5 mil hombres de las tres armas”)
formaron en batalla, “apoyando su derecha en el Ticti y su izquierda en las
barrancas del Rocha, para adelantarse a paso de carga, de modo que las alas
fuesen describiendo un semicírculo y se uniesen al fin al otro extremo de la
colina de San Sebastián, encerrándola en un círculo de fuego y de acero, que se
estrecharía destruyendo sin piedad a los patriotas.” (pp. 218). Fueron crueles
derrotas, de las que el río Rocha fue testigo. La venganza de Goyeneche es
retratada por Aguirre, y el río otra vez aparece en la tragedia independentista
valluna: Juanito va corriendo por la “calle de Santo Domingo abajo (hoy calle
Gral. Achá), “y no me detuve más que al llegar al fin de ella, cerca a la
barranca del Rocha, no por mi gusto, sino porque vi, también, clavada allí otra
cabeza, la del patriota Agustín Azcui, sin duda.” (pp. 273).
A manera de
cierre, el río Rocha es actor, contexto y paisaje en la narración de Nataniel
Aguirre, muestra al Río Rocha en ese periodo (inicios S XIX), su estado,
paisaje, flora, fauna, usos, en fin, su relación con la ciudad, con la
bioregión valluna. El Rocha, como la mirada de Juanito ilustra, ha estado
integrado al paisaje urbano, a la vida de la ciudad, sus playas integraban a la
ciudad y el río; las cuencas de la cordillera alimentaban su cauce, y sus aguas
regaban los huertos y sembradíos cercanos; pero también ha sido un espacio
lúdico, de travesuras (como robar de los cultivos cercanos) y de paseo,
natación. Un referente espacial de la población, un espacio de encuentro, pues
ricos y pobres, criollos, cholos, indígenas accedían, utilizaban y disfrutaban
los servicios ambientales del ecosistema acuático; en términos de Kevin Lynch,
el rio constituía un hito de la ciudad. Pero, al mismo tiempo, desde la
fundación de la ciudad de Cochabamba, el Rocha ha operado como un borde, un
muro imaginario que separa la ciudad del entorno o paisaje rural, como la
campiña calacaleña al norte o los sembradíos de La Chimba, al sur oeste. El
ejemplo de la novela “Juan de la Rosa”, por tanto nos muestra que desde
la literatura de y sobre Cochabamba, es posible (re)construir la historia
socioambiental del río Rocha, la cuenta larga de la relación de este ecosistema
acuático con la población local, en diversos momentos.
Finalmente, para
Nataniel Aguirre, el río Rocha, como testigo de tragedias como Amiraya o San
Sebastián, durante la guerra de la independencia, es parte de la construcción
histórica de lo que se conoce como Bolivia.
Bibliografía
Aguirre,
Nataniel (2005/1885) Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la
Independencia. Caracas: Fundación Biblioteca
Ayacucho, 292 pp.
* Responsable
del Centro de Estudios Superiores Universitarios – Responsable Medio
Ambiente CESU-UMSS
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De INMEDIACIONES, 06/04/2018
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