Me da mucho gusto
estar en esta mesa con Pablo Toro, que es uno de mis «brothers», es parte de mi
banda chilena, digo yo. Siempre me ha dado mucho gusto venir a Santiago y ver a
mis amigos, siempre es padre alojar a la amistad. Les agradezco mucho que estén
aquí. Varios de ellos han sido para mí no solo compañeros de viaje, también me
han enseñado muchas cosas, me han descubierto mucha literatura y me emociona
venir a Chile porque siento que es un reencuentro y me siento como en casa,
como parte de la familia. Ya no voy a seguir diciendo cosas sentimentales. Me
gustaría comenzar a hablar en esta charla sobre José Revueltas, sobre todo
porque tengo muchas cosas que decir y no voy a llegar a ninguna parte,
entonces, mejor me apuro para no llegar a ninguna parte.
En algún momento, cuando me invitaron a esta charla, me emocioné por estar en la Universidad Diego Portales porque es una universidad donde están muchos de mis amigos con proyectos extraordinarios. Agradezco el acceso a estos libros maravillosos que publican. Conforme iba avanzando en la planificación de esta conversación, pensé en el título de esta charla, que tiene que ver con un planteamiento técnico de Revueltas: «Realismo dialéctico, realismo simbólico: las reencarnaciones de José Revueltas en la literatura mexicana». Después pensé que, por el mismo espíritu de clase B que hay en algunos aspectos de la literatura de Revueltas y el apego y cercanía que tengo con el tema de la cultura popular, se me antojaba cambiar el título, pero era muy tarde. Bueno, lo voy a cambiar aquí, y otro posible título de esta charla sería: «José Revueltas contra los monstruos del bien».
¿Qué son los
monstruos del bien? Revueltas se refiere a los monstruos del bien hablando del
marxismo, del nihilismo, de su época y de muchos aspectos de la izquierda
mexicana y soviética de los años treinta y cuarenta. Y los describe pensando en
el oxímoron, una figura retórica que Revueltas utiliza todo el tiempo, porque
es una figura completamente vinculada con su tradición filosófica, con su preocupación
por la dialéctica. La preocupación filosófica de la dialéctica de Revueltas va
más allá del marxismo y la estética de Hegel, y constantemente se pone en duda
en ese sentido. Cuando habla de los monstruos del bien se refiere a los grandes
comisarios de la izquierda que por ese bien mayor de la humanidad, por el
triunfo del proletariado, son capaces de cometer una cantidad tremenda de
atrocidades. Claro, hay otras figuras que funcionan como monstruos del bien. En
el caso de José Revueltas, otros monstruos del bien a los que tuvo que
enfrentarse fueron los críticos literarios y, en general, la forma de
canonización de la literatura.
México tiene una
carencia frente a países como Argentina o Chile que tienen la educación
literaria en su corpus de tener escritores raros, y los escritores raros
cumplen una misión particular dentro del contexto literario. En México eso es
un lenguaje que no podemos traducir. Los escritores solo pueden ser malos o
canonizables, y eso genera un hueco cultural muy grande, porque a Revueltas, no
hay más remedio que convertirlo en un autor canonizable y tratarlo como un
monstruo sagrado de la literatura mexicana, y digamos que su condición de
rareza no satisface a ninguno de los críticos. Eso hace que sea un personaje
canonizable que todos los críticos patean en el suelo. Creo que esta
particularidad de su figura es una de las cosas que más me atraen de Revueltas.
El año pasado
presenciamos centenarios muy importantes para la literatura hispanoamericana,
el de Nicanor Parra, Julio Cortázar, y en México tuvimos este viaje cómico,
mágico, musical, político e ideológico muy interesante en los centenarios de
Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas. Sin desmeritar a ninguno de los
tres, me parece que hasta la cronología conspiró contra Revueltas, porque Paz
nació el 31 de marzo, Efraín Huerta en junio y Revueltas nació en noviembre,
entonces a la hora que llegamos al aniversario de Revueltas ya estábamos muy
cansados de celebrar la literatura mexicana y no le tocó casi nada. Yo creo que
esta lectura podría ser una especie de after party, una lectura que
es una cruda, una caña, como dicen acá, una lectura en términos de caña, lo
cual no me parece mal, tratándose de Revueltas, que es un hombre que bebió
hasta morir y, además, lo hizo reivindicando el derecho de un hombre a
destruirse con el alcohol, y también en el sentido de una cruda, o caña, acerca
de volver a encontrarte con México como país totalmente destruido.
