La vida es más
rápida que mi deseo de escribir, de escribirla. Tenía un blog. No tengo un blog
hace años. Lo que si tengo son decenas de bitácoras: cuadernos y libretas que
revientan de datos, nombres de seres humanos, bares, plantas, insectos,
lugares, volcanes, hojas de ruta y de coca, mapas, mojones, fechas, poemas,
circunstancias. Los papeles se apilan en mi biblioteca, agrietados por álbumes
de fotos y por piedras –colecciono piedras y, más velocidad aún, cada piedra
cuenta una historia, cada piedra me cuenta, recrudece y atiza una historia,
pero que no escribo, no puedo escribir, porque una nueva piedra y una nueva
historia corren delante de mí y me secuestran, arrojándome de nuevo al camino,
al vacío de una nueva bitácora que empiezo a llenar: Copacabanita, Huachacalla,
Chipaya, Sabaya, Coipasa. Al menos, anoté sus nombres. Ahora sé que ya puedo
empezar a olvidarlos.
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Marzo, 2016Fotografía: Tata Sabaya
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