Valeria Perasso
Una recorrida de dos décadas por archivos y bibliotecas le dejó al
académico Juan Carlos Ramírez-Pimienta la evidencia entre manos: el
narcocorrido, polémico y provocador género musical asociado con México y el
tráfico transfronterizo de drogas, nació en suelo estadounidense.
Al menos eso indica el más antiguo de los temas hallados hasta el
momento, que según los registros data de 1931 y fue grabado en Texas, para
"el Pablo que era temido en toda la frontera" y "al que han de
matar": una crónica de época que narra el final del entonces llamado Rey
de la Morfina.
Esa versión discográfica es así pariente lejana de narcocorridos como
"Contrabando y traición" o "Jefe de jefes" -popularizados
por la banda norteña de mayor repercusión comercial, Los Tigres del Norte- o de
las canciones de Chalino Sánchez, considerado como el narcocorridista
emblemático y elevado a la categoría de "mártir" de la narcocultura
tras su muerte, en 1992.
Viejos o nuevos, los narcocorridos se ajustan a su definición básica: la
de contar, o exaltar en ocasiones, las hazañas de los traficantes.
Ramírez-Pimentel, profesor de la Universidad Estatal de San
Diego-Imperial Valle, volcó su trabajo arqueológico en su texto "Cantar a
los narcos", que vino a presentar a Los Ángeles en el marco de LéaLA, la
segunda edición de la feria del libro en español.
Allí conversó con BBC Mundo del pasado y futuro de la música grupera que
ha hecho del narco su tema central y fuente de inspiración.
¿Cómo se explica que un género que se asocia a la producción cultural
mexicana tenga sus orígenes en otra parte?
Es que el corrido de traficantes proviene de la tradición del corrido
fronterizo, del conflicto étnico. No proviene de la tradición del corrido de la
Revolución mexicana, como usualmente se piensa, sino que son corridos de
mexicanos en la frontera lidiando con estadounidenses.
Es una producción que es esencialmente fronteriza y cuyo lugar de
enunciación es Estados Unidos, desde sus orígenes. Sus antecedentes pueden
buscarse en los llamados corridos tequileros, las canciones de fines del siglo
XIX hechas para los contrabandistas que traían tequila desde México durante la
ley seca.
¿En qué momento se centran en el tema de las drogas?
En mi investigación descubrí que en la primera mitad del siglo XX ya
había canciones que hablaban del consumo de drogas. El primero hecho a un
narcotraficante se grabó en 1931 en Texas y se titula "El Pablote".
Aunque no menciona drogas, narra la muerte de Pablo González, que vendría a ser
algo así como el bisabuelo del Cartel de Juárez.
El primero que menciona narcóticos es de 1934, titulado "Por Morfina
y Cocaína", que en los registros aparece compuesto por Manuel C. Valdez,
el mismo que se asocia con "Carga blanca", por mucho tiempo
considerado la primera pieza del género. Tenemos que tener cautela porque lo
que tenemos son las fechas de grabación, pero no tenemos certeza sobre cuándo
fueron compuestos.
¿Y estas grabaciones existen o se han perdido?
Hay muchas, sobre todo en archivos fuera de México. Pero muchas fueron
destruidas durante la segunda Guerra Mundial, para usar el material de los
discos, y también porque existía un desprecio hacia la producción cultural
mexicano-estadounidense, con lo cual a muy poca gente se le ocurrió guardarlas.
Los narcocorridos más antiguos, según su investigación, no se ocupan de
exaltar las actividades de los traficantes sino que son más bien crónicas
cantadas, casi relatos periodísticos...
Sí, al principio hablaban de manera velada de que por debajo de la mesa
se pasaba un papelito, esas cosas. Luego se fue haciendo más ostentoso, casi
descarado...
Antes existía la idea de que el narcocorrido hacía una crítica del
tráfico y a los narcotraficantes, y efectivamente eso era así en los corridos
populares desde los años 70 e incluso hasta comienzos de los 90: el héroe del
corrido si acaso podía ser que tomara alcohol, pero no era tan frecuente que
usara drogas o hiciera una apología del consumo. Pero luego sobrevino un cambio
en la noción heroica de los protagonistas de estas canciones.
¿Y ahora?
El lugar donde más se consume
narcocorridos es en Estados Unidos, probablemente Los Ángeles. Es también donde
más se produce: no en Sinaloa. Los productores están acá y de hecho los
cantantes viven la mayor parte del tiempo de este lado de la frontera.
¿En qué momento se consolidó el negocio y el furor de la audiencia al
norte de la frontera?
A partir de los años ’90, y con el fenómeno de Chalino Sánchez. Sánchez
fue un personaje importantísimo, reconfiguró la mexicanidad para los
inmigrantes mexicanos de California. Se dieron cuenta que el narcocorrido era
el equivalente del gansgter rap para los afroamericanos y que si ellos
tenían a Tupac, los mexicanos tenían a Chalino Sánchez. Era una música de
violencia pero que a la vez identificaba a la generación de sus padres, y
además cumplió otra función: he reunido muchos testimonios de gente que volvió
a hablar español a causa del narcocorrido... Ha logrado
"re-mexicanizar" a los inmigrantes, de alguna manera.
Lo que tenemos frente a nosotros es un fenómeno más grande: un movimiento
de la idea de mexicanidad. Lo mexicano en los años 50 era Guadalajara y el
mariachi, en el siglo XX se fue desplazando hacia el norte y ahora yo considero
que el epicentro de lo mexicano está en Estados Unidos, aquí es donde tiene
sentido preservar la mexicanidad y desarrollarla en nuevas direcciones.
