DANIEL AVERANGA: ¿Cómo comenzaste en el oficio de
la escritura? ¿Qué te motivó a decidir hilar historias y crear tramas para
pagarte la vida?
PABLO CEREZAL: Escribir… escribir lo hago desde que tengo uso de
razón. Con mayor persistencia y conciencia de lo que pretendía hacer, comencé a
escribir hará ya unos 10 años, cuando inicié mi primera novela editada, “Los
cuadernos del Hafa”. Lo de pagarme la vida… bueno, en eso andamos, manteniendo
mi natural utópico, o sea intentando que algún día pueda llegar a ser así. A
día de hoy pensar en vivir de la literatura, como de cualquier otro arte, es
una muestra de puerilidad, salvo que tengas clara una estrategia comercial que,
seguramente, te alejará de lo que pretendes crear. Hoy en día todo está
mercantilizado, incluso el arte, ya sabes.
D. A.: ¿Qué influencias directas en literatura
tienes (incluidos los llamados "gustos culposos")?
P. C.: En mi caso no existen los “gustos culposos” que refieres. No me culpo de
nada de lo que me gusta. No me culpo de lo que me atrae. Podría decir, como se
atribuye a Byron, que sólo me arrepiento de los pecados que no he cometido.
Quiero decir que si es pecado gozar con alguna lectura, aún me quedan muchas
pendientes, y no sé si serán más o menos aceptadas social o académicamente,
pero me culparé siempre de no llegar a leer todo lo que quisiera. Luego,
hablando de influencias, más bien referencias, son innumerables, diversas,
divergentes incluso, pero sí puedo afirmar que lo que de manera más intensa me
afecta, en literatura, tiene que ver con lo confesional o autorreferencial… por
citar algunos autores: Francisco Umbral, Henry Miller, Juan Goytisolo, Claudio
Ferrufino-Coqueugniot, Arthur Rimbaud, Blaise Cendrars, Jean Genet, Claudio
Magris, Miguel Sánchez-Ostiz, Mohamed Chukri, Louis-Ferdinand Céline, Pedro
Juan Gutiérrez, José María Fonollosa… no sé, mañana te podría decir otros, pero
creo que estos son ejemplo, no sólo de lo que digo sino, también, de otro de
los aspectos que más me atraen en lo literario, y que es la renovación del
lenguaje, el juego, la provocación directa al lector para que sea parte activa
de la obra literaria.
D. A.: ¿Crees que la literatura es un arte que se
construye y se renueva, o un oficio como cualquiera?
P. C.: Es de los pocos oficios cuya renovación es obligatoria y deseable. Uno de
los pocos oficios cuya renovación no causa daños colaterales. Quiero decir que
casi cualquier otro oficio, al renovarse, implica bajas laborales y aumento del
número de familias al borde del hambre. Ya sabes, todo eso que vivimos a día de
hoy, ya no la máquina contra el hombre como se pronosticó, sino el hombre
contra el hombre, la comodidad de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos,
menor gasto empresarial, mayor beneficio, todas esas cosas. La literatura es
oficio porque hay que trabajarla, pero es arte porque está obligada a
renovarse, y cuando lo hace no causa bajas, sino que enriquece.
D. A.: ¿Crees en el talento en cuanto al oficio de
la escritura?
P. C.: Por supuesto. Existe el talento. Antes decía que la literatura es oficio,
pero en cuanto a que ha de trabajarse, no en cuanto a que se pueda aprender en
uno de esos cursos de “escritura creativa” que, con todos mis respetos, se han
creado para que muchos autores, dada la triste realidad, puedan ganarse el
sustento. Creo en el talento, en la creatividad. Eso no quiere decir que lo
considere don celestial exclusivo de unos pocos. Todos nacemos con talento en
lo creativo, pero la casi totalidad de los sistemas educativos se encargan,
justamente, de aniquilarlo. Tal vez el talento sólo resida en poder mantener el
talento innato a todo ser humano. Intentar recuperarlo, una vez perdido, con
cursos de “escritura creativa” por ejemplo, tal vez pueda dar resultado, pero
tengo mis dudas.
D. A.: Viviste y trabajaste en Cochabamba durante
dos años, ¿aprendiste a querer a Bolivia o a encontrar en Bolivia a una España
escondida que no habías visitado antes?
P. C.: No aprendí a querer a Bolivia… simplemente amé, y amo, Bolivia, porque mi
vida transcurría en ella, y a pesar de ser tildado a menudo de pesimista o
negativo, te aseguro que amo mi vida, y si esta transcurrió en Bolivia durante
un buen lapso temporal… ¿cómo no amar Bolivia? Los países, las fronteras, todas
esas cosas con que intentan separarnos para mejor enriquecerse unos cuantos, no
las suelo tener en consideración. Cualquier lugar de este planeta ha de tener
aspectos que me gusten más y otros que menos. Y en cualquier lugar de este planeta
en que transcurra mi vida, aprenderé a amar lo que más me place, por supuesto.
Tiendo al hedonismo. Sí me resulta interesante eso de si encontré una España
escondida en Bolivia. No así exactamente, pero sí que Bolivia me enseñó a
comprender muchas de las desavenencias con mi propio lugar de origen. Es obvio,
al menos para mí, que hay mucho de España en Bolivia, para bien y para mal.
D. A.: Cuéntanos tus experiencias con los niños
trabajadores y en situación de calle de Cochabamba. ¿Requeriste aprender de su
contexto, de su cultura, de su “idioma”?, ¿meterte a ese universo en el que la
confianza era el oxígeno para poder vivir, fue un trabajo significativo para el
Pablo Cerezal que hoy conocemos y hasta leemos?