Para hablar de
las reencarnaciones de José Revueltas es necesario hablar de sus muertes, y
Revueltas tuvo varias muertes. Me parece que es muy impresionante y muy
sintomático el modo de morir y de renacer de un escritor mexicano como José
Revueltas a lo largo de varias décadas. Tendría que decir que la primera muerte
de José Revueltas sucedió en el año 1949, él tenía 35 años y publicó una novela
titulada Los días terrenales. ¿Qué significa morir en este caso
para un hombre de 35 años? Bueno, en primer lugar, José Revueltas provenía de
una familia notable para la cultura mexicana, una familia más bien pobre, de
provincia, de un pueblito llamado Santiago Papasquiaro en la Sierra de Durango
que de algún modo llegó a la ciudad de México a vivir en una colonia más bien
pobre, que es una de las colonias de resistencia hasta la fecha en la ciudad de
México, la Colonia Doctores. Desde ahí, cuatro miembros de esta familia se
convirtieron en un signo para la cultura mexicana: Silvestre Revueltas, como
uno de los dos inventores del nacionalismo experimental en la música mexicana;
Fermín Revueltas, como un pintor importante del movimiento muralista; Rosaura
Revueltas, como una destacada actriz, participó también en Hollywood, y José
Revueltas, quien se volvió notorio casi desde los quince años como activista.
José Revueltas
fue al reformatorio por primera vez a los quince años detenido por participar
en un mitin obrero. A partir de ahí, durante toda su juventud, se distinguió
como militante. Fue dos veces a la cárcel Islas Marías, un penal en una isla en
México, que tenía fama de ser muy duro. Además, fue militante del Partido
Comunista muy seriamente hasta que en 1941 publicó su primera novela, Los
muros de agua, acerca de su estancia en Islas Marías, en la que empezó a
jugar con el oxímoron. Hay una escena en un barco en el que los presos tienen
un motín y hay una especie de guerra campal con mierda, se empiezan a tirar
mierda unos a otros. Esa escena de la novela, a pesar de lo conservadora que
pueda ser en su forma, es inédita para la literatura, no solo mexicana, sino
latinoamericana en 1941. A partir de ese momento, surge el tema de la literatura
revueltiana, es más bien la formulación de la literatura revueltiana, sus
personajes siempre van a desenvolverse en dos mundos: uno es el del personaje
lumpen, del mantenido por las mujeres, de las prostitutas, el ratero, el
ladrón, el homicida, el que está borracho todo el tiempo en la cantina, y por
otro lado, el militante obrero, que a lo largo de las novelas no solamente va a
subir su postura política, sino que muchos de estos personajes, y a veces el
narrador, van a hacer grandes parrafadas ideológicas, planteando una
formulación que a la larga va a desembocar en un concepto de Revueltas que es
el marxismo cognoscitivo, que es una especie de metafísica marxista muy
particular.
Después de
publicar esta novela Revueltas entra en una zona que ya empieza a parecerles
peligrosa no tanto a los críticos de literatura, sino a sus compañeros
militantes. En 1943 publica su segunda novela, El último humano,
una novela a la que le tengo mucho cariño porque sucede en la región donde
vivo. Es la historia de la construcción de una presa y del extensionismo que
hacen los militantes para trabajar con los campesinos tras la Reforma Agraria.
Es una novela muy amarga, muy pesimista y que termina con la destrucción de un
proyecto, no solamente de gobierno, sino también de un proyecto de izquierda.
Es la decepción después del gobierno de Lázaro Cárdenas, y Revueltas entra aquí
de lleno –después de haber abordado el asunto literario y el lumpen– al tema
ideológico y a la construcción de la historia del país. Algo que va a influir
mucho en escritores más jóvenes y, me parece a mí –esto es casi una herejía
decirlo en México, aprovecho que estoy en Chile–, creo que es una gran
influencia para la obra de Carlos Fuentes.
Más adelante
Revueltas publica un libro de cuentos que se llama Dios en la tierra. Desde
mediados de los años cuarenta los críticos comienzan a decir «Revueltas es un
gran cuentista, no es muy buen novelista, pero es un gran cuentista», y este
tema se va a convertir en una de las discusiones más significativas de la
crítica literaria en México, porque los cuentos de Revueltas tienen mucha menos
carga ideológica que sus novelas. Más adelante va a publicar un libro llamado
Dormir en tierra. Revueltas es un joven militante y escritor establecido.
Empieza a establecer un discurso ideológico y muy pronto, en el año 47, los
expulsan del Partido Comunista Mexicano. Esta expulsión va a tener una
consecuencia: la aparición de Los días terrenales en 1949. No
solo es la obra de un comunista que ha sido negado por su gremio, es la obra de
un crítico que le dice frontalmente al Partido Comunista Mexicano que tiene que
tomar una postura frente a los juicios de Moscú de 1938, le dice que un buen
comunista debe hacer un examen de conciencia. Y por otra parte, un discurso que
ya venía permeando la obra de Revueltas se convierte en frontal, y es la
construcción de una retórica muy influenciada por la Biblia. Revueltas se
sostiene hasta el último momento, hasta el último de sus días, en todas sus
muertes y todas sus reencarnaciones, como un ateo convencido, pero es el
escritor que más citas bíblicas utiliza.
