MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Si el ministro
Margallo compara a Puigdemont con Hitler, y otros de la misma tropa a los
independentistas catalanes con ETA, podemos los demás establecer las
asociaciones que mejor nos parezcan a la vista de sus andanzas.
«Los novios de la
muerte» fue una cuadrilla de mercenarios y delincuentes de varia nacionalidad,
que actuaron como hombres de mano en el narco-golpe boliviano de 1980 a las
órdenes del nazi Klaus Barbie. Entre ellos, un protagonista (famoso) de los
hechos criminales de Montejurra 76 y un ex legionario del Tercio español, si no
dos, que está refugiado en la Costa del Sol, qué casualidad, dedicado al
coleccionismo de armas y a los homenajes patrióticos.
En todo caso,
como demuestran los documentos gráficos que se conservan, al menos tres de
aquellos delincuentes lucían en su uniforme insignias del Ejército español:
Tropas nómadas y Goes (guerrilleros)... supongo que ese detalle no habría
pasado inadvertido a la Embajada española.
Las tropelías que
aquellos novios cometieron en Bolivia lo fueron con la música de fondo y de
carga del «Soy el novio de la muerte», su himno oficial, berreado sobre todo en
un famoso burdel que era su cuartel general.
Como he dicho
somos muy libres de establecer las asociaciones que nos venga en gana cuando
una noticia como la patriótica astracanada de los ministros entonando ese himno
guerrero que, en tiempos, era muy de bar de trueno y de gente que, padeciendo
el prurito militar, había eludido por listos, por familia, por apellido el
servicio militar.
Soy el novio de
la muerte no es una canción cualquiera. La cante quien la cante está mucho más
asociada al Tercio de extranjeros, fundado por Liniers y Millán Astray, y a la
Legión, y esta a las atrocidades cometidas en Asturias en 1934 y en la guerra
civil, tanto en Andalucía o Extremadura, como en el norte, cuando llegaron, que
en pretendidas misiones humanitarias de cuyo contenido nada que no sea
publicitario sabemos, a la espera de que haya periodistas o cronistas de verdad
independientes que sobre el terreno se informen y nos informen del qué y del
cómo, al margen de las políticas engañosas del Gobierno.
Las heroicidades
marroquís de La Bandera, la novela de Pierre Mac Orlan llevada de
manera irreprochable al cine por Duvivier, quedan muy lejos. ¿Qué intereses
defendían aquellos soldados que sufrieron lo indecible en el Rif? Por cierto,
cuando se estrenó en Pamplona la película, el 3 o 4 de agosto de 1936, hubo
bronca en el cine.
Ver a tres
ministros de un país europeo, no confesional, berreando y sacando pecho en una
mojiganga patriótica-religiosa en la que se mezclan churras con merinas, no es
solo grotesco, sino también indignante, aunque esa indignación a nada conduzca.
Cada vez son más los que aplauden o comparten este neomilitarismo autoritario,
revuelto con brochazos religiosos a ser posible milagreros, convertido el
conjunto en Tradición, es decir, en tabú. Esto, a mi modo de ver, dibuja un
país que no ha roto con su pasado y que sobre los cimientos de una dictadura
está edificando un régimen turbio. Con ese canto sale a relucir el verdadero
rostro de un ministro de Justicia, de otro de Cultura, de otro de Interior...
como si hiciera falta. No dejan pasar un día sin que sepamos quiénes son.
Y ese himno
tenebroso, con no ser el oficial de la Legión, es ampliamente compartido de
manera arrebatada por un paisanaje poco proclive a la reflexión independiente,
laica, y al celo cívico, y sí a la chulería del matarife o del torero, empleada
siempre contra un enemigo fraternal. Un paisanaje que necesita episodios épicos
que tienen a algún enemigo real o ficticio como objetivo... otros también
tienen los suyos. A cada cual su épica y sus himnos.
No quiero
creerlo, pero voy viendo que cada vez son más las cosas que nos separan que las
que nos unen, salvo que comulguemos con la doctrina gubernamental del día o
vayamos en cuerda de presos... y sobre todo que respetemos en silencio
reverencial las ideas y creencias del prójimo mientras este hace burlas de
máscaras destrozonas con las nuestras.
*** Artículo
publicado en Diario de Noticias de Navarra (Grupo Noticias) el
1.4.2018
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