Por
Santiago Llach
Los trabajos prácticos
En otro
orden de cosas, estoy leyendo un libro que publicó este año la editorial
Mansalva: Los libros de la guerra, una compilación de artículos de y
entrevistas a Rodolfo Enrique Fogwill Piranza, más conocido como Fogwill. Me
pregunto cuántos de los que leen esto conocen a Fogwill (supongo que una
mayoría) y cuántos lo habrán leído. Temo que haya unos cuantos que no.
Lo que
hizo Fogwill en estos treinta años de operación periodística y literaria,
básicamente, fue extremar una retórica de la provocación basándose en la jerga
de las ciencias sociales. Su operativo fue exitoso al interior del campo
cultural, pero la literatura como tecnología de dominación (o liberación) de
las conciencias perdió en estos mismos años su poder de fuego. Por constituirse
como un provocador de trinchera, las tesis políticas de Fogwill son
inconsistentes, pero Fogwill lo sabe perfectamente. A la izquierda de Alfonsín
estaba la pared, pero el tipo igual trataba de atravesarla.
En algún
momento me gustaría encarar la lectura, uno a uno, de los libros de poesía y
narrativa de Fogwill, y comentarlos acá en TP. Los libros de la guerra, además
de ser un contradocumento del relato democrático, es también un manual para
leer la obra de su autor.
Anne
Swidler, una socióloga, precisamente, norteamericana, intentó demostrar en un
libro que los períodos de crisis, flujo e incertidumbre generan una “actividad
ideológica mayor”. Cuando sufrimos, bah, nos agitamos, nos ponemos a hablar.
Las llamadas ciencias sociales son básicamente una usina de producción de
justificaciones seudocientíficas para el modo de organización social imperante.
La sociología, en particular, produce justificaciones del capitalismo haciendo
“investigaciones de mercado” y justificaciones de la democracia haciendo
“encuestas”. Los chicos de Sociales hacen taller literario en las agrupaciones
y después encuentran su lugar en el mundo produciendo símbolos, símbolos,
simbolitos.
La
imaginación novelesca de Fogwill pudo perfectamente ser usada como inspiración
más amplia por la derecha política, pero no fue así. Quizás porque el autor (a
diferencia de un Jorge Asís, por ejemplo) no se animó a dar ese paso, y ahora
se conforma con el asesoramiento al macrismo en el corral estrecho de la
política cultural.
Las señales emergen del caldo social
en distintos lugares; difícil no asociarlas. Se publica un libro significativo
que revisa los años alfonsinos, Scioli reconoce a Alfonsín y ahora Cristina lo
visita. A la izquierda de los Kirchner, en un sentido, también está la pared.
Si el Fogwill de entonces hablara hoy del gobierno nacional actual (desconozco
si el Fogwill de hoy lo hace), diría que es un gobierno que adoptó como
religión oficial del Estado el mito de los derechos humanos.
Publicado en Prensa (mansalva.com.ar)
Imagen: Portada del libro
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