P. C.: Desde luego, el Pablo Cerezal que puedes leer en “Breve historia del circo”, es el que aprendió no sólo a vivir con esos niños, sino a hacer de su vida sentido íntimo de la propia. Comprender la vida de alguien a quien amas con carencia absoluta del más mínimo rasgo de egoísmo que tiene el amor, ciertamente, implica una tarea de inmersión de la que es difícil salir indemne. Afortunadamente, salí a la superficie. Pero me dejé en el empeño gran parte del oxígeno que me resta. Perdona que, aún, cierto pudor me impida explicar con mayor claridad ese proceso de inmersión. El primer acercamiento es este libro, y aún queda otro pendiente, más crudo, en el que espero poder dar cabida a ese aprendizaje tan duro pero, por otra parte, tan enriquecedor, que fue vivir con esos niños… esto necesita tiempo, para asentarse en mi interior, para no cometer imprudencias ni injusticias… llegará.
D. A.: ¿Cómo decidiste recorrer el arduo camino de
la crónica?
P. C.: No sé si hago crónicas. Lo más cercano a la crónica que he podido
escribir, quizás, sea “Madrid-Cochabamba” y un puñado de artículos para
diversos medios de prensa. Pero de arduo no tiene nada. Es placentero. Escribir
es placentero. Lo mejor de la literatura, siempre, es el proceso de escritura.
Escribir es tan placentero como el sexo. También igual de egoísta en lo que de
buscar el propio placer tiene. Hablo de sexo, no de amor. Así que… ¿crónicas?
Pues bien. ¿Cualquier otra cosa? Igualmente bien. Sinceramente, no creo mucho
en los géneros ni en las etiquetas.
D. A.: ¿Cómo fue escribir el libro "Madrid-Cochabamba",
junto a Claudio Ferrufino? Cuéntanos lo que aprendiste y lo que pudiste
enseñar, a través de esas grandiosas crónicas; ¿y por qué digo yo, Daniel
Averanga, que son grandiosas? Porque el libro que publicaste mediante editorial
3600 (perdona mi impertinencia, pero para mí, uno de sus mejores títulos) junto
a Claudio Ferrufino, parece una parada obligatoria para explorar las visiones
externas e internas de dos sitios tan distintos y tan parecidos, como Bolivia y
España...
P. C.: Escribir ese libro, para mí, ha sido una de las experiencias más gratas y
enriquecedoras como escritor y como persona… sinceramente, desprenderse del ego
del autor, crear comunicando y comunicándose con un grande como Claudio, es
sencillamente delicioso. Aprender a dejar de ser pero siendo más tú que nunca.
Esa es la mayor enseñanza que surgió, para mí, de “Madrid-Cochabamba”. Sólo
lamento que el libro no haya tenido el reconocimiento que, al menos por la
parte de Claudio, merecía. Me duele enormemente que haya servido para confirmarme
la pesimista visión que mantengo del hecho literario y cultural en España. La
oportunidad de leer a Claudio ha sido ignorada en demasía. La actitud distante
o inexistente de los encargados de la edición ha tenido mucho que ver, claro,
pero aun así… me entristece… Claudio es uno de los Grandes de la Literatura. Lo
que para mí era un sueño, se convirtió en pesadilla al ver el ninguneo con que
se ha recibido el libro, aquí, insisto. Espero que en Bolivia haya corrido
mejor suerte, y agradezco tus comentarios al respecto, de corazón.
D. A.: ¿Es posible pensar que "Breve historia
del circo" sea un libro que concilia, desde la visión del arte, la visión
que tenemos todos de un lugar, de un oficio y de los sueños individuales,
asentados desde tu propia experiencia?
P. C.: Más bien se trata de un libro en que, a través de la propia experiencia,
he intentado conciliar la visión de un lugar, un oficio, unos sueños, que
cualquier persona puede tener. A pesar de ser un libro terriblemente
autobiográfico, no me considero tan interesante como para pretender que lo que
interese al lector sean mis intimidades. Al contrario. “Breve historia del
circo” es un espejo al que más de uno puede asomarse. Espejo deformante, tal
vez, pero espejo al fin y al cabo. Como autor, ante ese espejo, lo que he hecho
ha sido desnudarme… luego el lector, como quienes han compartido intimidad
conmigo, serán los encargados de decir si desnudo gano o pierdo. Pero, al
menos, la mayor satisfacción para mí sería que compartiésemos desnudo frente a
estas páginas que pretendo reflectantes.
D. A.: Por último, cuéntanos, por favor, sobre tus
futuros proyectos, y si publicarás pronto en Bolivia.
P. C.: De mis futuros proyectos prefiero no hablar. Un gran poeta y amigo me
enseñó hace no mucho que es mejor no hablar de lo que está por venir, no vaya a
ser que se quede en el camino. Uno, con los años, va a resultar que se vuelve
supersticioso. Sigo y seguiré escribiendo, por supuesto, y aprendiendo a
hacerlo, y disfrutando del proceso. Respecto a publicar en Bolivia, ando en
trámites para ver la posibilidad de que “Breve historia del circo” pueda
editarse allá. Nada me haría más feliz. Este libro es más de los bolivianos que
mío. Me gustaría que quienes, allá, se interesen por él puedan llegar a leerlo.
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Foto de Pablo Cerezal por Julia D. Velázquez
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Foto de Pablo Cerezal por Julia D. Velázquez
Muy buenas preguntas y respuestas sencillas y contundentes. Enhorabuena a los dos.
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