“¡Suban pues que
los vamos a violar!”, grita Viviana. Cinco hombres, tres mujeres y una pareja
de esposos la siguen. Ellas tienen vestidos de baño. Ellos, una toalla amarrada
a la cintura. Dejaron sus cervezas y se salieron del jacuzzi y de los saunas para
tomar las escaleras hacia el segundo piso, donde hay un sofá anaranjado largo
en forma de cruz. En el primer escalón está Alejandro, que le entrega a cada
hombre un condón marca Corona importado de la China. Además de la única pareja
de esposos, se forman otras dos. Los tres hombres que se quedaron solos rodean
a la mujer que está sola. Ella les unta jabón líquido antibacterial en sus
manos antes de dejarlos pasar los dedos y la lengua por entre sus piernas y
tetas.
Después de
limpiarse, un tipo soltero que asiste por cuarta vez a estas fiestas le toca un
pezón a la chica, mientras su vagina recibe caricias de otro hombre. Al tiempo
que la tocan, a su lado las otras dos parejas tienen sexo en el sofá. Los
tipos, ya sin toalla pero con las chancletas de plástico azul que les dieron a
la entrada, están encima, entre las piernas de su respectiva compañía. La
pareja de esposos únicamente mira, mientras él la acaricia por encima del
bikini.
Un tipo calvo al
que la ropa le queda ajustada y la barba empieza a crecerle, es el único de la
fiesta que no se ha desnudado. Está sentado en una silla enfrente del sofá.
Mira la escena, sonríe, saca su celular, toma un par de fotos, y sigue con la
mirada clavada en la orgía que se empieza a formar. Es el productor de este
evento, el Emperador de las noches cuckold.
***
Dos horas antes
de sentarse a observar lo que sucede en la fiesta, Alejandro está encerrado en
una cafetería sobre la calle 57, dos cuadras abajo de la Avenida Caracas. Además
de la mujer que atiende el local, él es el único que está adentro. La reja está
puesta para evitar la entrada de los hinchas de Millonarios que caminan desde
El Campín este sábado por la noche.
“Esta es mi
oficina improvisada”, dice, riéndose y mirando a la dueña.
A través de la
reja, dos hombres con camisetas de fútbol piden una gaseosa y un paquete de
papas. “Son puros ñampiros. Si se encuentra uno de Nacional con otro de
Millonarios se rompen ellos y rompen todo”, dice Alejandro, mientras se sienta en
la última mesa de la tienda y pide un tinto que espera lo ayude a aguantar una
noche más como anfitrión de las juergas de los cornudos y los corneadores, que
se prolongan hasta las tres de la mañana.
Este empresario
de la noche bogotana, de sonrisa amplia y brazos gruesos, se crió rodeado de
lujuria.
“Yo soy vago
desde pequeñito. Mi papá tenía residencias en Sevilla (Valle del Cauca).
Siempre había mucha prostituta y entraba todo el mercado de la infidelidad”.
Hoy su negocio
consiste en explotar el fetiche cuckold, o fantasía del cornudo, un juego
sexual en el que un corneador tiene sexo con la pareja de otro, que observa y
celebra la escena. Durante los últimos cinco de sus 49 años de vida se ha
dedicado a organizar estas fiestas sexuales temáticas en sitios que alquila en
Chapinero.
“En el mundo
cornudo el fetiche del man es ver a la pareja como su muñeca; ella es su
parcera, su actriz porno, su amante –explica Alejandro–. El corneador es el que
presta el servicio, o sea el amante de la esposa, llamada hotwife. Ella puede
tener uno o varios en una noche”.
***
La fiesta de esta
noche es en Poseidón, un spa gay con zonas húmedas sobre la 57, ubicado entre
una tienda de la cadena de precios bajos D1 y una taberna. Hay duchas, turco,
jacuzzi y pantallas LCD que muestran escenas de porno heterosexual de culioneros.com,
y cuatro cuartos privados, cada uno con la cama a ras de suelo y un rollo de
papel higiénico en la cabecera.
La invitación
para asistir a la fiesta es un flyer que diseña Alejandro en Paint y le envía a
cada uno de los 3.551 contactos repartidos en 16 listas de difusión que tiene
en su Whatsapp. Va firmada con el seudónimo de Eliot Gabalo.
“Una noche estaba
viendo un programa en NatGeo sobre las fiestas del emperador Heliogábalo y
pensé que eso se podía hacer”, comenta a propósito del personaje en el que se
inspiró: un joven emperador romano conocido por los banquetes que armaba y por
ser una de las primeras personas que los historiadores reseñaron como
transexual.