Ver el mundo
religioso confrontado con el mundo marxista les resulta muy chocante a los
líderes del Partido Comunista Mexicano, porque ello pone en evidencia lo que
sus críticos han dicho durante una buena cantidad de años, y es que el marxismo
y la lucha proletaria se han convertido –o lo fueron siempre en realidad– en
una forma de religión laica influenciada por el cristianismo. Ese
reconocimiento de Revueltas de la influencia cristiana dentro del marxismo es
demasiado para que lo toleren entre los comunistas, y no solo hay una gran
presión contra Revueltas, en la prensa lo hacen pedazos, sino que se dictan
anatemas desde todos los polos; uno de los anatemas, hasta donde sabemos por su
declaración, que más lastimó a Revueltas fue el de Pablo Neruda, que lo llamó
existencialista y reaccionario. Revueltas admiraba mucho a Neruda y ese fue un
momento difícil para él. Muchos años después se reconciliaron, pero en ese
momento fue una confrontación muy dura. El vacío que le hizo el Partido
Comunista, los socialistas en general, toda la izquierda, tuvo un efecto fuerte
y creo que desastroso en el lugar que ocupa José Revueltas dentro de la
literatura latinoamericana. Por una parte porque, como Revueltas sí tenía esa
visión monacal del marxismo, hizo lo que haría un monje, no un militante: se
retiró, se retiró a su celda, retiró de la circulación Los días
terrenales, recogió la edición y ya no se comercializó. Había montado en
1950 una obra en la que él tenía un diálogo semejante con la izquierda que se
llama El cuadrante de la soledad, que estaba teniendo éxito en
carteleras. Le pidió al director que quitara la obra y, por encima de todo eso,
guardó silencio de una manera muy impresionante durante todos los años
cincuenta. Revueltas publicó un par de relatos, un par de novelitas, una en
1956 y otra en 1957, en las que no me quiero detener porque son dos libros que
no tienen ninguna trascendencia para la obra de Revueltas ni para la literatura
mexicana. Desde 1949 hasta 1960, no vuelve a publicar un libro que tenga algún
impacto en la vida cultural mexicana, no hace grandes declaraciones y se
encierra en sí mismo como haría un monje medieval que ha sido castigado por su
orden.
¿Qué es lo que
hace José Revueltas durante toda esta época? Él dice que por sobre todo se
dedicó a estudiar, realmente hizo un examen de conciencia, ideológico, teórico
y estético. Pero también, para fortuna nuestra, se dedicó a escribir guiones de
cine. La obra de Revueltas de los años cincuenta está en los guiones de muchas
películas que siguen siendo de las más importantes y significativas en el cine
mexicano. No solía hacer argumentos, se dedicaba a hacer diálogos. Los lectores
y directores de cine se dieron cuenta del extraordinario oído que tenía
Revueltas para el lenguaje hablado y para la vena de lo popular. Así, desde los
años cuarenta, comenzó a escribir, por ejemplo, una película que se llama La
Diosa arrodillada de Roberto Gavaldón, que tiene unos diálogos
espléndidos; todos esos diálogos son de José Revueltas. Escribió también el
guión de La ilusión viaja en tranvía en 1953, que es una de
las películas menores de Luis Buñuel, una película muy linda y muy divertida.
Entre estas películas menores, escribió los diálogos de La palma de tu
mano, también de Roberto Gavaldón en 1950, y es muy notorio el humor porque
es una historia de clase media pero muy permeada por el tema de la lucha de
clases a través del tono de Revueltas. El protagonista es un estafador, un tipo
que se disfraza de adivino, es bien caracterizado como adivino, y le saca de a
poco cosas a las señoras de la sociedad; ve la bola de cristal y les saca ahí
los trapitos sucios, y luego las chantajea con los trapitos sucios. En algún
momento, consigue una carta comprometedora en la que una señora le escribe a su
amante, la consigue a través de la sirvienta y le dice a esta mujer a la que
está chantajeando: «No se olvide, señora, no hay que confiar en los sirvientes,
están en relación directa con los poderes sobrenaturales». A pesar de que es
una historia de clase media, la reivindicación del lumpen o del pobre está todo
el tiempo ahí.
La desaparición
de José Revueltas en los años cincuenta tiene un impacto muy importante. ¿Qué
sucede en esos años en la literatura mexicana? Justo cuando Revueltas ha sido
mandado a un rincón por sus padres comunistas, se publican El llano en
llamas y Pedro Páramo de Juan Rulfo, en 1953 y 1955.
