“El hombre no teje la trama de la vida: él es solo
un hilo; lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo” (Pensamiento atribuido a un jefe indígena
de los tobas del Chaco)
Una No man’s sea de apocalipsis, un mar de
sangre sin fin: ya no existe la excepción en lo trágico, trágico hasta la
adicción, del día a día que vive hoy este Internum
Mare que lo romanos bautizaron así: en condición de posesión. Ya antes
muchos habían orinado y defecado en él, y después lo siguieron haciendo: Ulises
y Pitágoras, Saladino y Cervantes, Marco Polo y Garibaldi.
Mi padre,
saliendo de Nápoles con el 8º regimiento de
Bersaglieri destinados en Libia, al recibir la bienvenida de parte de los ingleses en la costa de Tobruk, logró
salvarse la vida y, sin ser un buen nadador, salvar la de un oficial de su
mismo regimiento; al tocar tierra una nueva fiesta habían organizado los mismos
ingleses y allí, herido por una esquirla de una bomba, fueron los alemanes a
salvarle la vida, llevándolo a un hospital de campo y luego embarcarlo hacia
Bari. Sangre y aún sangre, un mar que en su líquido solo puede contener, como
comprueba la ciencia, 4 gramos de sal por litro y 84 elementos, exactamente en
la misma proporción que nuestra sangre: tal vez ahí se originó todo. ¿Esta es
la esencia de lo biológico y de lo histórico? Claudio Magris la describió como
una de las más grandes miserias de la condición humana, citando un paso de una
novela de Bernanos: "Tenemos que seguir viviendo y esto es lo más
horrible"; ya no es una guerra, ya no es una masacre, es la disolución de
lo humano, es la humanidad que pierde. Es Géricault de La balsa de la Medusa, la imagen de la hecatombe; son las fotos de
Sebastiao Salgado, el horror humano; es el Giovanni Verga de Los Malavoglia,
los vencidos…
Una tenue y
violenta poesía, unas imágenes que reinstauran una humanidad que puede ganar,
dar vida a lo humano, al hombre: el documental que vi ayer, Fuocoammare de Gianfranco Rosi es eso,
más fuerte que toda desesperación, más cerca y más profundo de toda raíz… para
que no sea un simple mantenerse en
movimiento, seguir reproduciéndonos, meando y cagando, continuar comiendo el
planeta en que vivimos; mantenerse en movimiento, solos, junto a las familias y
las tribus, en naciones e incluso especies enteras, y para que no sea el único
argumento que tenemos para contrastar la entropía.
Junio 2017
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Fotografía: RTVE
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Fotografía: RTVE
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