Existen humanos
que viven al margen de la ley y las normas, humanos que mantienen una forma de
vida milenaria, animista y chamánica. Un grupo numeroso de pequeñas tribus que,
en su origen, salieron de Mongolia tres milenos a.c. con una lengua y una
estructura religiosa por la que se rigen actualmente. Esta diáspora se ha
extendido en todas direcciones. Podemos encontrar indicios en La India,
Turquía, Hungría, Alaska, Canadá, Groenlandia, Finlandia, Suecia, Noruega,
Ucrania, Letonia, Lituania y por supuesto, diseminados por toda Rusia. Los
Khantv, Mansi, Nenet, Kamas, Nganasan, Enets, Selkup... son todos nómadas Ugric
y Samoyedos, que en el primer trayecto han interactuado en la vasta Siberia
mixturando unas creencias y lenguas con otras propagándolas por los lugares de
asentamiento. Aquí nos centraremos en los rusos occidentales, Los Nenet.
Lo que los
caracterizaba a todos era el nomadismo y por lo tanto el desconocimiento y el
miedo que provocaban a los posibles conquistadores. Hunos, vikingos, romanos...
intentaron en vano un enfrentamiento con ellos, agrandando la leyenda sobre su
fiereza, su canibalismo y su total falta de escrúpulos ante la muerte. Llegó a
decirse que eran los descendientes de Jafet, hijo de Noé. Nada más lejos de la
realidad.
Se cree que los
Nenet salieron de Mongolia en el siglo XVII A.C. como cazadores y recolectores
y que a medida que hubo interactuación con la población rusa, fueron
estableciéndose más al Norte como pastores. Unos dicen que por conflicto de
intereses, otros que por un descenso preocupante en el número de reses. En su
mitología lo explican como un pacto con uno de sus numerosos dioses: Num, dios
supremo que habita en todos los elementos naturales y no puede ser representado
por no tener forma. Seguirían vivos mientras hubiese renos, por lo que no
tuvieron más remedio que mantenerlos a salvo.
Desgraciadamente,
en la Edad Media, un monje italiano tuvo oportunidad de comprobar la calidez y
amabilidad del pueblo Nenet, terminando con el mito y provocando el principio
del fin de su pueblo. En el siglo XIII se produjo el primer intento de
asimilación y con ello la huida en masa hacia el norte de Siberia. No fue hasta
el Siglo XVIII cuando se les denominó "ciudadanos del Imperio Ruso" y
por lo tanto obligados a pagar impuestos con el único bien deseable, las pieles
de sus renos. La extensión del Imperio, el lugar y forma de vida los mantuvo
relativamente a salvo de la "civilización" aunque sus lugares
religiosos: montañas, templos, caminos, pastos o lagos destruidos. Por esta
razón tienen lugares sagrados diseminados por cualquier lugar y secretos. No se
puede destruir lo que no se ve, no se puede creer lo que no se siente y no se
conoce.
Tienen todo lo
necesario para la subsistencia. El reno les proporciona comida, abrigo, techo,
útiles de pesca y construcción, líquidos y combustible para los días de lluvia.
Los trineos se hacen con madera tallada con huesos de reno y se atan con sus
pieles, la ropa es y se confecciona con sus tendones, la caña de pescar es un
palo de abedul con un tendón a modo de anzuelo y el cebo carne bañada en sangre
de reno. La única sangre sagrada y aceptada, ya que la humana es un símbolo de
muerte y no puede entrar en contacto con los vivos (Sya mei o fuerza del otro
mundo, representada por Nga, dios de los muertos e hijo de Num).
En este aspecto,
las mujeres tienen un problema al llegar a la pubertad. Son las encargadas del
fuego, la comida, la crianza de los niños y los renos huérfanos, la confección
de la ropa y el montaje y desmontaje del Chum (tienda de piel en la que viven).
Se puede ver a una Nenet haciendo todas estas tareas mientras no traspasa una
línea imaginaria que va desde el centro del Chum principal (en el centro del
campamento y donde vive el Chamán) hasta el tótem colocado tras ella en
dirección a la tundra. No puede colgar su ropa, ponerse las botas de un hombre,
tocar el trineo sagrado, pisar por donde pasan los renos, tocar a una perra
embarazada, limpiar la pesca, participar en los rituales y siempre debe pasar
bajo los arneses de los renos, colgados. En la época del Sya mei podemos ver a
las mujeres saltando la hoguera para purificarse y poder dormir bajo techo con
su familia. Pese a lo que pueda parecer, el pueblo Nenet es justo y
colaborador, nadie hace más o menos que otros. El reparto de tareas es
equitativo en función de la fuerza y capacidad de cada miembro y es primordial
para la supervivencia, el maltrato físico o verbal está totalmente descartado
de su mentalidad y el problema de uno se convierte en colectivo ya sea de un
familiar, un vecino o un visitante.