Octavio Paz publica sus dos libros más importantes hasta ese momento, Águila
o sol y La estación violenta y reúne la primera parte
de su obra enLibertad bajo palabra. En 1958 aparece La región más
transparente de Carlos Fuentes, pero además de que aparecen estos hitos
literarios, entre los cuales tendría que haber una novela de José Revueltas que
nunca llegó, aparece sobre todo el crítico literario que le da forma al canon
de la literatura mexicana, Manuel Carvallo, que empieza a escribir de manera
semanal crítica literaria y que, además, hace un libro que se llamaProtagonistas
de la literatura mexicana, con entrevistas y ensayos mezclados sobre
diecinueve escritores que son el presente de la literatura. Revueltas no figura
ahí porque es un escritor que se quedó un poco olvidado en los años cuarenta.
En 1960 publica por fin un nuevo libro de cuentos que se llama Dormir
en tierra, que ha sido muy valorado por la literatura mexicana y que ha
tenido una recepción importantísima. Pero por ser un libro de cuentos, en el
ámbito de lo editorial, no llega a tener suficiente peso. Además, se desarrolla
esta especie tan difundida en el sentido de que Revueltas no es un novelista,
es un cuentista, nada más.
El crítico Evodio
Escalante hace una apreciación al respecto en su libro de ensayos que le dedicó
a Revueltas, donde dice:
El truco es todo
menos un truco nuevo, se ensalzan los cuentos de Revueltas para sepultar las
novelas en un armario viejo; se declara la perfección de los textos menores
para deshacerse de los mayores; sin problemas de culpa. Curiosamente la parte
más ambiciosa, totalizante e ideológicamente cargada de la producción
revueltiana está concentrada en sus novelas, y excluirlas para quedarse con los
cuentos –por admirables que estos sean– equivale a practicar un corte, una
mutilación no solo literaria sino ideológica. Privilegiar los cuentos no es
nada más que introducir un bisturí, es practicar una operación perfectamente
ideológica bajo títulos no ideológicos. Al pretender servirse de criterios
estrictamente literarios, la estilística, la teoría de los géneros, etc., lo
que hacen los críticos de la segmentación es pervertir el concepto mismo de la
práctica literaria y ponerlo al servicio de las ideas dominantes.
Revueltas va a
responder a esto, a esta función crítica de despersonalización ideológica muy
rápido. Su libro de cuentos aparece en el 60 y viene toda esta formulación
crítica que trata de convencernos de que no es un novelista. En 1961 se reedita
su primera novela Los muros de agua. La práctica que desarrolla
Revueltas para reescribir Los muros de agua sin tocarle ni un
solo pelo, tal y como está, me parece muy brillante y creo que ha sido muy
influyente en la literatura mexicana. Editorial Era reeditó su obra reunida, y
lo primero que encontramos es el prólogo en Los muros de agua. Es
decir, José Revueltas se describe a sí mismo escribiendo un texto que coloca al
principio de su obra, aunque lo escribió en 1961, con lo que yo digo que esta
reencarnación de José Revueltas es la del hagiógrafo de sí mismo, y lo que hace
es automitificarse como escritor. Hay varias demostraciones de que hace esto.
La primera es que no solo habla en el libro sobre la muerte de su hermano
Silvestre, músico connotado, de quien dice: «El día que iba a leerle la novela
recién terminada, que iba a leerle los papeles de Los muros de agua, su mujer
vino a decirme que Silvestre estaba agonizando». También nos dice que había
escrito un libro antes de Los muros de agua, una novela que se
llamó El quebranto, pero que el único manuscrito que tenía
desapareció porque alguien le robó una maleta en la estación de trenes de
Guadalajara, eso está planteado en el prólogo. Ahora, con esta reedición
sabemos que eso es una mentira, que se conserva un manuscrito de El
quebranto. Revueltas miente a propósito diciendo que perdió su primera
novela porque ahí es donde quiere que parta su discurso estilístico. Plantea
cómo fue que escribió esta novela, y después de hablar de su silencio, de su
largo silencio literario, dice: «Yo me dediqué durante los años cincuenta a
meditar en lo que era el realismo, sobre qué cosa podría realmente ser el
realismo como literatura», y entonces dice «así que una de las cosas que hice
fue visitar un leprosario». En 1955 viaja a Guadalajara a visitar un
leprosario, y desde ahí le escribe una carta a María Teresa, su esposa, y
coloca la carta dentro del prólogo, con lo cual esta carta es una de sus piezas
narrativas más impresionantes. Lo que está diciendo es que nunca estuvo
realmente en un silencio en los años cincuenta, simplemente no nos dio a leer
lo que estaba escribiendo. Pero además, después de hacer eso, escribió un
párrafo diciendo que toda esa carta falla estéticamente. Es decir, se recupera
a sí mismo como autor, se reinventa y luego dice «pero ese escritor es malo».
