Don Gonzalo Matzatzin Moctezuma,
recibió una lanza y una espada, y accedió a conquistar Oaxaca, por lo que
su Católica Majestad Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico
le otorgó el título de capitán.
Muchas veces el
mito y la leyenda rebasan a la historia. Ejemplos hay muchos. El poema épico
del Cid Rodrigo Díaz de Vivar lo presenta como el adalid de la cruz contra la
media luna musulmana. Sí, sí peleó contra islámicos, y les ganó muchas
batallas. Pero también se puso a las órdenes de un emir musulmán, por dinero, y
atacó a reyes cristianos de la península Ibérica. El Cid, en realidad, no
peleaba por España, lo hacía por sí mismo. Al menos es lo que han concluido
muchos historiadores en la actualidad.
Lo mismo sucede
con el rey Arturo, personaje fundacional de la identidad del Reino Unido. No
hay pruebas concluyentes de que haya existido.
Camelot, castillo
y capital del legendario rey Arturo, protagonista de numerosas leyendas, poemas
y novelas medievales, podría haber estado en el territorio de la antigua
fortaleza romana Camulodunum, en Slack, West Yorkshire, en el Reino Unido. Así
lo aseguró el profesor de literatura británico, Peter Field, en una nota
informativa publicada en el sitio web de la Universidad de Bangor en Gales del
Norte, donde el profesor enseñó entre 1964 y 2004. Pero hasta ahora no hay
pruebas concluyentes de eso ni de que el rey Arturo habitara ahí. Tampoco saben
con certeza donde podría estar su tumba.
Como último
personaje y rey legendario de la historia universal citaré a David, quien según
la tradición bíblica es el fundador del Reino de Israel, y caudillo invencible
en las batallas. Los arqueólogos han encontrado ocho tumbas en Jerusalén. Se
supone que una de ellas pueda ser la del rey David. Pero no hay pruebas
concluyentes.
Bien, dejemos los
ejemplos a nivel universal, pues son demasiados, y vamos al tema que nos ocupa.
Es un tema que he
formulado a modo de pregunta, y que lleva implícita una dosis de sarcasmo e
ironía: ¿La conquista española de México?
A ver,
reflexionemos un poco para descubrir el meollo de la cuestión. Hernán Cortés
llegó a México acompañado de unos 800 soldados españoles. Al final, debido a
combates o enfermedades, se redujeron a unos 400 ó 500 hombres de armas
ibéricos. Tenían caballos, arcabuces y espadas de acero. Pero a ver, cabecita
crédula, ¿sabes cómo funcionaba el arma de fuego llamada arcabuz? No tenían
balas como las de ahora. Primero se le introducía la pólvora, luego una bolita
de plomo y después se disparaba. Causaba más estruendo que mortandad. El
arcabucero demoraba unos cinco minutos para volver a cargar su arma. Ese tiempo
era suficiente para que, por lo menos, diez guerreros mexicas lo rodearan,
despojaran de casco y armadura, y lo mataran a porrazos o con el propio arcabuz
del malhadado soldado español.
¿Los caballos?
¿Las espadas de acero? En realidad estas eran las armas más mortíferas de los
españoles, según el historiador británico Hugh Thomas. Causaban gran pánico e
impacto psicológico en los indígenas, que pensaban que aquellos soldados eran
una especie de centauros que soltaban fuegos y rayos por sus manos. Pero, a los
tres meses, los indígenas ya sabían que Cortés y sus soldados no eran deidades,
sino hombres como ellos.
Volvamos a preguntar.
¿A quién se le ocurre pensar que unos 600 españoles hubieran podido tomar
México Tenochtitlan, defendida por miles de guerreros bajo las órdenes del
emperador Cuauhtémoc?
La respuesta es
sencilla, si logramos romper el velo del mito. Cortés lo que logró hacer fue
sublevar a muchos pueblos oprimidos por el poder azteca para derrocarlo. Según
Hugh Thomas, en su libro La conquista de México, Hernán, en
su segunda marcha contra la capital azteca llevaba 600 españoles…. y 100 mil
guerreros indígenas, aproximadamente.
Ahora las cosas
empiezan a sonar lógicas. Y hay muchas más pruebas. La ayuda de los guerreros y
jefes indígenas fue fundamental para conquistar el norte y el sur de lo que
había sido el imperio azteca. En muchos casos, protagónica y decisiva. Los
capitanes mexicas fueron bautizados por la Iglesia. A muchos se les dieron un
nombre español, ropas y armas europeas. Pero su sangre era de estas
tierras.
Pero aquí no
acaba el asunto, queridos mexicanos y queridos españoles, que son las dos
nacionalidades implicadas en esta paradoja a la que se le llama “conquista
española”, pero que en realidad fue una conquista de territorios de
mesoamérica, llevada a cabo a veces por caudillos españoles o por caudillos
indígenas españolizados. ¿Las tropas? Guerreros indígenas.
