Uno de los
secretos mejor guardados de la 42ª Feria del Libro de Buenos Aires, que termina
el lunes, fue la presentación de Rebelde ileso (Planeta), suerte de autobiografía
pictórica de Hermenegildo Menchi Sábat, una de cuyas caricaturas,
la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, tildó de "mensaje cuasi
mafioso" en 2008.
Sagaz
editorialista político que sin palabras viene contándole las costillas al poder
de turno desde hace más de cinco décadas, Sábat dibujó entonces el rostro de
CFK de frente, con la boca tachada y el perfil de Néstor, su marido y
exmandatario, creciéndole en la sien, aludiendo al doble comando de la política
argentina de la época. La ira presidencial no le ahorró adjetivos, pero afianzó
el bien ganado prestigio internacional que le valió, entre otros, el Premio
María Moors Cabot, algo así como el Pulitzer para periodistas extranjeros, por
sus dibujos durante la dictadura publicados en el diario Clarín, donde
trabaja desde 1973.
Sábat lee la
Argentina como otros los resultados de la Liga: en tiempo real. Sociología al
lápiz, hay quienes, como el ensayista Christian Ferrer, compran el diario en
papel --más allá de los titulares-- sólo para recortar cada día su versión de
la Historia latiendo en presente. De allí salieron dibujos que ya forman parte
de la educación sentimental de todos los argentinos: los cuatros dictadores
llorando como viuditas enlutadas al dejar el poder; Carlos Menem aferrado al
sillón presidencial aun antes de lograr la reforma constitucional que, en
efecto, lo atornilló otro periodo; sus cientos de retratos de Borges (a quien
dedicó un libro, Georgie dear) o, últimamente, el retrato del
fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, muerto violentamente el 18 de
enero de 2015, a quien Menchi siempre dibujó con un tiro en la frente, cuando
las investigaciones judiciales se inclinaban hacia la hipótesis del suicidio.
Rebelde
ileso, el libro
presentado, remite sin embargo a un Sábat más privado: no el de los medios
masivos sino el que construyó paralelamente una carrera de pintor, exponiendo y
publicando casi una treintena de libros, que recrean y enriquecen el legado
cultural del siglo XX, desde Al troesma con cariño (1971),
sobre Carlos Gardel. "Como algunos nacemos asmáticos, tuertos o cansados,
Hermenegildo Sábat nació para pintar. Casi, casi exclusivamente para eso",
le dedica el escritor Juan Carlos Onetti en el comentario a una de sus muestras
en su Uruguay natal, donde fue reconocido con el Premio Nacional de Pintura
Pedro Figari.
En Rebelde... la
selección de pinturas, mayoritariamente retratos, surca 50 años y ofrece
algunos rostros archiconocidos y otros de personas imaginarias. Fotos de amigos
y de encuentros, reseñas y entrevistas completan la antología con la que Sábat
ha decidido contarse a sí mismo.
Autodidacta en
cada disciplina que abrazó --de la pintura a la música, pasando por la
fotografía y la poesía--, pertenece a una familia de artistas (Hermenegildo era
el nombre de su abuelo, también dibujante). Nacido en Montevideo en 1933, es
una leyenda viva del periodismo rioplatense. Trabajó en publicaciones que
hicieron historia: El país de Montevideo, las revistas Marcha, Crisis
y Primera Plana, The Buenos Aires Herald y La
Opinión, entre otras. Y en distintas épocas de su vida compartió
redacciones con grandes escritores como Juan Carlos Onetti, Eduardo Galeano,
Mario Benedetti y Tomás Eloy Martínez.
"Inténtalo
de nuevo, fracasa otra vez, fracasa mejor", la frase de Beckett que
antepone el artista como epígrafe a todo el libro, es una clave de lectura,
un leitmotiv que puede ayudar a entender su obra.
Perfeccionista sin cansancio --"soy un juez inclemente de lo que
hice"--, Sábat es sobre todo un modo de mirar, una manera de pararse ante
la realidad, de medirla, de cuestionarla, de elegir un encuadre, de exigirle
respuestas y de encarnar cierta personalísima perspectiva al llevarla al papel
o a la tela.
Del jazz, sus
músicos y cantantes, a los grandes maestros de la pintura (Monsieur Lautrec suma
a sus dibujos los textos de Cortázar), de John Lennon y Yoko Ono al bandoneón
de Piazzolla, Sábat ha pintado sus pasiones en blanco y negro y con colores.
Tanto las caricaturas como la pintura de Sábat participan de una rara
elocuencia, eso que Bachelard le requería a la gran poesía: la capacidad de
convertirse en metafísica instantánea y capturar la intensidad de un momento,
de una experiencia, de un rostro, para traducir su verdad más profunda.
Así, cuando Sábat
pinta al poeta Juan Gelman y miramos su retrato, es Gelman el que nos mira, no puede
ser otro, y casi lo escuchamos decir, apurando el primer cigarro: Esa
mujer se parecía a la palabra nunca, / desde la nuca le subía un encanto
particular/ una especie de olvido donde guardar los ojos, / esa mujer se me
instalaba en el costado izquierdo.
Esta sintonía se
verifica tanto en caras conocidas como en sus "retratos ajenos de seres
posibles" (casi una venganza por la sobredosis de realidad a la que lo
someten las caricaturas), en los cuales elige hacer ficción a partir de retazos
y gestos que remiten a cualquier hijo de vecino, pero que son elocuentes al
pintar, en la mirada turbia y el desgano de cualquier extraño, el desencanto de
toda una era.
“En mis libros
--ha contado Sábat-- siempre hay un tema, y después del tema sucede lo mismo que
con un cuadro: empiezo con una aproximación y, a medida que se va desarrollando
la idea, llego al momento de las correcciones. En todas las cosas hay una
gestación. No creo en lo repentino. Como decía Braque: ‘El cuadro está
terminado cuando la idea desapareció".
Rebelde ileso termina casi en el principio: en la
contraportada se reproduce la foto de su dni infantil, para que el lector pueda
comprobar que ya a los 12 años el Maestro fruncía el entrecejo, al sacarle
punta a los lápices.
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De CTXT (CONTEXTO Y ACCIÓN), 07/05/2016
De CTXT (CONTEXTO Y ACCIÓN), 07/05/2016
Imagen: Detalle de la portada
de Rebelde ileso
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