Marcel Proust, Contre Sainte–Beuve
Entonces, si
estuviese obligado a definirme en términos de lo que preguntaba Saer, habría
que pensar en tradiciones regionales, entiendo por regionales encrucijadas lingüísticas,
nudos culturales donde se puede encontrar el peso de ciertas historias y
ciertas formas de narrar. De todas maneras, la cuestión es hasta dónde este
tipo de determinaciones son pertinentes en el caso de la literatura. Hasta
dónde la literatura sería una práctica que excede las tradiciones nacionales y
las fronteras y escapa a los espacios políticos. Y si hablamos del relato
futuro, tal vez tengamos que pensar en un tipo de escritura que va más allá de
los ámbitos muy circunscriptos de las tradiciones políticas y lingüísticas. Una
utopía en la que el tipo de lengua generada por la literatura es una lengua
casi propia, que se aleja de los registros locales o nacionales. Creo que el Finnegans
Wake de Joyce apuntaba en esa dirección, pese a que Joyce era un
escritor rencorosamente irlandés y estaba muy atento a ese tipo de tradiciones.
Podríamos pensar también en el relato futuro como un relato que se constituye
en otro tipo de lengua. Una lengua que cambia como la verdadera lengua de la
literatura. Una lengua que imprevistamente pasa del español al inglés o del
inglés al alemán. Y quizás podríamos pensar el Finnegans como
el primer texto que responde a esta suerte de movimiento posible, utópico, de
una lengua que sería por fin la verdadera lengua de la literatura. Una lengua
que no estaría trabajada por los recortes políticos y geográficos y que
constituiría sus propias tradiciones. En este sentido podríamos imaginarnos la
posibilidad del relato futuro.
Ricardo Piglia
Por un relato futuro
Conversaciones con Juan José Saer
***
Lo que hace la
literatura en la lengua es más manifiesto: como dice Proust, traza en ella
precisamente una especie de lengua extranjera, que no es otra lengua, ni un
habla regional recuperada, sino un deve-nir–otro de la lengua, una disminución
de esa lengua mayor, un delirio que se impone, una línea mágica que escapa del
sistema dominante. Kafka pone en boca del campeón de natación: hablo la misma
lengua que usted, y no obstante no comprendo ni una palabra de lo que está
usted diciendo. Creación sintáctica, estilo, así es ese devenir de la lengua:
no hay creación de palabras, no hay neologismos que valgan al margen de los
efectos de sintaxis dentro de los cuales se desarrollan. Así, la literatura
presenta ya dos aspectos, en la medida en que lleva a cabo una descomposición o
una destrucción de la lengua materna, pero también la invención de una nueva
lengua dentro de la lengua mediante la creación de sintaxis. «La única manera
de defender la lengua es atacarla... Cada escritor está obligado a hacerse
su propia lengua...». Diríase que la lengua es presa de un delirio que la
obliga precisamente a salir de sus propios surcos. En cuanto al tercer aspecto,
deriva de que una lengua extranjera no puede labrarse en la lengua misma
sin que todo el lenguaje a su vez bascule, se encuentre llevado al límite, a un
afuera o a un envés consistente en Visiones y Audiciones que ya no pertenecen a
ninguna lengua. Estas visiones no son fantasías, sino auténticas Ideas que el
escritor ve y oye en los intersticios del lenguaje, en las desviaciones de
lenguaje. No son interrupciones del proceso, sino su lado externo. El escritor
como vidente y oyente, meta de la literatura: el paso de la vida al lenguaje es
lo que constituye las Ideas.
Estos son los tres aspectos que perpetuamente están en movimiento en Artaud: la omisión de letras en la descomposición del lenguaje materno (R, T...); su recuperación en una sintaxis nueva o unos nombres nuevos con proyección sintáctica, creadores de una lengua («eTReTé»); las palabras–soplos por último, límite asintáctico hacia el que tiende todo el lenguaje. Y Céline, no podemos evitar decirlo, por muy sumario que nos parezca: el Viaje o la descomposición de la lengua materna; Muerte a crédito y la nueva sintaxis como lengua dentro de la lengua; Guignol's Band y las exclamaciones suspendidas como límite del lenguaje, visiones y sonoridades explosivas. Para escribir, tal vez haga falta que la lengua materna sea odiosa, pero de tal modo que una creación sintáctica trace en ella una especie de lengua extranjera, y que el lenguaje en su totalidad revele su aspecto externo, más allá de la sintaxis. Sucede a veces que se felicita a un escritor, pero él sabe perfectamente que anda muy lejos de haber alcanzado el límite que se había propuesto y que incesantemente se zafa, lejos aún de haber concluido su devenir. Escribir también es devenir otra cosa que escritor. A aquellos que le preguntan en qué consiste la escritura, Virginia Woolf responde: ¿Quién habla de escribir? El escritor no, lo que le preocupa a él es otra cosa.
Estos son los tres aspectos que perpetuamente están en movimiento en Artaud: la omisión de letras en la descomposición del lenguaje materno (R, T...); su recuperación en una sintaxis nueva o unos nombres nuevos con proyección sintáctica, creadores de una lengua («eTReTé»); las palabras–soplos por último, límite asintáctico hacia el que tiende todo el lenguaje. Y Céline, no podemos evitar decirlo, por muy sumario que nos parezca: el Viaje o la descomposición de la lengua materna; Muerte a crédito y la nueva sintaxis como lengua dentro de la lengua; Guignol's Band y las exclamaciones suspendidas como límite del lenguaje, visiones y sonoridades explosivas. Para escribir, tal vez haga falta que la lengua materna sea odiosa, pero de tal modo que una creación sintáctica trace en ella una especie de lengua extranjera, y que el lenguaje en su totalidad revele su aspecto externo, más allá de la sintaxis. Sucede a veces que se felicita a un escritor, pero él sabe perfectamente que anda muy lejos de haber alcanzado el límite que se había propuesto y que incesantemente se zafa, lejos aún de haber concluido su devenir. Escribir también es devenir otra cosa que escritor. A aquellos que le preguntan en qué consiste la escritura, Virginia Woolf responde: ¿Quién habla de escribir? El escritor no, lo que le preocupa a él es otra cosa.
Gilles Deleuze
Literatura y vida
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De CALLE DEL ORCO
(blog), 14/01/2017
Imagen: Ricardo
Piglia
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