Monday, May 21, 2012

El Mallku, de la política al fútbol


Amancaya Finkel

Fue guerrillero, diputado,  fundador del Movimiento indígena Túpac Katari, de los Ayllus Rojos y en 1990 su nombre saltó a los medios informativos como creador del Ejército Guerrillero Túpac Katari, debido a lo cual fue encarcelado; después de ser secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, candidateó a la presidencia, en 2002, por el Movimiento Indígena Pachakuti. Felipe Quispe, más conocido como el Mallku, es un hombre de lucha.
Durante los conflictos sociales del 2000 cercó la urbe paceña en una acción que emuló la rebelión anticolonial de Julián Apaza, líder indígena que asumió el nombre de Túpac Katari y que doblegó a la clase dominante en 1781, por lo cual fue ejecutado.
La lucha del Mallku, como aún hoy lo llaman sus seguidores y amigos, es la de los indígenas cansados de la discriminación, el racismo y la explotación.
Se retiró de la política en 2006, cuando Evo Morales ganó las elecciones presidenciales. Afirma que su alejamiento de la arena política es temporal.
Su lucha por los indígenas no ha terminado pero, de momento, se ha trasladado al ámbito del deporte. Hoy Felipe Quispe es dueño del Club deportivo Pachakuti, un equipo de fútbol que está muy cerca de ascender a la primera B.

Un equipo indígena
“En 2002 y 2003, yo era diputado.  Había harta plata, porque para un pobre un sueldo de casi 20 mil bolivianos es mucho”, rememora Quispe.
“En Ajllata, mi pueblo, hay muchos jóvenes, son como estas palomitas que están ahí”, dice, mientras observa a las palomas que revolotean en la plaza frente al mercado Camacho donde tiene lugar la entrevista con Miradas.
“Mirá Felipe, ¿por qué no pones una escuela de fútbol?”, le dijeron los comunarios. “Tú pones la plata y nosotros ponemos la cancha”, le dijeron.
Felipe estuvo de acuerdo, compró los implementos para el profesor y se dio cuenta de que encontrar un director técnico para dirigir y entrenar a un equipo de jóvenes futbolistas  era un asunto más que difícil.
“En el campo hay cualquier cantidad de profesores rurales y de educación física ni que se diga, pero no había nadie que sepa manejar la cuestión futbolística. Por suerte, hemos encontrado uno en Huarina. Yo le pagaba 200 bolivianos y él entrenaba los sábados y domingos”, comenta. Los entrenamientos eran duros y los jugadores ponían todo su empeño para dominar la pelota. “Los chicos han empezado a aprender a manejar el balón”.
Después de dos largos años de arduos entrenamientos, el Mallku decidió que era hora de ponerse a prueba y Ajllata organizó un evento deportivo al que fue invitado el equipo Sub 17 del Bolívar junto a su director técnico, Mario Calisaya, para un partido amistoso. Había mucha expectativa en el pueblo y en los jugadores del Pachakuti. Perdieron. Pero aun así el resultado del partido fue sorpresivo porque el equipo del Bolívar derrotó al Pachakuti  por apenas por dos goles. “Estábamos casi a la altura de ellos”, recuerda Felipe.
El profesor Calisaya le propuso llevar a sus jugadores a probarse en el equipo profesional. “Esos chicos sirven, tienen buen porte, pueden jugar mejor, sólo les falta entrenamiento”, le dijo. Pero el Mallku se negó; sabía que sólo serían elegidos los mejores y que su equipo se desintegraría. “Eso es como cuando uno va a una feria de animales y elige a los mejores. Además, eso cuesta plata y yo no iba a venderlos como a animales. ‘¿Por qué no mejor  nos quedamos con el equipo y usted los entrena?’”, ofreció  a Calisaya  y éste accedió.
Entonces, en lugar de que los jugadores del Pachakuti terminaran jugando en el Bolívar, fueron los que salían de la escuadra celeste los que se incorporaron al equipo del Mallku.