Revisemos algunos
datos del libro Indian Conquistators. Indigenous allies in
the Conquest of Mesoamerica, editado por Laura Laura E.
Matthew y Michel R. Oudljk.
Según este libro,
la explicación de la conquista ( principalmente de México central, pero hasta
cierto punto de Mesoamérica) ha subrayado varias veces el genio de Hernán
Cortés, la superioridad de los recursos militares españoles, la intervención
providencial de Dios, la decadencia política y moral del imperio mexicano de la
época La debilidad estructural de ese imperio y la desunión de los pueblos
mesoamericanos, el impacto de la enfermedad epidémica y las fallas de Moctezuma
y su supuesta creencia de que Cortés era la deidad que regresaba de
Quetzalcóatl. Al respecto de estas razones “míticas” Matthew Restall sostiene
que las conquistas españolas en las Américas pueden explicarse en su mayoría
por una combinación de tres factores que trabajaron juntos:1- la enfermedad
epidémica, 2-la desunión nativa o el micropatriotismo, 3- las armas de metal.
En el caso de la
conquista de México el aspecto más obvio es el hecho indiscutible de que
Tlaxcala proporcionó un gran número de guerreros para ayudar a los españoles en
su asedio y destrucción de Tenochtitlan; de hecho, esto ya no es una
observación revisionista en absoluto, ya que ningún historiador de hoy
argumentaría que la marginación de los tlaxcaltecas en las pinturas de Kislak
refleje con precisión su papel en la destrucción del imperio mexica. Sin
embargo, lo que es menos conocido es el alcance y la naturaleza del apoyo e
influencia indígena durante la conquista de territorios que se hallaban al sur
o al norte de México-Tenochtitlán.
Esta conquista
más allá de la capital del imperio azteca implicó décadas de actividad militar
española en Mesoamérica, comenzando en 1519 y extendiéndose hasta el siglo XVI.
Vamos a ver los roles nativos en cuatro categorías, pasando de la mejor
conocida a una sugerencia más novedosa sobre patrones de conquista y
posibilidades. Estas cuatro categorías son:
Primero: el
número de auxiliares nativos.
Segundo, la
ubicuidad de los aliados nativos.
Tercero: el papel
crucial de los auxiliares no combatientes, tales como guías, espías, intérpretes,
porteros, cocineros, etc.
Y cuarto, la más
curiosa: la posibilidad de que la conquista española imitase patrones de
conquista y de expansión imperial en Mesoamérica que habían sido utilizados con
anterioridad, de modo que se modeló en cierta medida las conquistas que crearon
el imperio mexica.
Los pobladores de
Mesoamérica no sólo aportaron soldados, según fuentes encontradas en archivos
de España y América, Cempoala dio cuarenta capitanes, mientras que Xalacingo
dio veinte.
La campaña de
Alvarado en Guatemala sugiere que estos capitanes estaban a cargo de unidades
que los españoles llamaban cuadrillas, escuadrones que consistían en personas
de la comunidad de origen de cada capitán, o sea, sus vecinos, o quizás sus
subordinados.
Estas cuadrillas
tenían entre doscientos o cuatrocientos soldados
La contribución
de Cempoala a los españoles fue de ocho mil hombres de guerra.
Según Bernal Díaz
del Castillo, Xicotencatl, el principal gobernante de Tlaxcala, insistió en que
diez mil soldados indígenas acompañaran a los españoles a Cholula. Más tarde,
durante el sitio de Tenochtitlan, el número de españoles había aumentado a unos
quinientos hombres, mientras que, por lo menos, veinticuatro mil aliados
indígenas tomaron parte. Estos números podrían haber sido aún más altos. Hay
referencias de hasta cuarenta mil indígenas que participaron en una campaña
contra Iztapalapa. El número más alto de aliados indígenas lo da Hugh Thomas en
su libro: cien mil guerreros.
Igualmente, las
elites nativas o comunidades nativas enteras (representadas por sus consejos
municipales o cabildos) también presentaron peticiones cuyo estilo y forma
tendían a ser una mezcla híbrida de la probanza española y la petición
mesoamericana. En particular, durante la segunda mitad del decimosexto varios
grupos indígenas enviaron cartas reclamando derechos y privilegios, basados
en su participación en la conquista. Además de denominarse a sí mismos como
conquistadores, estos peticionarios nativos a menudo citaban el número de
personas que participaban en las campañas de conquista. Aunque esas cifras
pudieron haber sido exageradas por razones obvias, comparados con los números
dados en fuentes españolas nos dan un buen sentido de cuántas tropas indígenas
participaron, efectivamente, en ciertas campañas. Un documento de Xochimilco,
por ejemplo, afirma que doce mil xochimilca participaron en el sitio de
Tenochtitlán y que otros 25 mil acompañaron a Pedro de Alvarado a Guatemala y
Honduras.
