Monday, April 30, 2018

Sánchez-Ostiz: “Para qué inventarse mundos imaginarios si están en La Paz”

FERNANDO F. GARAYOA UNAI BEROIZ

PAMPLONA- “¿Para qué inventarse mundos imaginarios si están en La Paz?” afirma Miguel Sánchez-Ostiz, quien ha realizado, hasta el momento, once viajes a la capital oficiosa de Bolivia. “Y volvería ahora mismo”, apuntaba ayer al terminar la presentación de Chuquiago. Deriva de La Paz, el libro en el que da buena cuenta de ellos haciendo una radiografía de la citada ciudad boliviana al más puro estilo Sánchez-Ostiz: ese en el que priman las personas y las historias; ese en el que se cruza la risa con lo más descarnado del ser humano; ese en el que los ojos y oídos del navarro se han convertido en radares de última generación capaces de captar hasta el último detalle.

Presentado por Pilar Rubio Remiro, su editora en esta ocasión (La línea del horizonte), Sánchez-Ostiz regaló ayer a los congregados en la librería Walden de Pamplona un declaración de amor por La Paz cargada, cómo no, de aventuras y desventuras. El escritor recalcó que la intención de este libro “no era decirles a los paceños cómo es La Paz, porque eso me parece una grosería. Algo que pasa mucho en Bolivia, donde los viajeros extranjeros siempre saben lo que tienen que hacer los bolivianos... Yo en cuanto oigo eso me escapo”. Un premisa que le dio pie a describir someramente una ciudad “muy compleja, en la que conviven indígenas originarios, tanto aimaras como quechuas, más una población económicamente muy fuerte, los cholos, los mestizos. Y a todos ellos se suman los blancos, que escapan de los dos colectivos anteriores; gente que fue rica y poderosa, y ahora ha dejado de serlo”. Dicho esto, a Sánchez-Ostiz le brillan los ojos cuando de verdad hunden sus recuerdos en la ciudad: “La Paz es un circo. Cuando sales a la calle tienes que estar abierto a lo insólito, a lo chusco, a lo que te va chocar sin remedio ni misericordia. La verdad es que yo me lo paso bomba. Luego tiene una arquitectura, que Gómez de la Serna definiría como cataclismática, es un desdiós con rascacielos de cristal y metal, callejones, tierra y griterío. Otra cosa que también se ve mucho es algo que no me gusta, la justicia comunitaria... Hay una afición al linchamiento poderosa; en este sentido, el europeo aplaude cosas allá que si lo hace aquí se le sublevarían”.

ONCE VIAJES DESDE 2004 Sánchez-Ostiz recordó que aterrizó en La Paz, por primera vez, “de casualidad (en 2004), vía Chile. Estaba en Valparaíso, donde había terminado un libro sobre la isla Juan Fernández, cuando pasé por una agencia de viajes y vi un viaje muy barato de una semana a La Paz. Y como tenía unos días, me fui”. Aquello se convirtió en un viaje iniciático que desembocó en un sinfín de historias y amistades. “Cuando llegué por primera vez La Paz, la ciudad está cercada, con la Alcaldía ardiendo y barricadas por todos lados. Nos detuvieron y nos obligaron a construir una barricada para que aprendiéramos lo que era trabajar, y así nos dejaron libres. No tenía mucha gracia porque sus machetes no inducían a la risa y las señoras tenía una puntería del carajo con las piedras”. Una primera estancia que acabó con Sánchez-Ostiz sufriendo un secuestro exprés (de los que ha sufrido varios intentos posteriores). “Algo habitual allí. Se te acerca uno, te dice que es policía, te meten en un coche y hacen contigo lo que les da la gana. A mí simplemente me pelaron, me dieron un golpe y me tiraron en descampao”. A pesar de todo eso, dos años después regresó a La Paz, y si la primera experiencia fue “con el pie izquierdo”, la segunda fue “con tres pies derechos. Empecé a conocer gente estupenda, muy generosa, que me ha abierto puertas en todos lados, que me ha asesorado, con la que me he divertido mucho y con la que me he sentido muy querido, estimado y respetado en mi trabajo”. El resultado fueron nueve viajes más, “vamos que no es una cosa de turismo. Porque una cosa el turismo, que te llevan a Tiguanaco o al Salar de Uyuni, y otra convivir con bolivianos en su salsa”.

El libro da buena cuenta de muchos de estos personajes, entre ellos Ramón y Enrique Rocha Monroy, “que fueron políticos en la revolución del 52. Ambos tenían un truco muy bueno para escribir novelas, que era hacerse con los sumarios de casos famosos y casi los fusilaban”.

LA DUREZA DE LA PAZ
Chuquiago, como no podía ser otra forma, también recoge el lado duro de La Paz, reflejado principalmente por su cárcel y su cementerio. De la primera, la prisión de San Pedro, Sánchez-Ostiz explicó que se puede visitar “pagando 35 dólares. Allí fui a ver a un preso político, Leopoldo Fernández, gobernador de Pando, acusado de genocidio por muerte de no se sabe cuántos campesinos. Se lo achacan a él y no me lo creo, porque lleva un montón de años en la cárcel y todavía no le han dado ni la sentencia”. El escritor se encontró con un lugar en el que los presos viven con sus familias hasta el punto de que “no sabías quien estaba preso o no. Es como un termitero en el que hay lavanderías, bares... todo de un cutre que tumba”.

Los cementerios y la morgue son la otra cara de esa oscura moneda. “La morgue no te pone los pelos de punta porque, realmente, lo que ves es tan espeluznante que te bloquea. Si eso es lo que van recogiendo durante las noches, te hace pensar qué sucede en ese mundo de miseria”. Y luego están los cementerios, “muchos clandestinos”, en los que se vive el rito de desenterrar a los muertos y “llevarte una parte para guardarla debajo de la cama”.

HISTORIAS DE LA PAZ
El ‘fraile’ Sánchez-Ostiz. Rememoraba el autor que en La Paz le suelen confundir no pocas veces, “con un fraile. ‘Padre, bendígame este retablito’. ‘Padre quiero recogerme en confesión’. Hasta un cura me confundió con otro cura y me dijo: ‘Padre, celebramos allí arriba’ (risas).

Sus frases. El escritor navarro dejó frases para el recuerdo: “Bolivia, desde su independencia en 1821, es un país sin hacer, sin construir”. O, “a un país lo conoces haciendo cola en inmigración”. Y también sobre su profesión: “Soy incapaz de escribir una novela convencional porque en la segunda página me entra la risa”.

Klaus Barbie. “Conocí al que lo detuvo y también a Carlos Soria Galvarro, biógrafo del Ché Guevara y que fue el que viajó en el avión con Barbie hasta la Guayana”. También recordó al grupo paramilitar Los Novios de la Muerte, “que utilizaban insignias del ejército español y estaba dirigidos por Barbie. Me regalaron una foto de estos en la que, entre otros, aparecía Stefano delle Chiaie, que aquí en Navarra se le conoció por que fue uno de los Montejurra, el italiano”.

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De NOTICIAS DE NAVARRA, 26/04/2018 

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