FESAL CHAÍN
Escribir sobre
Osvaldo Rodríguez, es escribir sobre la pérdida de la memoria de Chile. Es
escribir sobre un Chile que ya no existe y que no existirá jamás. Pero no hablo
del Chile anterior al Golpe, sino de uno profundo que fue nuestro territorio,
nuestro lugar de constitución y que de modo abrupto, como en un cataclismo
desapareció, coincidentemente en las décadas de la matanza. Al respecto es
reveladora la reflexión del poeta porteño Juan Cameron:
“La figura del
Gitano Rodríguez es un paradigma para nuestra conducta y nuestra práctica
cultural. En el país, y en especial en este puerto, era un tipo querido por sus
pares y por la juventud, a raíz de su famoso vals, ‘Valparaíso’. Al regresar a
Chile las puertas le fueron cerradas. Es cierto que le ofrecieron y concedieron
algunas pequeñas ayudantías y regalías, mas resultaron insuficientes para
sobrevivir con su familia. Cuando pidió más se le trató de farsante, de poco
realista, de querer mantener en Chile el status económico que tenía en el
extranjero. Para muchos provincianos, el extranjero todavía significa riqueza y
bienestar”. (1)
Todo lo que
plantea Cameron es cierto, es la relación histórica de Chile y de sus
creadores, especialmente con aquellos que han triunfado o han sido reconocidos
en el extranjero. Pero la historia del Gitano en Chile, antes y después del
golpe y en su periplo siempre obligatorio, fue mucho más que el vals
Valparaíso, o la negación de su figura por parte de la mentalidad provinciana
de los porteños en particular, y de los chilenos en general. Lo de Cameron es
una consideración obligatoria, pero a mi juicio insuficiente.
Para mí la vida y
obra de Osvaldo Rodríguez, fue y sigue siendo sobretodo la historia de la
pérdida del lar, la del exilio interior, la del migrante y su nostalgia de
pasado y de futuro, pero ya hablaremos de esto.
Recorridos
En 1972 edita su
primer libro Estado de Emergencia, y a comienzos del 1973 graba su primer disco
Tiempo de Vivir, que contiene su famoso tema Valparaíso, poema escrito en 1962
y musicalizado por sugerencia del poeta brasileño Thiago de Mello. En 1974 ya
en el exilio, recibe la Insignia de Plata del Teatro Rostock de la República
Democrática Alemana. En 1975 se integra a la Sociedad de Autores y Compositores
de Música de Francia y en 1976 deja la RDA para estudiar en la Ecole des Hautes
Etudes de París, donde realiza su tesis basada en la novela “Coronación” de
José Donoso. También graba su segundo y último disco de estudio, Les Oiseaux
sans Mer (Los pájaros sin mar). A partir de 1979 cursa la Licenciatura en
Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Carolina de
Praga. En 1981 obtiene su título de Licenciado. El año 1984, en Francia, es
galardonado con el premio “Charles Cross” por el mejor disco del año: La
memoire Chantés de Regine Mellac, grabado en vivo en 1983. En 1986 escribe su
tesis “La nueva canción chilena: continuidad y reflejo” obteniendo el título de
Doctor en Letras por la misma Universidad de Praga. Por este ensayo, recibe el
mismo año el premio en Musicología de la Casa de las Américas, en La Habana,
Cuba. (2)
Viajó a Chile por
primera vez en 1989 y para radicarse en 1993.Pero el regreso no tuvo nada que
ver con el sueño romántico: en Chile Rodríguez no encontró el espacio
suficiente para su trabajo artístico, a esas alturas, también diversificado a
la pintura. Aunque su voluntad fue volcarse a la Universidad de Playa Ancha y
hacer desde ahí su aporte a la cultura local, al cabo de un año, deprimido y
enfermo, decidió volver a Italia. Allí, de nuevo en el exilio, el 18 de marzo
de 1996 murió víctima de un cáncer al páncreas, a la edad de 53 años. (3)
Osvado Gitano
Rodríguez. Fotografía inédita regalo de Jose Secall a Fesal Chain, colección
privada 2
Más allá del
vals, de las negaciones y de los exilios
Como ya lo había
planteado, la historia de Osvaldo Rodríguez fue y sigue siendo la historia de
la pérdida del lar, la del exilio interior, la del migrante y su nostalgia. En
una extensa entrevista realizada por Gonzalo Ilabaca y por quien escribe a su
viuda Silvia Rühl, lo que más me llamó la atención de la vida del cantor, fue
la marginalidad o exclusión de su poesía respecto del exilio político y de lo
que la izquierda consideraba debía ser el mensaje y el pueblo mismo. Si bien el
Gitano fue un militante comunista y recorrió la canción comprometida en sus dos
discos de estudio, siendo además parte de antologías musicales de la
resistencia, su hablante no era el del cantor politizado.