“El Bolívar es un club racista”
“El Bolívar es un club racista”, afirma categóricamente Felipe.
“¡Fijate! No hay Mamanis ni Quispes ni Condoris en el equipo titular del Bolívar. Sólo los aceptan cuando son jóvenes y juegan en las divisiones inferiores, después ya no les sirven y los botan. Cuando los botan a los chicos, nosotros los captamos y los reciclamos. Cada año expulsan  como a 30, porque son chatos, indígenas. Mis jugadores son de mediana estatura, tienen el tamaño de Simón Bolívar”, afirma con orgullo.
El Mallku es simpatizante de The Strongest. ‘¿El Strongest es igual de racista?’, le preguntamos.  “No sé. Nunca he tenido amistad con ellos, pero he sido simpatizante porque tienen un grito de guerra en aymara, ¡Huarik’asaya k’alatakaya!, que significa ‘¡Revientan las piedras y gritan las vicuñas!’. Eso es lo que en el campo pasa en invierno y para mí el Strongest era una especie de invierno que hacia gritar al pueblo. Lo he entendido  en ese sentido, por eso he simpatizado con ese equipo”, dice.  
El club Pachakuti se hizo parte de la Asociación de Fútbol de La Paz y pronto ascendió a la primera B. “Pero después hemos vuelto a bajar porque el Calisaya nos ha dejado ahí. No podíamos pagarle lo que pedía”, confiesa.
El sueño del Mallku es ascender a la primera A con su equipo y llegar al Estadio Hernando Siles. Hoy el entrenador es Iván Torrez, un ex jugador de Ferroviario. “Casi no le estamos pagando, lo está haciendo como amigo nomás”, cuenta.

Como guerrilleros
Cada año el club realiza una convocatoria para reclutar nuevos jugadores.
Si bien Felipe se ocupa principalmente del aspecto económico, también supervisa los entrenamientos, asesora y estudia  a los jugadores. El Pachakuti se gestó en el campo y hoy lo integran jóvenes de las diferentes provincias del altiplano y de las zonas alejadas y las laderas de la ciudad de La Paz, las “zonas marginales”, como dice Felipe. El Pachakuti es un equipo indígena y, según el Mallku, la preparación de  un equipo de fútbol es parecida a la de un grupo guerrillero.
Como los guerrilleros, los jugadores pelean por una causa y la causa es el fútbol. “Mirá, yo he aprendido en la guerra, o sea,  en los entrenamientos guerrilleros. Nos hemos preparado para educar a los jóvenes adultos. Nosotros  los educamos  y ellos ofrendan su vida a una causa. No ofrecemos dinero,  sino que ellos tienen  una causa y por esa causa luchan. De forma  más  o menos similar lo estamos haciendo en el campo deportivo”, afirma.
Sin embargo, la “causa” de este equipo está más allá del fútbol. Llegar a jugar en la primera A implicaría “desenmascarar a los equipos tradicionales, aquellos que traen jugadores de Argentina, de Paraguay y de otros lugares”.
Felipe Quispe está convencido de que, a pesar del discurso de “cambio” del Gobierno de Evo Morales, el indígena que llegó a ser presidente, “todo sigue igual que antes”.  Según el Mallku, Bolivia sigue siendo un país racista que excluye al sujeto indígena.
“Seríamos un equipo modelo que juega con un cerebro y un pensamiento propio. Queremos demostrar que también los indios somos capaces de jugar. Los chaskis corrían kilómetros y kilómetros y se comunicaban con otros suyos. Nosotros descendemos de esa gente, pero nunca nos han dado la oportunidad de jugar”, asegura.
El club de Felipe Quispe se caracteriza también por el trato humano que da a sus jugadores. “Nosotros  no carajeamos; yo veo a otros directores técnicos o algún presidente que se pone a gritar y dice ‘¡Ah carajo, no juegas bien!’.  Eso no va con nosotros. Si ha pateado  mal, nosotros lo felicitamos, si es que mete gol, mucho mejor  todavía. Enseñamos a jugar de hombre a hombre, a  jugar con voluntad, con cariño, con amor a la pelota”, sostiene.
En el equipo de Quispe, la alimentación es sana, alejada del alcohol. “En algunos barrios de La Paz, cuando juegan futbol y ganan, toman alcohol; cuando pierden, toman alcohol. Nosotros  ni siquiera tomamos gaseosas. Hacemos nuestro propio refresco del campo, de cañawa, de  pito o refresco de soya, pero no soya transgénica. Todo tiene que ser natural. Trabajamos psicológicamente, les hablamos. Les decimos que el contrario puede ser alto, macizo, simpático, pero aquí lo que vale es la inteligencia, pensar rápido, moverse rápido, hacer toques. Hay que conocerse uno mismo y conocer al rival, saber cómo juega”, explica.

