El Astrónomo, a
quien echo mucho de menos, cuando se ponía pomposo los llamaba "solaces
bibliofílcos", pero en eso ando, con olor intenso a moho y a encierro que
me hace pensar en alguna de esas casas cercanas al mar cuyos ocupantes fallecen
y sus pertenencias son desbaratadas en chamarileros, encantes, salas oficiales
de subastas... el derribo de muchas vidas. De ahí viene sin duda esta pequeña
joya cuyas páginas intonsas voy abriendo en esta tarde de nubes rápidas
hacia el sur y de bandadas, lentas, de grullas hacia el norte que oigo y apenas
distingo... veo, oigo, sí, grullas lejanas, muy altas, y el concierto para
violín no.3, Op.7, de Vilvaldi. L'Arbalète, revista de literatura,
publicada en Lyon, en plena Ocupación y en la inmediata posguerra. Las primeras
páginas de Jean Genet, Antonin Artaud y los Tarahumaras, Sartre y Les autres,
Henry Miller, Boris Vian, y esa pieza de teatro de combate de Ernest Hemingway, La
quinta columna, el hotel Florida y el bar Chicote, el Madrid cercado y las
Brigadas Internacionales.
Solaces
biblofílicos, vueltas atrás imposibles, el Astrónomo no está, se fue, se le
cayó la persiana encima, él me regaló la primera edición de Viaje al
final de la noche,encuentros y desencuentros, desde la infancia, San
Sebastián, el topo a su paso por Amara, la barca que alquilamos en el puerto y
no sabíamos remar, Barcelona, barrio de Gracia, husmas librescas y comilonas de
tragaldabas, noches de aldabas y aldabonazos, sirenas y puños cerrados, Pascual
y su capital de tercer orden... Cada vez tengo más claro que somos nuestros
muertos. No me hace falta leer a la petulante Simone de Beauvoir en La
vieillese para saberlo. Leo breviarios del susto y me agarro como
puedo a las andanzas de Conrad Killian, de Pablo Cingolani en el Altiplano
boliviano o de Francis Lacassin y "La aventura en botas de siete
leguas"... cualquier cosa con tal de salir del cepo de una época cenagosa.
No hay tiempo perdido, hay pasos ganados, basta contarlos, aunque los hayas
dado en el vacío o en la oscuridad para saberlo. Muchacho, no hay trinchera,
hay negocios y no son tuyos... ¿Oyes, muchacho?... Nada, ni caso.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 13/03/2016
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