Cuando está viendo a un grupo de leprosos que van a una función de teatro porque
es un día de aniversario, dice:
Ahora mirando a
todos juntos me doy cuenta en qué consiste el horror que hay en ellos, el
horror que inspiran, simplemente se trata de un horror diferido, un horror a
punto de ser, aquí puedo examinar de un modo progresivo el proceso de
distorsión de las caras, desde el principio, el comienzo de la monstruosidad
hasta la monstruosidad perfecta, hay toda gama, están aquellas, aquellos y
aquellas cuya nariz es casi natural, casi humana, luego vienen los que ya la
tienen un poco hundida y finalmente aquellos que ya nada más les queda en el
rostro una simple, redonda, y carnosa esferita en medio de las mejillas.
En la misma carta
analiza lo que está haciendo como narrador: «Me siento como si estuviera
robando a los leprosos, sé que más tarde, cuando describa lo que veo hoy, voy a
sufrir como en realidad ocurre, pero mientras estoy entre ellos me concentro de
un modo absoluto en su observación, sin que sienta compasión, piedad, ni nada».
Todavía después de este sobreanálisis que hace del hecho de estar presenciando
algo y tratando de construirlo narrativamente, hace una reflexión de la
metáfora de la lepra como figura de lo nacional, y dice, en medio de un
festival donde todo le parece dantesco:
Quienes organizan
este festival han perdido el sentido de las proporciones del horror, creo que
para nosotros los mexicanos no existe el horror, de tal modo estamos
acostumbrados a él, nos fascina Coatlicue. Los niños, para jugar, se ponen esas
horribles máscaras de hule que, ahora me doy cuenta, no son sino de leprosos.
¿Dónde se puede ver que esto sea un juego y una diversión? Solo entre nosotros.
Somos un país increíble de Demonios.
Después de toda
esta intensidad truculenta, dice Revueltas al final de la larga cita que es la
carta: «Dudo que esa realidad pudiera ser transformada en una ficción literaria
convincente, es excesiva y superabundante». Y así, después de haber hecho todo
este pathos se destruye a sí mismo en tres frases. A partir de este momento,
construye el discurso formal que más discusión ha causado entre los críticos en
todo momento. Dice Revueltas en este prólogo que es en realidad su poética:
La realidad debe
ser necesariamente ordenada, discriminada, armonizada dentro de una composición
sometida a determinados requisitos, pero estos requisitos tampoco son
arbitrarios, existen fuera de nosotros, son, digámoslo así, el modo que tiene
la realidad de dejarse que la seleccionemos. Dejarse la realidad que la
seleccionemos, ¿qué significa? Significa que la realidad tiene un movimiento
interno propio que no es ese torbellino que se nos muestra en nuestra
apariencia inmediata donde todo parece girar en mil direcciones a la vez,
tenemos entonces que saber cuál es la dirección fundamental, a qué punto se
dirige y tal dirección será, así, el verdadero movimiento de la realidad, aquel
que debe coincidir con la obra literaria. Dicho movimiento interno de la
realidad tiene su modo, tiene su método, para decirlo con la palabra exacta, su
lado moridor, como dice el pueblo: este lado moridor de la realidad en la que
se la aprende, que se le somete, no es otro que su lado dialéctico, donde la
realidad obedece a un devenir sujeto a leyes.
Obvio la parte
del choque de trenes estilísticos que hay en los pasajes de la carta desde el
leprosario donde escribió a su mujer y su fuerza narrativa, y el
distanciamiento que pone en los dos párrafos siguientes acerca de la realidad y
de cómo debe existir una lectura dialéctica de la realidad, y la concepción que
hace cuando dice esto: «La realidad tiene su lado moridor, como dice el
pueblo». Primero, la expresión en México es bastante comprensible, pero creo
que fuera de México es más difícil de comprender, porque nosotros la usamos
coloquialmente y es ese tipo de expresiones que si no te preguntan qué es entiendes
qué es, pero si te preguntan, no. Es, el lado moridor, la realidad a punto de
desvanecerse, es otra vez la construcción de un oxímoron, la vida como entidad
muriente, y me parece extraordinario que José Revueltas, que tenía este bagaje
filosófico, utilice una expresión completamente coloquial y popular. La mejor
manera de describir qué cosa es el lado moridor de la vida es explicar qué
cosas son las canciones de José Alfredo Jiménez. No existe nada más afín al
lado moridor de la vida que la forma en que José Alfredo Jiménez concibe sus
canciones, yendo siempre hacia dos zonas aparentemente opuestas, a veces con el
oxímoron, pero a veces utilizando otras rutas para conciliar elementos
completamente distantes y producir imágenes potentes con ellas. La más conocida
de estas imágenes tiene que ser: «No tengo trono ni reina ni nadie que me
comprenda, pero sigo siendo el rey». Esa es la descripción lírica del lado
moridor de la vida. Por supuesto, otra clásica es: «No vale nada la vida, la
vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba», que
significativamente es una cita en el epígrafe de la primera novela de Carlos
Fuentes, La región más transparente. Pero a mí me gusta más una
cita menos conocida de José Alfredo Jiménez, que creo que se acerca más a la
lectura de Revueltas: «Las distancias apartan las ciudades, las ciudades
destruyen las costumbres». Son dos versos que me parecen de una potencia
latina.