“No soy racista”
No solamente jugadores del altiplano y de La Paz han pasado por el equipo del Mallku, sino también jóvenes del interior y afirma que los de distintas regiones de Bolivia tienen estilos diferentes de juego.
“Yo estudio a los jugadores. Los orientales llevan la pelota a un solo lado, no hacen bailar la pelota. Los de aquí  hacen bailar la pelota, paran, pisan la pelota y se la pasan a otro. Los yungueños  son veloces, buenos para el fútbol, corren bien pero también llevan la pelota hacia una sola dirección”, afirma.
‘¿No hay también una visión racista de los jugadores y sus estilos?’, cuestiona Miradas.  “¡Eso no es racismo! Yo tengo que estudiar a la gente que va a militar en mi equipo, pero no para excluir a nadie. Estoy describiendo a los jugadores. Yo he sido discriminado por mi apellido, he pasado por castigos fiscos, psicológicos y morales. Nosotros no insultamos a nadie, hablamos de hombre a hombre, de frente. Les decimos: ‘Esto es lo que queremos hacer, el deporte es por este camino, éste es el pensamiento’ y ellos comprenden. Ahora, si no comprenden, hablamos en aymara”. 
“¿Aceptaría a un joven de la zona Sur en el equipo?”, le pregunto y Felipe Quispe nos lanza una mirada condescendiente. “¿Tú crees que venga alguno?”, pregunta a su vez y responde “yo no creo que vengan, porque ellos se asquean,  muchas veces. Había un jugador que venía, pero al ver a puros jugadores negritos no ha vuelto más, se ha autoexcluido. Si viniera un choquito a nuestro equipo sería bienvenido; en un montón de quinua negra, una quinua blanca sería bonita. No soy racista.Yo he tenido metrallas en mis manos, bombas, granadas, todo. Incluso en el 2003, cuando he hecho caer a Goni; si fuera racista ¿qué me costaba entrar con mis indios a la Zona Sur, saquearlos y matar? Yo hablo fuerte porque tengo heridas. Y cuidado  me digas que estoy respirando por mis heridas. A mí me han hecho maldades, hasta en la universidades me han aplazado por aplazarme nomás, pero yo no soy resentido”.
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Volverá a la política
Felipe Quispe asiste a los partidos y, con frecuencia, a los entrenamientos. En los días posteriores a la entrevista, a su equipo le toca hacer gimnasia en la Plaza Villarroel. “Hay que dar 20 ó 30 vueltas a plaza, subir y bajar cerros, eso es lo que hacemos” señala.
A pesar de estar dedicado al deporte, Felipe Quispe tiene intenciones de volver a la política.
 “Estamos con un pie adentro. Yo soy político profesional. He incursionado en ese campo desde los 20 años.  Yo no puedo dejarla es parte de mi vida. Estamos pensando rearticular el Movimiento Indígena Pachakuti y hacer un  sólo frente político, aunque va a ser difícil sacar  personería jurídica con este Gobierno, porque ellos controlan todos los órganos del Estado. Pero estamos preparados para enfrentarlos”.

Publicado en Miradas (Página Siete/La Paz), 20/05/2012

Foto: Felipe Quispe (La Razón)

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