Amo la
disolvencia de las cosas, las disolvencias de los oficios y la disolvencia del
hombre. Hay quien no ha tomado nunca
un bus, un micro, un trufi… hay quien aún no se ha vuelto rico mientras se ha
perdido un crepúsculo de Magritte, unas imágenes de Buñuel, unas palabras de
Aragón; andando por calles desnutridas de humanidades, como unas caricaturas de
Saúl Steinberg encuentras vidas como la
del carpintero que hizo pasar por muerto su padre para evadir una cuenta, la del
payaso multifacético que se hace maniquí para escaparse al cobrador, del
agrónomo que ofrece pendrive
musicales: ciertas fragmentaciones encierran y lucen tanta poesía que el oficio
hecho de tanta genialidad vale la profesión más respetable.
Todo el resto es
vida.
Esta muchedumbre
que a horas casi establecidas se lanza como si supiera adónde va, adonde está
yendo, siempre a cualquier hora: entra a una iglesia y sale del gimnasio, cruzando
avenidas sin alumbrado como sombras de un último espectáculo, como muñecas de
porcelana, como Pierrot desempolvados. Todo se mueve, el tiempo se acopla con
el espacio, eternamente.
En las farmacias
se vende Coca-Cola (light), aceite de oliva (virgen) y a su lado OFF Family contra los zancudos, un
abogado ha ampliado su buffet, se hacen fotocopias, anillado, mockochinchi y
bolos a 1 Bs., en la vitrina de la imprenta, tal vez es camba su titular, he
leído que hay gelatina de pata, el gallo catalán del parqueo canta, son las
seis de la tarde.
Todo se parece
cada vez más, el planeta se acerca a las voluntades del hombre, a las
esperanzas de los miserables, a los sueños de los lunáticos, a los fracasos de
cualquier traspié: a más miseria más alegría en las calles. Así las soledades y
las compañías.
Todo el resto es
vida.
Arremato el paso
de flaneur, cafés, tiendas, autos, más
tiendas, más autos, el comercio, todos estamos obligados en vender algo: una idea o un par de zapatos, unas
palabras y una tongada de mentiras… al fin es el vil metal el más grande personaje de la historia. En la esquina hay
siempre un ciego, un limosnero, un artista, un pajpaku, toda poesía que el
hombre siembra en el asfalto para la única gota de esplendor posible. Seguimos
engañándonos.
Todo el resto es
vida.
julio 2017
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Imagen: Saul Steinberg
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Imagen: Saul Steinberg
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