Una luna llena y
amarilla apareció sobre el horizonte a las 6 de la tarde. Las sabanas del Yarí
le daban la bienvenida al grupo de periodistas que cubrirían durante 10 días el
encuentro más importante de la historia de las FARC. Ese cielo de
arreboles se repetiría todas las tardes en esas llanuras ubicadas al sur de la
Sierra de la Macarena. Un territorio plano y selvático que divide los
departamentos del Meta, Caquetá y Guaviare. Tres campamentos guerrilleros
se escondían entre los bosques. Dos de ellos los compartían los
periodistas con las tropas guerrilleras de base y en el otro, se
daban las discusiones diarias, en un rancho sin paredes, entre los más de
100 guerrilleros convocados de todas las zonas del país, para definir lo que
será su paso a la vida política.
El despertar era
progresivo, como lo es para los guerrilleros en la selva. Es un despertar
colectivo. Sin despertador. La vida sin paredes hace que hasta el silencio de
la mañana, esos primeros momentos antes de ponerse de pie, sean compartidos. De
pronto alguien enciende la radio, alguien bosteza, alguien orina. Y esos
se convierten en los primeros gestos del amanecer. De pronto alguien aparece
ofreciendo tinto dulce en vajillas de campaña, recién hecho en una fogata de
leña en la rancha, la cocina de los campamentos. Un despertar acompasado que
nos iba llevando a todos, periodistas –más de ochocientos- y guerrilleros de
base, hasta la piscina natural de corrientes templadas que nacen del río
Tunia. Ese baño compartido, donde se conversa y se comparte hasta el
jabón Rey con que se friega la ropa es tal vez de las cosas que más
preocupa a esos 8 mil guerrilleros que tendrán que aprender a vivir una vida
individual, sin saber dónde van a vivir.
Esos hombres y
mujeres que están acostumbrados a bañarse, comer y dormir juntos ahora van a
tener que aprender a saber cuánto vale un kilo de arroz, un mes de luz
eléctrica o de agua potable. Acostumbrados a que el Comandante de su frente les
solucione las necesidades de la vida cotidiana porque muchos de ellos pasaron
de la infancia a la vida adulta, crecieron en la guerrilla a la que entraron en
sus veredas y en donde armaron colectivos familiares para enfrentar el día a día,
la adversidad, la guerra. Todo aquello ha quedado atrás.
En el Yarí se
respiraba un aire pacífico. Los guerrilleros desarmados solo querían
socializar, conversar con los periodistas, tomar cerveza en lata. Contar
historias. Contar quienes fueron y quienes quieren ser, ahora que pueden. El
discurso guerrerista ha quedado vetado entre los guerrilleros, ellos eran los
anfitriones y querían hacer su mejor papel. Pero la poca experiencia y una vida
entera hablando bajito dejó la impresión de que todo era secretismo. Milena la
jefe de prensa nos llamaba colegas para tratar de crear familiaridad con un grupo
de 300 periodistas que notamos su inexperiencia y terminamos tomando vías
alternas para poder hacer nuestro trabajo. Así se rompió el hermetismo.
Victoria Sandino, Jesús Santrich, Romaña, Iván Márquez, y todos los miembros
del Secretariado estuvieron abiertos a las entrevistas aunque sólo
pudieran transmitir los canales de televisión que se enfocaron en la música
alrededor de la cual se reunía guerrilleros y periodistas a socializar al
final del día.
No
hubo corridos ni rancheras sino el ritmo del maestro del llano Aries
Vigoth, el grupo de reggae bogotano Alerta Kamarada y una fusión de salsa
electrónica que se presentó, eso sí, una tarima con un juego de luces igual al
de cualquier superconcierto en el Parque Simón Bolívar, sin armonía con el
paisaje sabanero de los Llanos del Yari y el origen de
una guerrilla con raíces campesinas. Los conciertos concluían a las 9
de la noche Con la presentación de un documental sobre el encuentro de los
guerrilleros con sus familiares, o un homenaje a Jacobo Arenas o a Manuel
Marulanda, los referentes históricos de las FARC.
Una tarde con el
cielo dividido, el atardecer anaranjado de un lado y los nubarrones
oscuros que amenazaba con desprenderse, del otro, despidió la vida
guerrillera con gritos de ¡Que viva la paz! ¡Que Viva Colombia!
Al otro día,
comandantes negociadores, guerrilleros de distintos bloques llegaban a
Cartagena para ser testigos de la firma del Acuerdo de paz entre el
Presidente Santos y Rodrigo Londoño, en representación de las FARC. Regresó a
su nombre, como todos ellos, al de la cédula de ciudadanía. La
mayoría de ellos veían por primera vez el Mar Caribe y ninguno conocía las
murallas ni la ciudad colonial. Desde este día 26 de septiembre, todo será
nuevo para ellos. Llegaron vestidos de blanco y Romaña y Tania y Boris y Walter
se confundieron como unos colombianos más entre los asistentes a la
firma, ciudadanos que reemplazarán las armas por las ideas en un mundo, con el
temor y la incertidumbre que acompaña todo lo nuevo en la vida de los seres
humanos, que se anunció en el Yari.
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De LAS 2 ORILLAS,
26/09/2016
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