MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Han pasado casi
diecisiete años desde la última vez que publiqué poemas reunidos en un libro.
En diecisiete años caben varias vidas. No es el mismo quien empezó a
escribirlos en una casa del valle de Baztan, que al final no fue la de la vida,
y quien los acaba de reunir, en el mismo valle, en otro pueblo, sabiendo que
está de paso. En este tiempo ha habido cambios de casa y viajes, y con
ellos han cambiado los escenarios, los humores y las rutinas de vida; han
fallecido ya muchos de los compañeros de ruta; los tiempos que parecían afables
o aceptables en lo público y en lo privado se ensombrecieron de mala manera y
eso creo que se nota mucho en lo que he escrito.
Nunca dejé del
todo de escribir poemas. Eso sí, hubo años en que no escribí gran cosa,
versos sueltos, poemas truncados; los otros se fueron quedando a la espera de
vete a saber qué. La desgana o la pereza, o las dos cosas.
Ajuste de cuentas
hay, no voy ni a negarlo ni a esconderlo, pero sobre todo conmigo mismo, con
empeños, afanes y grandilocuencias emocionales que han dado en poca cosa o en
nada, y que en el momento de su escritura parecían poco menos que de vida o
muerte. Pessoa está detrás de la primera parte del título, pero tampoco hace
falta ser Pessoa para reparar en que no hay puesta en escena que no tenga algo
o mucho de fingimiento, algo más que un lugar común. León Felipe por su parte,
con unos versos de su poema «Qué lástima», está detrás de los
desarraigos. Arraigo, desarraigo, puesta en escena, exabruptos, sí,
conjuros, osadías, despropósitos, añoranzas, desahogos, burlas y exorcismos
contra el desacuerdo con uno mismo que el paso del tiempo me hace ver que
resultan a la postre ineficaces, por mucho poema que escribas.
*** El libro
estará en las librerías cuando llegue septiembre…
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 12/07/2017
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