Gonzalo Peltzer, Buenos Aires
Lo escribí para El Universo de Guayaquil el viernes 2 de
diciembre (y provocó iras en El Telégrafo). Después lo levantó La República y Esto
es Tucumán. Pero
nació en dos post de Paper Papers (este y este). Se los paso con breves
reformas y un título más sugestivo.
No me gusta ponerle adjetivos a los periodistas ni a los periodismos.
Ni siquiera me gusta la distinción entre competencias dentro de la profesión:
la política, el deporte, los crímenes o los espectáculos son diferentes ámbitos
de la misma realidad que describe el periodismo. Es un fuego sagrado que los
periodistas alimentan cuando respiran, cuando duermen, cuando comen y también
cuando cubren un acontecimiento. Bueno, el verbo cubrir es a
todas luces desacertado para esta actividad, además de ambiguo (y no sigo por
el horario de protección a los menores). El periodismo es una actividad
genética que descubre lo que está oculto a la mayoría de los mortales, porque
los periodistas tienen esa capacidad, casi siempre innata, de ver lo que la
mayoría no ve. Y la especialización es apenas una circunstancia que puede tocar
a lo largo de la carrera profesional.
Pero si hay adjetivos que no me gustan para el periodismo son
los que los califican de militantes, independientes, oficialistas, chupamedias,
fanáticos o partidarios de lo que sea. Tampoco me gusta la expresión periodismo
de investigación, que supone que hay uno de segunda clase, que no
investiga. El periodismo siempre supone la investigación, la confirmación de
los hechos, el valor agregado y la averiguación de datos que la gente no
conoce. Si no es así, no es periodismo.
Resulta que, a pesar de mis gustos, en la Argentina se ha
impuesto últimamente el periodismo militante como si fuera una virtud.
Lanzó la idea el actual vicegobernador de Buenos Aires. Gabriel Mariotto, que
desde que era el jacobino Secretario de Medios del Gobierno Nacional repite el
participio militante cada diez palabras que usa: no concibe otra forma
de vida que no sea la trinchera política y la artillería mediática. Lo secundó
Martín García, director de la agencia oficial Télam, que llegó a comparar al
periodismo con la prostitución: los periodistas alquilan su pluma para placer
de los que pagan por ella. Para estos señores la esencia del periodismo no es
la curiosidad insaciable sino la militancia y la billetera: entienden el
periodismo como un servicio a la política o al dinero.
Hace unos días, Ernesto Tenembaum, uno de los periodistas más
lúcidos de la Argentina, comentó ante una pregunta de una redactora de La
Nación de Buenos Aires que mientras los militantes solo alaban al poder
político, el periodismo independiente descubre los abusos de los poderosos: “La
mejor cobertura sobre el Grupo Clarín fue la de Perfil y la de
Graciela Mochkofsky en el libro "Pecado Original" y las grandes
investigaciones y denuncias sobre el Grupo Clarín fueron hechas por la prensa
privada: Julio Ramos, Jorge Fontevecchia, Jorge Asís en una novela y Jorge
Lanata, que mandó un fotógrafo a sacarle una foto a Magnetto” (Héctor Magnetto
es el Director Ejecutivo y propietario del Grupo Clarín y Enemigo Número Uno
del Gobierno).
Denunciar los abusos del poder es misión de la prensa. Pero de
todo el poder, no solo del poder político. Y lo tiene que hacer publicando la
verdad: lo que sucede, ni más ni menos, y con valentía. Todos dependen de los
anuncios de los que tienen poder y todos los que tienen poder han aprendido a
usar la publicidad para inclinar la balanza de los medios y de algunos periodistas a
su favor. Y también hay que decir que muchos medios y muchos periodistas –por
desgracia muchos más de los que parece- han sido cómplices de la misma
situación que denuncian.
Fernando Ruiz, un gran profesor de periodismo, acaba de aportar
lo suyo al debate caliente entre periodistas independientes y militantes:
“Así como hay medios oficialistas que tienen una mirada sesgada y militante,
sin matices, hay medios opositores que hicieron lo mismo desde el lado inverso.
Los contendientes se terminan pareciendo. Es la estrategia menos inteligente de
los medios de comunicación independientes, porque se meten de lleno en el
terreno de la política. Es cierto que los medios siempre han sido actores
políticos, pero hay una dimensión profesional que respetar, y hoy muchos
columnistas no hacen periodismo, sino política”.
[…]
“La polarización es una técnica de acumulación de voluntades que
da frutos políticos, por eso se mantiene. Salir de este enfrentamiento no es
una decisión del periodismo. Otro problema es que el periodismo construido con
fondos oficiales depende de la continuación de la guerra. Y sólo tendrán fondos
si la guerra continúa”.
Al final el periodismo militante sirve a la construcción
de poder y es un negocio magnífico para los proveedores de prensa del gobierno,
que lucran con el conflicto que ellos mismos alientan, como los vendedores de
armas hacen con las guerras. Será por eso que ya nos hemos dado cuenta de que
esos periodistas que bajaron a la trinchera política más que militantes del
poder son obedientes del dinero, o prostitutas… como le gusta a
Martín García.
Publicado en Paper Papers, 15/12/2011
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