Los rituales son
innumerables. Los renos, su leitmotiv, tienen nombres y son reconocidos por sus
caras, el trato es el mismo dispensado a cualquier miembro del grupo pero
tienen diferentes categorías. 1.- Los sagrados: cada miembro tiene el suyo y no
será sacrificado hasta que no deje de valerse por sí mismo. A su muerte será
sustituido por otro parecido y frotado con la sangre de su antecesor. 2.- Los
ancestrales: pertenecen a un dios particular y son tallados, vestidos y
repartidos entre los habitantes del grupo, portados en el trineo sagrado. A su
muerte son llevados a un lugar sagrado y su estatuilla colgada del árbol más
cercano. 3.- Los huérfanos: son criados por los miembros de cada familia,
duermen y comen en el Chum hasta que se hacen independientes y forman a pasar
parte de la manada. Su muerte siempre será a manos de un vecino, no de la
familia que lo ha criado, que serán obsequiados con otro huérfano en señal de
respeto. Son estos renos los encargados de tirar de los trineos. El resto de la
manada se sacrifica en el momento de necesidad, poniendo su cara al oeste. Se
les ahoga con varias sogas al cuello y de las que tirarán varias personas. En
el momento de la muerte, se le quita la piel y se pone a secar, la tribu se
sienta a su alrededor y una mujer le saca las vísceras, la carne y la sangre en
diferentes cuencos, que pasan de mano en mano para ser consumida mientras está
caliente. Vísceras y alguna de la carne también deben ser consumidas crudas.
Ante esta orgía de sangre y comunión, no se habla. Solamente el Chamán puede
pronunciar una especie de oración de gracias para no molestar al resto de la
manada. Está, también, el trineo sagrado que sirve como altar en el que se
trasladan las distintas estatuillas antropomorfas o no, dependiendo del dios,
en el que nadie se puede sentar ni puede ser usado para nada más que para lo
que ha sido creado. Cuando se rompe, es llevado al lugar sagrado más cercano. Y
finalmente, las estatuillas de los antepasados. Estas las podemos ver colgadas
en el Chum y pasan de generación en generación por lo que una familia puede
encontrarse con decenas de estas estatuas con un significado diferente.
En los años 30,
con el régimen comunista instaurado en la U.R.S.S, fueron obligados a trabajar
en Gulags y, de nuevo, a pagar impuestos, olvidar su lengua y cultura y sus
ritos. Si en el siglo XVIII debían ser ortodoxos, ahora debían ser laicos. Los
niños eran enviados a internados hasta los 18 años hasta la mayoría de edad,
para establecerse en las ciudades que ellos mismos construían para así obligar
a las familias que habían escapado a unirse con sus hijos. Esta práctica ha
dividido a la mitad a la población Nenet nómada, creando un problema de
identidad de difícil resolución. Los asimilados no gozan de buena reputación
entre los nómadas, ni tampoco entre los rusos, que los consideran incultos,
vagos, borrachos y soñadores, ciudadanos de segunda que pertenecen al extracto
más bajo en la escala social. En su gran mayoría han heredado deudas de
antepasados y sin más contrato que tres meses al año pastoreando, se pegan a
las botellas para poder quitarse el frío del cuerpo y olvidar la trampa
vitalicia.
Pese a todos los
intentos de asimilación, un 10% de ellos mantiene su cultura y su forma de vida
aunque, lo que no lograron las leyes y represiones lo logran las industrias. La
península del Yamal ha sido, durante siglos, la Meca de las tribus
occidentales. El lugar donde intercambian vivencias, renos, parejas, necesidades
y considerado el final de trayecto. Es una zona rica en gas y petróleo y para
su explotación han construido carreteras, tuberías, naves industriales y pozos.
Ante la protesta de algunos miembros conocidos de estas tribus (escritores,
pintores o miembros de organizaciones sociales) la industria decide pagarles
2.500$ mensuales por pastorear (nunca han necesitado dinero), construyen
escuelas para los niños y, en época de migración, colocan aislante resbaladizo
en las carreteras para que puedan pasar los trineos. El conflicto está servido.
La industria se queja del poco agradecimiento de los pastores ante su buena
voluntad y éstos de que los renos se siguen rompiendo las patas en las
tuberías, las zonas de paso acotadas, el agua contaminada y los pastos
escasean. Los más viejos creen que posiblemente sea esta la última generación
de nómadas. Con ellos terminará la promesa que hicieron a Num, la muerte del
pueblo Nenet y de los últimos antisistema.
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De MI PAPEL EN LA
VIDA, EL PINTADO (blog del autor), 18/04/2014
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