Al respecto,
siempre creí y porque conocía su trabajo desde niño en Villarrica y Temuco,
escuchando sus canciones en cintas magnetofónicas durante la década de los ’70,
que él era un hombre del sur y no de Valparaíso. Lo que puede ser una mera
intuición poética, creo se refrenda en parte de sus canciones, como por ejemplo
en Laura:
“Qué
quedará de mí
ese aire frio de los pájaros sin mar,
y ese clima sin fin (…)
la lluvia traerá, una pregunta que no puedo responder…
lejos (…) yo estaré lejos de mi pueblo una vez más
o tal vez no, o tal vez no…”
ese aire frio de los pájaros sin mar,
y ese clima sin fin (…)
la lluvia traerá, una pregunta que no puedo responder…
lejos (…) yo estaré lejos de mi pueblo una vez más
o tal vez no, o tal vez no…”
Si uno recorre
las plazas de Concepción que es sólo el centro sur de Chile, están atiborradas
de gaviotas, pero no hay mar, de hecho la misma ciudad da la espalda al río. No
sé si en el pasado llovía mucho en el puerto, o si el cambio climático lo ha
transformado, pero lo que sí sé que existe como un hecho insoslayable y en
especial en el cerro Playa Ancha donde nació y vivió el Gitano, es el viento
implacable, que como dice el poeta Moro, define y redefine a Valparaíso en su
ser más íntimo, no así la lluvia, hoy al menos eventual.
Rodríguez además
se caracteriza a sí mismo como alguien a quien el pueblo no comprende. Pueblo
en su doble acepción, de lugar, de territorio familiar y vecinal, pero también
de lo popular. En el fondo se define como un incomprendido de los populares. Ya
lo decía en su célebre alocución en el Concierto en vivo en el Café del Cerro
en 1989, al contar la historia de su canción Valparaíso en un diálogo con
Nelson Osorio Tejeda, amigo del gitano y actual profesor de la USACH. Rodríguez
había escrito “es que yo nací pobre y siempre tuve un miedo inconcebible a la
pobreza”, a lo que Osorio le contesta al escuchar su interpretación “no seas
mentiroso Gitano, tu nunca fuiste pobre y si hay algo que los pobres no tienen,
es miedo a la pobreza, sino rabia”. Ahí le cambió la letra a ese “es que yo no
nací pobre y siempre tuve un miedo inconcebible a la pobreza”. Pero
seguía teniendo la esperanza de que ese pueblo lo terminaría
escuchando (“o tal vez no, o tal vez no…”) Al menos le abrió la puerta de su
cosmovisión con su “yo no he sabido nunca de su historia (…) el viejo puerto
vigiló mi infancia, con rostro de fría indiferencia”.
El mismo se
caricaturiza como un pequeño burgués educado en colegio inglés. No se
victimiza. Pero a mi juicio su explicación tenía más ironía que nada, y por
cierto era esclava de la ideologización de la época. No en vano Violeta Parra,
la más popular de nuestras populares cantoras, lo eligió a él para interpretar
su canción La Pericona ha muerto en el Cuarto Festival de la Canción
Universitaria, realizado por la Universidad Católica de Chile en 1965, donde
obtuvo el segundo lugar. Pero bueno para eso estamos lo que aún vivimos, para
interpretar y reinterpretar la historia y a sus protagonistas, aunque sepamos
que ya no volverán. Así termina diciendo en la misma canción:
“…ya no
te contaré mi itinerario de viajero sin final
y para siempre así
aunque la piel de la memoria siga igual…”
y para siempre así
aunque la piel de la memoria siga igual…”
Es decir un
viajero infinito, no el que vive un exilio político permanente, sino aquel que
donde esté y con quien esté, aún entre los que cree propios, no pertenecerá y
huirá siempre hacia adelante, en busca de lugar perdido de ayer, para lanzarlo
como utopía. De esta manera la figura del Gitano se asemeja más a la del
relegado.
Siguiendo en este
periplo imaginado, he elegido una canción poema para mi notable: El espejo de
los dioses. Quien haya leído a Jorge Teillier, nuestro más insigne poeta del
lar, del lugar perdido, de la casa con los leños crepitando en la vieja cocina
a leña de la abuela o de la madrina, no puede sino identificarse con esa misma
poesía y esa atmosfera de fin de mundo cuando el Gitano nos dice:
“…yo andaba
enamorando el aire,
trazando un mapa de pájaros y arañas.
En esa tierra donde se pierde el ojo
en horizonte como un abismo de agua”.
trazando un mapa de pájaros y arañas.
En esa tierra donde se pierde el ojo
en horizonte como un abismo de agua”.
Porque pájaros y
arañas se esconden en los árboles añosos y en los rincones húmedos y sombríos,
y no en la ciudad del viento y del mar. En el sur de Chile la pupila no se
pierde en la lejanía, pero si se entremezcla en los saltos de agua que caen en
vertical desde las cúspides negras de las cordilleras.
