02/01 [Cuaderno de notas]
Año nuevo: y como
flores sólidas y cristalinas, flamantes en el jardín, de nuevo en el vivero. El
hielo de primeros de enero nos ha traído todo lo que importa; hoy, mayores que
la hierba, pero menores que el árbol, el primero que tropiece con el canto del pájaro
quedará en dos mitades; y de una de esas partes, el primero que escuche el
gemido moribundo de una planta perderá el verde de los mejores deseos. Entre
tanto, sopla un viento pequeño, aun así, las hojas se estremecen. Nos
preparamos poco a poco para ser matorral, pasto seco a final del verano, aunque
seguimos con el mismo sueño de la maquia verde y frondosa que forman los
laureles en la cabeza de los campeones. Recién hemos traspasado las leyes que
rigen los ecosistemas naturales; está sí que es la primera felicidad del año y
que nadie podrá arrebatarnos. A nuestras energías les ha tocado en suerte el
papel del suelo en la nutrición de las plantas y la carne, que todavía
acompaña, engloba la enorme continuidad de la naturaleza, la eficiencia de los
cultivos. Nadie morirá de hambre lo que resta de año, que es mucho, y no habrá
nada más bello que un huerto de flores y plantas aromáticas, como el que nos
acaba de nacer en la boca del estómago. Aberturas que sirven de entrada y
salida. Hablar sin pensar, escribir sin reparo. Lo que no tiene remedio se
examina y se acepta, aunque sea de mala gana. Seguiremos pendientes de que
alguien nos eche un vistazo, nos coteje, como si se tratase de una especie
asilvestrada, cortezas oriundas de un lugar que todo el mundo conoce, pero que,
sin embargo, se cuidan muy mucho de transitar por él.
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Imagen: David Hockney
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