Así pues, decía,
este prólogo podría considerarse una poética de la obra de José Revueltas, y al
final del prólogo Revueltas dice que está decidido a construir un realismo
materialista y dialéctico. Lo siguiente que hace es escribir el libro Ensayos
sobre un proletariado sin cabeza, en el que declara la inexistencia del
Partido Comunista Mexicano y hace una de las reflexiones más lúcidas acerca de
lo latinoamericano. Y es que las revoluciones en Latinoamérica han construido,
y él se refiere sobre todo a México, han construido una base social, política,
que está lista, el pueblo está listo para la revolución, los líderes no. No
existe un discurso de un liderazgo real que organice todas esas fuerzas.
Declara la inexistencia del Partido Comunista y por supuesto, vuelven a
expulsarlo del Partido Comunista, lo habían aceptado de regreso de su retiro
monacal, pero bueno, vuelven a expulsarlo. Se une al Partido Socialista Obrero
y a los cuatro o cinco meses lo expulsan también de ese partido. Se reúne con
un grupo de los comunistas más liberales, digamos del país, y funda la Liga
Nihilista Espartaco; él convoca, reúne y es uno de los motores principales de
la Liga Nihilista Espartaco, de la cual es expulsado dos veces después. En esta
circunstancia empieza el proceso hacia la segunda muerte de José Revueltas.
Primero, está bastante maltratado por el alcohol, se divorcia, se queda sin
casa, vive en casas de amigos, hay un registro exacto de dónde escribió su
última novela y está escrita en casas de distintos amigos que lo invitaban a
hospedarse dos semanas, tres semanas, y pasa así dos años, hasta que concluye Los
errores, su última novela.
Si yo dijera que
estoy escribiendo una novela que se trata de un padrote, como decimos en
México, un proxeneta, o más coloquial, un cabrón, un chulo, si yo les dijera
que estoy escribiendo una novela de un padrote que tiene un plan para retirarse
de su negocio y este plan consiste en meter a un enano homosexual que está
enamorado de él en una maleta para luego llevar esa maleta a la casa de un
usurero y dejarla a resguardo, para que en la noche este enano salga de la
maleta, le abra la puerta y poder asaltar el lugar, si planteo una cosa así,
hacer un cuento o una novela con eso sería estar imitando a Roberto Bolaño,
pero ese es el argumento inicial de Los errores de José
Revueltas, eso y una serie de locuras posteriores como la idea de que los
comunistas quieren deshacerse de un comunista que les parece un poco difícil,
entonces lo que hacen es planear un ataque a una sede fascista para poder matar
a este cuate con una bala perdida. Todo un plan completamente alucinante de
cómo hacer un ataque comunista contra los fascistas para matar a un comunista.
La novela es desmesurada, simplemente de una dimensión difícil de abarcar, que
está relacionada con la nota roja, con la construcción de lo que él llamaba el
marxismo cognoscitivo, que empieza a desarrollar por esa época.
Los errores llamó mucho la atención en México.
Entre abril y diciembre de 1964 se publicaron diez reseñas sobre este libro, y
todas iban contra él. Lo acusaron de crear una venganza personal contra el
Partido Comunista, de que no sabía escribir, de que no sabía dar recibimiento a
una historia cuando justo lo que hacía era tratar de crear una especie de broma
haciendo largas digresiones. Nadie entendió el sentido del humor de la novela,
que yo creo que se va volviendo más espectacular con los años, me parece que es
sin duda la gran novela de José Revueltas. Es, creo yo, una de las grandes
novelas de Latinoamérica, y no pasó nada con ella.
