HUÁSCAR SANDOVAL BAUER
He tenido la
oportunidad de leer algunos comentarios que tan acertadamente me dejaron
algunos amables lectores. Algunos de los artículos que tuve la audacia de
compartir con todos ustedes, no tienen la pretensión de ser sesudos análisis de
la realidad nacional, son solo estados de ánimo y observaciones que hago en mi
cotidiano caminar, por eso agradezco sus comentarios, a favor y en contra.
Me considero solo
un opinador, es más, un “opinador callejero”. También me dicen que soy poco
propositivo, y es verdad. En este país, y en este momento, proponer algo que
vaya en contra de los designios del oficialismo, es exponerse a que te
descalifiquen de entrada, te etiqueten de vende patria, neoliberal,
imperialista, derechista, colonialista y una serie de sandeces mas.
Hace poco me
trataron de euro céntrico, porque critico algunos aspectos de nuestra “sagrada”
cultura popular y nuestra mestiza identidad, como si ambas cosas fueran
compartimientos estancos de una mala construcción. Hoy la palabra “cultura” se
ha trivializado, se ha convertido en un simple concepto antropológico
descriptivo, no significa ya un alto concepto de valor, un ideal consciente
inherente a la humanidad. En cuanto a la identidad, es un proceso en permanente
construcción, susceptible a cambios, incluso de humor, yo no creo que exista
una identidad acabada y definitiva.
Hecha esta
pequeña aclaración, vamos a lo nuestro. Apelando a mi vena judeo cristiana, mi
primera propuesta es que el Estado Plurinacional de Bolivia, encargue a una
empresa China, sin licitación, por supuesto, la construcción de un “muro de los
lamentos”, dada la extensa experiencia que en este tipo de construcciones
tienen los chinos.
Este muro
atravesaría el país de sur a norte y de este a oeste. Conocida nuestra
invariable vocación para el lamento, pienso que sería de gran utilidad para
todos nosotros. Allí los opositores podrían quejarse del autoritarismo, la prepotencia,
la arrogancia y la soberbia del gobierno. Los oficialistas llorarían por el 21F
y la ingratitud de este pueblo, que no reconoce el sacrificio y los desvelos
del “jefazo”, para hacer de nuestro país una nueva Suiza.
Nosotros, los
ciudadanos de a pie, podríamos moquear sin remordimientos por lo que pudimos
hacer y no hicimos, por la corrupción que nos tiene el alma gangrenada, porque
en nuestro país la sociedad no condena la corrupción, la envidia… Y así,
podríamos bailar y lamentarnos hasta morir, al son del “Lamento boliviano” de
los Enanitos Verdes o del “Wa ya yay” de los Kjarkas .
¿Están viendo? No
dejo de lamentarme, para eso somos buenos. Ojala, y todo lo dicho
anteriormente, no sean más que los desvaríos de este opinador. Que la sociedad
civil reaccione ante tanta desvergüenza y cinismo de quienes nos gobiernan,
ante tanto político impresentable, de oposición y oficialismo, ante tanto
apologista de izquierda y derecha que solo quieren vernos la cara de boludos…
Debemos empezar
por nosotros mismos, dejar de ser serviles y obsecuentes con el poder, dejar de
sentirnos victimas de poderes humanos o divinos. Solo entonces, cuando dejemos
de victimizarnos y lamentarnos, asumamos nuestras culpas, nuestros defectos y
virtudes, podremos mirar de frente el futuro y esperar mejores días.
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De INMEDIACIONES, 20/04/2018
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