"Ah los
miles de damnificados por el crepúsculo", escribe Francisco Umbral en Un
ser de lejanías, su diario/dietario del año 2000, en donde confiesa su
miedo (móvil) al miedo, siempre nocturno, a la enfermedad, al fracaso –él mismo
se asombra de decirlo–, a la soledad, al dolor, a la vejez... Tenía 68 años y
estaba lleno de fuerza creadora. Es la luz y la escritura, dice, lo que le
salva del miedo. La escritura como consuelo, sí, cuando ya nada se espera. Hoy,
cuando abrí la puerta de casa, las campanas del pueblo tocaban a muerto. A mí
es el día el que me inquieta, salvo que camine, salvo que en la escritura no
sepa si es de día o de noche, o si esa escritura va de verdad a algún lado y no
pasa de ser algo clandestino, epigonal. El día. Un amigo me escribe para
decirme que por el momento ando viviendo "en el pozo" y yo, para
encorajinarme, me acuerdo de aquel relato del hundido en un pozo de arenas
movedizas al que ya tragado una poderosa corriente subterránea arroja de nuevo
a la superficie: moralidades para baldados, bálsamos de tigre, como la propia
escritura, durante un rato, conjuros y milluchadas para hacer que el alma
regrese, esa que se fue y nadie sabe cómo ha sido ni por dónde anda. A cierta
edad, cuando ya poco se espera... versos estos que cada cual se escribe como
puede, como le dicte el cuerpo.
*Publicado
originalmente en el blog del autor Vivir de buena gana (17/01/2017)
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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 18/01/2017
Imagen: Misha Gordin
Imagen: Misha Gordin
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