La segunda muerte
de José Revueltas fue, y esto no es culpa de nadie, de algún modo una cierta
complicidad del Boom latinoamericano. En el momento en que Revueltas publica Los
errores, están apareciendo novelas como La muerte de Artemio Cruz, La
ciudad y los perros, Juntacadáveres, Cien años de
soledad; estos libros, que se integran al Boom inmediatamente y desarrollan
esta expresión del Boom, sepultan por completo la novela de Revueltas y el
único de estos autores que en algún momento dice que no se explica por qué Los
errores no figura en ese contexto de la novela latinoamericana es
Julio Cortázar. Esta segunda muerte de Revueltas dura poco tiempo porque
Revueltas regresa desde otro territorio inesperado. En 1968 los estudiantes
mexicanos se levantan y marchan hacia la calle contra la desmesura del gobierno
de Gustavo Díaz Ordaz, es una historia que todos sabemos, una tragedia
latinoamericana conocida. Antes de la masacre de estudiantes de Tlatelolco José
Revueltas se muda a vivir a la Escuela de Letras y se convierte en una de las
presencias centrales. Los jóvenes son quienes rescatan a Revueltas y le dan
validez política.
Las lecturas que
hay en esta etapa son muy encontradas. Luis González da cuenta en un pasaje muy
chistoso y muy enemigo de Revueltas que era muy necio y se dormía en un
escritorio, que estaba bebiendo todo el tiempo y que ellos decían «debería
volver a la Escuela, dile tú…», querían decirle que no bebiera. Revueltas
aparece en público con el cabello y barbas larguísimos, era como una especie de
santón que les decía que había que ir a Paracho –que es un pueblo donde se
fabrican guitarras– para comprar metralletas y traerlas en estuches de
guitarras. Trataba de dar discursos sobre el marxismo cognoscitivo al Consejo
Nacional de Huelga, y lo corrían de las asambleas porque estaban haciendo cosas
pragmáticas, como de dónde iban a sacar lana o qué edificio se iban a tomar. Y
dice González que siempre estaba contando historias sobre ángeles, y que decía,
por ejemplo, que uno de sus cuentos era que los ángeles bajaban a la tierra y
recorrían el mundo pero la gente los trataba muy mal y regresaban al cielo
decepcionados. Entonces Dios le preguntaba a uno de los ángeles «pero, ¿pasó
algo bueno?» y el ángel decía «bueno, sí, conocí a un ateo que se llamaba José Revueltas
y me hizo esto y esto y esto, y fue maravilloso».
Revueltas
confiesa, cuando todos los intelectuales están escondiéndose, que él apoyó a
los estudiantes, que fue a dar las conferencias, y la policía se tomó muy en
serio la confesión y lo condenaron a dieciséis años de prisión. De vuelta a la
cárcel por dos años, escribe un pequeño relato que se titula El apando,
que es una especie de novela breve o cuento largo. El apando es el lugar de
castigo, es una expresión coloquial para referirse a la sala de castigo. La
idea del encierro está construida en la novela a partir del hecho de que toda
la novela es un solo párrafo. En este momento hay un encuentro estilístico muy
curioso entre Revueltas y Octavio Paz. Voy a leer unas frases de El
apando:
Estaban presos
ahí los monos, nada menos que ellos, mona y mono, bien, mono y mono los dos en
su jaula, todavía sin desesperación, sin desesperarse del todo, muchos pasos de
un extremo a otro, detenidos pero en movimiento, atrapados por la escala
zoológica, como si alguien, los demás, la humanidad, cuidadosamente ya no
quisiera ocuparse de su asunto.
Todo el primer
pasaje se refiere a los guardias, los describe como a monos, y en ese mismo
momento Octavio Paz estaba escribiendo El mono gramático, donde hay un
pasaje que dice así: «Estoy rodeado por monos que saltan de un lado para otro,
machos fornidos que se arrastran sin parar y gruñen enseñando los dientes si
alguien se les acerca, hembras con las crías tendidas a las tetas». Los dos
pasajes son significativamente cercanos, no solamente en su campo semántico
sino también en su ritmo, en el estilo de su escritura. Este es el Revueltas
que se va a quedar hasta el final, hasta 1976, cuando le dijeron «no te puedes
tomar un trago más porque te mueres» y fue y se tomó un trago de vodka. Creo
que en realidad tenían razón cuando lo acusaron de ser existencialista, al
menos en su relación con el alcohol.
La tercera
reencarnación de Revueltas tiene que ver con su relación con los próximos
realismos, el realismo simbólico del que en algún momento habla Carlos Fuentes.
