ROBERTO BURGOS CANTOR
El 2 de diciembre
pasado, asistí a un acto con sentido y porvenir relacionado con la muerte de
Gabriel García Márquez. Por lo general los velorios están teñidos de
ocurrencias que repiten ritos funerales, no consultan la voluntad del difunto,
sus testamentos. Festejan la vanidad de sobrevivientes que nunca supieron qué
hacer con la fama, lograda a pulso, del muerto. Se pierden en apropiaciones
nacionalistas, tardías y superficiales, la farragosa retórica de las misas
solemnes, las leyes de honores, los arrepentimientos. Y esas exhibiciones de
impudor que exponen el álbum familiar de recuerdos, de significaciones íntimas,
a la mirada indiscreta de desconocidos. “¡Mas todo en vano!... ¡Oh, qué
agorera la última farsa hecha en latín,/ junto al cochero de chistera/
senatorial, ebrio de anís!...
El acto del 2 de diciembre partía de una clave: llenar de vida un espacio de
recogimiento, enfrentar la lenta disolución de las cenizas con la memoria que
prolonga más allá de la muerte lo que una vida dejó, estela densa y fecunda.
Evitar que ese revuelto de museo para japoneses volviera un espacio de
humanidad, un decorado pueril para fotografías de turismo aburrido.
Así y asá la Universidad de Cartagena, en su edificio de posgrados, el claustro de la Merced y su tesoro de vidas vividas, las enfermedades de Dios, la dominación, la justicia, ha nominado el bello patio como el Patio García Márquez. En el centro el tan bello como apropiado espacio en el cual se guardaron, cangrejo de hoyo profundo, con jardín y busto que no confunde la grandeza con la ostentación, los restos del escritor de América.
Para dar la buena
noticia, su Rector y su Vicerrector de investigaciones, su poeta don Rómulo
Bustos, convidaron a tres poetas que representan, junto con Bustos Aguirre, un
momento de renovación inigualable de la poesía colombiana: Juan Manuel Roca,
Horacio Benavides, Nelson Osorio, para que con el destino del conjuro poético
acompañaran este momento donde el cielo con un aguacero selló el pacto de
fecundas producciones artísticas y académicas.
El acto del 2 de
diciembre mostraba la justeza y la responsabilidad de la escogencia de ese
lugar para el sueño eterno. García Márquez se ganó un lugar en la universidad
del mundo. Maestro nato, observó las deficiencias lamentables del periodismo,
sabía con entusiasmo lo que representaba el cine para ennoblecer a los pueblos,
acompañó a Víctor Nieto en su clarividencia de convertir a nuestra cangrejera
en el lugar del festival más antiguo.
Ahora los
estudiantes y los investigadores de la Universidad de Cartagena tendrán un
patio presidido por el viejo amor de Gabriel a la ciudad nativa, al Universal y
a Zabala, a Ibarra Merlano y Rojas Herazo, al cocinero inigualable del mercado,
a los De la Espriella y la pensión de Múnera, para renovar
interpretaciones y cambiar al mundo.
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De BAÚL DE MAGO,
columna del autor en EL UNIVERSAL, 31/12/2016
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