O cuando nos
canta:
“…yo
aprendía el canto de la tórtola,
la voz del ave oculta en zarzamora,
gritaba en un idioma de indios”.
la voz del ave oculta en zarzamora,
gritaba en un idioma de indios”.
Díganme si no es
La Frontera esa de Neruda y sus trenes, entre las murras, los bueyes en yunta,
y bajo el murmullo del mapuche cabizbajo.
Para terminar: El
duende, que no sólo nos remite al canto mágico de Knut Hamsun o a los nórdicos,
sino también y por lo mismo, al poeta lautarino y su Jinete nocturno en el
paisaje:
“Hay un duende
que camina por tus calles,
un travieso caballero transparente.
Mira el paisaje y la gente
y se duerme dulcemente
arrullado por un bote y su remar”.
un travieso caballero transparente.
Mira el paisaje y la gente
y se duerme dulcemente
arrullado por un bote y su remar”.
Mi ojo sobre
el ojo del Gitano
Se podrá afirmar
que estas interpretaciones son demasiado libres y que en realidad al estar en
exilio, el poeta transformaba sus palabras en un lánguido lamento de imágenes
dolorosas de una Europa impuesta y distante, que con sus versos reafirmaba la
pena y la mera nostalgia de Valparaíso. Sin embargo podría haberse remitido,
como tantos músicos y poetas lo hicieron, sólo a la Patria y a la derrota casi
reciente de las fuerzas populares, y desde allí, a la reafirmación de la lucha
y reconstrucción de la utopía perdida. Pero no lo hizo, y si buscó y logró
reconstruir desde su mirada fenómenos que aparentemente externos, siempre
estuvieron en su imaginario, en su conformación interna, y que como un todo
evocan ya como sufrimiento, ya como un ser en el mundo, la provincia, el
espacio del silencio y de la magia.
Mi mirada no
puede ser definitiva, ni con pretensión de verdad alguna, pues no es sino el
gesto sin descanso de la ronda barrosa de los niños del sur, antes de la
matanza y de la diáspora. Es que tomando en su conjunto estos trozos de
canciones poemas y parte de la biografía del Gitano, uno puede ver, casi sin
lugar a dudas y a la vez lleno de intuición, que este hombre muerto joven y en
pleno exilio ya llegada la coja democracia, siempre fue un migrante que
rescataba del Chile pre moderno los elementos animados e inanimados, los
paisajes, las palabras y los espíritus, a las personas invisibilizadas: (los
pájaros, la lluvia, la tierra, los abismos de agua, la zarzamora, los indios, los
duendes, los seres transparentes) que él suponía, y que en realidad sabía, eran
los únicos que podrían habernos salvado del marasmo, no sólo de la barbarie del
militarismo y de la economía, sino también de la barbarie de las masas
convertidas en urbe. Masas que, como alguien dijo hace algún tiempo, en su
mayoría no son más que campesinos que han tenido que migrar a la ciudad y
que sembraron hijos y nietos que viven el exilio eterno de una metrópolis que
no les pertenece, que no los comprende, que no los entiende y que nunca los
acogerá. Pues los chilenos y chilenas de hoy, consumistas, ávidos y
angustiados, no somos más que los eternos relegados del campo a la ciudad, o lo
que es lo mismo, de la muda provincia a la urbe antropófaga y ciega.
Acaso en el
sentido de lo anterior, no fue entonces el provincianismo quien negó y ha
negado la delicada poesía y el legado del Gitano Rodríguez, sino todo lo
contrario, han sido los citadinos, burgueses o proletarios, los hijos y nietos
de la modernización y de la máquina, y de pasada, al decir de Edwards Bello,
los siúticos, que siempre han preferido la voluptuosa presencia de las fachadas
a las humildes y pequeñas presencias y a los fantasmas de cada día y de cada
noche que enarbolan nuestro ser, a aquellos que a riesgo de enfermarse y de
perder la vida física, preservarán por siempre nuestra alma. El alma de Chile,
la voz del ave oculta en zarzamora, el paisaje y la gente, arrullada por un
bote y su remar.
(1)
Sitio Música Popular.cl Sitio: www.latinoamericano.cl/osvaldogitanorodriguez.htm
(2) Michal Zourek, OSVALDO “GITANO“ RODRÍGUEZ Y LA NUEVA CANCIÓN CHILENA Reflexiones del exilio; Universidad Carolina de Praga, Facultad de Filosofía y Letras, 2008
(3) Ibíd. 1 y 2.
(2) Michal Zourek, OSVALDO “GITANO“ RODRÍGUEZ Y LA NUEVA CANCIÓN CHILENA Reflexiones del exilio; Universidad Carolina de Praga, Facultad de Filosofía y Letras, 2008
(3) Ibíd. 1 y 2.
(Artículo
escrito para la Revista digital LAKÚMA-PUSÁKI N°48, Invierno del 2015, Especial
dedicado a Osvaldo “Gitano” Rodríguez)
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De SITIOCERO, 07/10/2015
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