En 1965, muy poco tiempo después de que Revueltas haya hecho su discurso acerca
del realismo dialéctico y del lado moridor, Carlos Fuentes dice en una
entrevista a Manuel Carvallo: «Siempre he creído que toda expresión literaria
válida, independientemente de los casilleros en que la alojen, es una expresión
de la realidad, naturalista, realista, fantástica, simbólica, crítica, no hay
una construcción lógica de la verdadera realidad, tal como se presenta en la
vida, por el contrario, es ilógica y solo un esfuerzo intelectual lógico le da
a esa realidad una semblanza comprensible. La fantasía es una realidad
cotidiana más evidente que la realidad creada». Esto no es más que la idea que
dio, en otras palabras, Revueltas sobre la inverosimilitud básica de la
realidad tres o cuatro años antes. Esta misma entrevista sigue y sigue con este
tema y habla sobre la responsabilidad generacional del autor, etc. Fuentes
nunca le da esa condición a José Revueltas, pero incluso las formas de
construir sus títulos, algunos de los rasgos de sus personajes me parece que
vienen de la primera época de las novelas de José Revueltas.
Una segunda
formulación que retrotrae José Revueltas es el infrarrealismo, este movimiento
literario en México del que partió Roberto Bolaño para escribir Los
detectives salvajes. Hay una influencia obvia de la vida en el límite, y su
relación es de la construcción de una realidad como vida en el límite. No es
una influencia teórica, es una influencia ética y también es una influencia
narrativa. La construcción de las ideas entre vida y literatura, y si uno
quisiera plantear esto que estoy diciendo, más la idea de especulación como una
realidad verificable entre lenguaje, más que encontrarla en los libros de
Bolaño y de los infrarrealistas en general, se encuentran en este personaje que
Bolaño construyó como Ulises Lima y que está basado en la figura de José
Alfredo Zendejas, un escritor que nunca quiso usar su nombre porque dijo que
José Alfredo solo podía haber uno, José Alfredo Jiménez, y toda su vida usó el
pseudónimo de Mario Santiago Papasquiaro. Santiago Papasquiaro es el pueblo
donde nació Revueltas. Mario Santiago Papasquiaro es en sí mismo, como
personaje de la literatura mexicana, un homenaje viviente a la figura de José
Revueltas.
Más adelante los
críticos van a reinterpretar el realismo revueltiano. Uno de ellos es Evodio
Escalante, en su libro José Revueltas: una literatura del lado moridor,
que es un libro basado en los discursos posestructuralistas, me parece que
tiene esta idea inteligente de incorporar a un discurso filosófico una
expresión coloquial; después Christopher Domínguez Michael escribirá un ensayo
que se llama «Lepra y utopía», que le hace un homenaje un poco a regañadientes,
porque se nota que no quiere a Revueltas, se complica muchísimo, tienen dos
diferencias centrales: Christopher es abstemio, y en segundo lugar, retirado
del Partido Comunista. Entiendo la complicación que le genera la figura de
Revueltas, la incomodidad. Sin embargo, desde esa incomodidad, Christopher
escribió un ensayo extraordinario en el que hace esta valoración de la analogía
con el cristianismo que todo el tiempo está en la obra de Revueltas, la
presencia de los ángeles, de la idea de acudir a un leprosario y estar cerca de
un leproso para construir un discurso estético.
Finalmente
Revueltas llega a su cuarta reencarnación en el año 2014, como el hombre del
centenario visto por los monstruos del bien. Las revaloraciones críticas me
parece que en general no han sido justas, ni la actitud del Estado, ni la
confrontación o discusiones que se han dado en algunas revistas. El número que Letras
Libres le dedicó, creo que deja mucho que desear, son notas muy
apresuradas, y la nota de Christopher, me parece que esta vez, es un poco
mezquina. Sin embargo, sí hay dos cosas que sucedieron: una, la reedición de la
obra hecha por la editorial Era (una edición preciosa, Marcelo Uribe se lució
en este trabajo), y la otra, y sobre todo, que este año se reeditó por fin Los
errores. Este libro, en la edición del Fondo de Cultura Económica, viene
acompañado con un volumen con catorce ensayos lúcidos, serios, de algunos
críticos muy importantes, no solo mexicanos. Me parece que es un buen momento
para volver a esta novela, rescatarla del olvido.
Mientras leía las
críticas o los ensayos sobre la obra de José Revueltas, me di cuenta de que
había dos verbos que se repetían en todos los autores, sin importar su simpatía
o rechazo. Empecé a subrayar estos dos verbos, y uno de ellos era «descender».
Revueltas era un escritor que siempre descendía, descendía hacia el pueblo,
hacia la explicación de sus discursos teóricos. Y el otro verbo era
«rectificar». Revueltas siempre estaba dispuesto a reconocer que se había
equivocado. Me parece que un escritor que está dispuesto a descender y a
rectificar, todavía tiene cosas que enseñarnos.
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De PANIKO.cl,
2015 (Inicialmente en DOSSIER (Chile, UDP), 11/2015
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