¿Pero no es un tipo de mexicanidad distinta, la del migrante? Seguramente
muchos mexicanos no van a ver de buen grado que la idea de mexicanidad se
defina fuera de casa…
Es que acá tiene más sentido como mecanismo de supervivencia. Aquí un
restaurante que dice "restaurante de comida mexicana auténtica" llama
más la atención, mientras que el mismo restaurante en México sólo dirá
"restaurante", punto. La idea de mexicanidad aquí se hiperboliza.
¿Es una idea de mexicanidad reformulada?
Sí, a partir de que aquí (en Estados Unidos) hay 12 millones de mexicanos
y ellos mismos se "re-mexicanizan" estando en Estados Unidos: definen
un modo de ser mexicano pero distinto al que trajeron. Y se da en varias
arenas: en las ligas locales de fútbol, por ejemplo, hay una especie de orgullo
étnico y una identidad por lugar de procedencia, incluso entre gente que en sus
pueblos de origen no se hubieran mezclado.
¿Y en qué momento la mexicanidad quedó atada al narcocorrido como género,
en su visión?
Está atada a la música norteña en general, porque es la más escuchada y
la más vendida y exportada. En términos de lo que se compone y se graba, debe
haber una relación de al menos 100 a uno con otros géneros como la música
mariachi: el fenómeno de la música norteña, del que el narcocorrido es parte,
es incomensurable.
Más allá de que sea consumida aquí masivamente por la comunidad hispana,
¿qué aporte cultural cree que se hace desde aquí a la creación de corridos?
Los principales artistas que representan la mexicanidad hoy se pasan la
mitad del año haciendo giras de este lado de la frontera o de plano viven acá,
aunque la gente no lo sepa. La gente asocia a Los Tigres del Norte con un grupo
mexicano, por ejemplo, pero son Chicanos y viven desde el año 69 en California,
aunque se presenten como "los de Sinaloa".
A mí me resulta muy difícil encontrar una moda musical en los últimos 20
años que no tenga su origen aquí en Estados Unidos. Si pensamos en el llamado
"pasito duranguense", en realidad ha sido originario de Chicago: por
gente de Durango pero residente en Chicago. Si pensamos en la
"tecnobanda", hay que mirar a Los Ángeles, como el "baile del
caballito"… sólo puedo pensar en los musiqueros del DF como la única
música que tiene su lugar de enunciación original en otra parte que no sea
Estados Unidos.
¿Es redituable explotar esa asociación con lo mexicano para conseguir
audiencia aquí en Estados Unidos?
Sí, se abreva del capital simbólico mexicano aunque se esté en Estados
Unidos. Pero eso es posible porque estamos hablando de un género que nació y
creció como género fronterizo. Y porque juega un rol importante la nostalgia,
también: en los barrios del Este de Los Ángeles se escucha Jorge Negrete y
Pedro Infante más que en muchos barrios de México. Es un fenómeno complicado
pero entendible.
Una de las críticas que se hace a los narcocorridos tiene que ver con la
exaltación que hacen de la violencia y la delincuencia. ¿Cómo se lee esa
asociación de la música con el delito desde fuera de México, cuando la realidad
más palpable y cotidiana de la guerra contra el narcotráfico queda del otro
lado de la frontera?
El narcocorrido tiene muchas connotaciones, la criminal es sólo una de
ellas. En Estados Unidos funciona como un elemento de revalidación étnica.
Pero además opera en otro nivel: aquí tenemos una comunidad mexicana de
la cual gran parte es indocumentada y vive en constante miedo, pensando en
detenciones y deportaciones. En ese sentido, el narcocorrido toma otra
dimensión porque lo que les ofrece a estos indocumentados son tres minutos de
un "mexicano súper poderoso" a una persona que se siente vacía de
poder. Esa fantasía de 3 minutos empodera al oyente en Estados Unidos, y el
oyente toma lo que le interesa y cierra los oídos hacia la otra parte del
mensaje, como el elemento criminal. Lo que es seguro es que hay distintas
interpretaciones del narcocorrido según donde se escuche.
¿Y qué efecto tienen las prohibiciones que han hecho algunos estados
mexicanos, como Chihuahua, sobre la difusión del género?
Creo que hay pocas maneras tan efectivas para promocionar algo como
prohibirlo. Esto le da un capital simbólico extra al narcocorrido. Con las
nuevas generaciones, tener algo prohibido es darle una significación aparte,
cuando en tiempos de internet es imposible frenar el movimiento transfronterizo
de productos culturales. Lo que ha hecho la prohibición, junto con la violencia
contra los intérpretes, es que muchos cantantes limiten sus giras en México y
se vengan para acá.
¿Hacia dónde va el género?
Bueno, hemos visto un cambio en el discurso que se ha vuelto más
violento, por ejemplo con el llamado Movimiento Alterado (una rama del
narcocorrido comercial), que le canta al Cartel de Sinaloa. De hecho, es una
prueba de cómo ha migrado la producción del género: el movimiento surge de aquí
de Los Ángeles, con dos productores que son los hermanos Valenzuela, y se
dispara después de 2007.
Estos corridos tienen un tempo
musical más rápido, muy bélico, muy gráfico… en esencia, son cantos de guerra.
Pero son un documento histórico, de una época: si México está viviendo una
guerra, es lógico que las historias cantadas lo reflejen. Desde mi punto de
vista, estos narcocorridos son una herramienta para hacer un mapa de la
historia de los últimos años. Y son necesarios porque nadie, ni los medios ni
el Estado, son narradores confiables para contar una única versión de la
historia. Todas las narraciones que nos ayuden a armar un mapa de lo que está
pasando son útiles.
De BBC Mundo, Los Angeles, 14/05/2012
Imagen: Chalino Sánchez
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