Una carta de 1547,
de Tlaxcala, se refiere a mil hombres que se fueron con los españoles a
conquistar Guatemala. Pero en otra carta, también de Tlaxcala, 1567, se dice
que esa región proporcionó 20 mil soldados nativos para la conquista española
de toda Mesoamérica, tanto al norte como al sur.
Para ese entonces
los caudillos nativos habían adoptado nombres españoles, y hasta se les trataba
con el “Don”. Don Juan Cortés, gobernante indígena de Tehuantepec,
supuestamente envió dos mil hombres a Pedro de Alvarado para la conquista de
Chiapas y Guatemala. Pedro González Nájera, ciudadano español de la ciudad de
Guatemala y conquistador de la región, afirma que siete mil aliados indígenas
tomaron parte en las conquistas. Finalmente, Jorge de Alvarado trajo de cinco a
seis mil auxiliares nativos a Guatemala en 1527.
En una expedición
a la actual zona de El Salvador, por ejemplo, una campaña de unos cien días,
300 soldados indígenas lucharon, pero sólo 140 regresaron. Otros testimonios de
las campañas en el sur de Mesoamérica son vagos, en cuanto al número de
personas que murieron. En algunas expediciones, los supervivientes se
establecieron como colonos; por ejemplo, en una carta al rey, las autoridades
de Xochimilco afirman que más de mil 100 guerreros se fueron en campañas a Panuco,
Guatemala, Honduras y Jalisco, pero ninguno de ellos regresó.
Existen
evidencias de que la contribución indígena fue mucho más allá de la cooperación
y la alianza. En 1584, Don Joachin de San Francisco, cacique de Tepexi de la
Seda, en la actual Puebla, exigió que se le eximiera de rendir homenaje, debido
a los méritos y servicios de su abuelo Don Gonzalo Matzatzin Moctezuma.
En un asombroso
testimonio, respaldado por la declaración de unos 30 testigos, Don Joachin
afirmó que cuando Hernán Cortés estaba en Tlaxcala, su abuelo había enviado
embajadores con ricos dones para jurar lealtad al nuevo emperador (Cortés).
En esta ocasión
Matzatzin, el abuelo de Don Joachin, recibió una lanza y una espada
europeas, y accedió a conquistar la “provincia de Mixteca y Oaxaca”, por lo que
recibió en nombre del rey de España el título de capitán. Mientras Cortés
regresaba al norte en su camino para reconquistar y castigar a Tenochtitlán por
su levantamiento, Matzatzin se volvió hacia el sur y -antes de que la capital
mexicana finalmente hubiese caído- conquistó hasta veinte ciudades en la
Mixteca Baja y Alta.
¿Qué hubiera sido
de Cortés sin la ayuda del gran caudillo Matzatin? ¿Y si los pueblos
oaxaqueños, por alguna razón, hubieran decidido ayudar al emperador Cuauhtémoc?
El cadáver de Cortés estuviera todavía pudriéndose en lo más profundo del lodo
de la ciudad lacustre. Matzatin, reconocido por el propio Carlos V,
evitó esto.
Cortés ocultó,
por beneficio personal, gran parte de la ayuda recibida por los capitanes
indígenas, al no mencionar la alianza con Tepexi. Primero, en sus cartas al
rey, Cortés quería demostrar que él solo había dirigido la conquista, a pesar
de la oposición de fuerzas formidables.
La ayuda de
Matzatin pudo haber sido más grande aún de lo que se piensa y ya se ha
demostrado. Hay catorce ciudades de la Triple Alianza que podrían haber sido
conquistadas por este gran caudillo.
No cabe duda,
Cortés, Alvarado, y otros líderes españoles ocultaron lo más que pudieron ante
Carlos V la ayuda de los caudillos indígenas, que en realidad, fueron los que
conquistaron los territorios del extenso imperio azteca para Cortés y la Corona
española. ¿Peleó Cortés? ¿Fue un gran caudillo? ¿Fue un gran cabildero y
hacedor de alianzas? ¿Fue un gran estratega militar? Claro que sí, pero la
historia que te cuentan amigo, en parte es mito.
¿Traición al
emperador mexicano? No hay tal. México, como la España del Cid, no existía como
nación unificada. Mesoamérica estaba dividida en varios reinos sometidos bajo
el poder implacable y cruel del Tlatoani azteca. Estos pueblos simplemente se
sublevaron a las órdenes de un líder en el que pusieron sus esperanzas de
libertad: Cortés. Fueron defraudados… Hasta el día de hoy.
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De HORIZONTUM, 03/07/2017
Es creíble.. y se queda corta la información..
ReplyDeletey los defraudados... como tal seguirán hasta el final del tiempo.
Saludos!!