“Crecí y seguí
siendo vago: organizaba fiestas de mi bolsillo, nos reuníamos con amigos y
hacíamos orgías. Sacábamos suites en el Hotel La Fontana, en la 127, y
montábamos fiestas solo por placer”.
Para lograrlo,
usaba una extinta sección de clasificados del periódico El Tiempo, ‘Corazones
solitarios’, donde publicaba avisos para contactar a personas dispuestas a
compartir esta experiencia con él y sus amigos.
“Hace 28 años
estoy casado con la misma mujer, pero he tenido siete mozas. Nunca he tenido
una enfermedad venérea ni hijos por fuera del matrimonio, como dicen por ahí:
he sido jugador pero responsable”, dice antes de contestar el celular y darle a
una mujer indicaciones para llegar a la fiesta.
“Cuando estés ahí
me pegas el pitazo. Un besito”, se despide y cuelga. Era Natalia, una médica
que Alejandro describe como una mujer bajita y chusquita, su pareja desde hace
dos años en el mundo cuckold. “Somos una pareja, pero más como de buenos
parceros, de socios; no creo que estemos enamorados ni tengamos una relación
sentimental, pero es parte del ejercicio”, dice.
***
La noche de
Alejandro no acaba sino hasta las cuatro de la mañana, que es cuando termina de
revisar las cuentas que dejó el evento. Cada sábado sale a las seis de la tarde
de su casa y vuelve hasta las cinco de la mañana. La noche se le va preparando
todo para las fiestas, que incluyen rumbas personalizadas a petición de sus
clientes.
“Hay un man
chacho, con un puesto importante en la Procuraduría General, que es muy
cornudo. Me dio un millón de pesos para que le celebrara el cumpleaños de su
pareja. Quería que le consiguiera tipos jóvenes para que tuvieran sexo con
ella; una de las fantasías del man era que hubiera un negro y se lo incluí”.
Pero no todas las
noches su tarea es organizar fiestas cuckold en la ciudad. También colabora
como conductor radial en Bogotá Nocturna, un canal de YouTube.
“Yo hago dos
programas: uno que se llama Atmósfera Erótica, en el que se tratan temas
sexuales, y otro que se llama Mi Empresa es Colombia, dedicada a entrevistar
empresarios colombianos para dejarles un mensaje positivo a los jóvenes”.
Su cercanía al
mundo de los fetiches le ha dado el bagaje para conducir Atmósfera Erótica, y
su vena empresarial, que cultiva desde que estudió Ingeniería Química e
Industrial en la Universidad Nacional, le permite entenderse con los
empresarios que invita a su otro programa.
“Trabajé mucho
tiempo con polímeros y tuve una empresa de adhesivos. Me mataba como un
hijueputa en eso. Tenía 42 empleados jodiéndome la vida. Hice plata pero
también hubo mucho estrés; era despertarme y hacer 20 millones ese día. Cada
mes lloraba”, cuenta.
En la industria
química, Alejandro tenía que transformar la materia prima en productos para comercializar.
Ahora, en su faceta de empresario del sexo tiene que vender y recrear una
fantasía, y lograr que se vuelva un círculo vicioso para que sus clientes
regresen.
“En la
organización de estos eventos el mayor riesgo es que no venga nadie y solo pasó
una vez”, dice. Le sucedió por culpa de un socio que tenía antes. “El man sólo
quería convocar por redes, hicimos el experimento y llegaron dos personas…”,
cuenta Alejandro, que desde esa experiencia ha explotado más el uso de
Whatsapp, pero sin descuidar los perfiles que tienen en redes sociales como
Twitter.
“Aprendí a
manejar redes sociales y posicionamiento SEO. Tengo varias cuentas en Twitter,
pero la de presentar es @eliotgabalo –donde tiene más de 12.000 seguidores–”,
explica mientras las busca en su celular, en el cual también tiene instaladas
aplicaciones para buscar pareja como Tinder o Badoo. “Todos los perfiles los
manejo personalmente, desde Hootsuite”.
***
Esta noche
Alejandro no espera una convocatoria masiva. “Es 13, no cae quincena y no van a
venir muchos”, pronostica. Sale de la cafetería y camina dos cuadras hacia la
Caracas. Saluda a un amigo –un hombre casado que viene con la moza– y a
Natalia, su pareja en este juego sexual, que ya lo estaba esperando a la
entrada del sitio. Él le da un pico y ella le entrega una caja con 24
preservativos.
La invitación es
clara: Chico solo 60 mil, pareja 50 mil, chico menor de 25 años 50 mil, chica
sola gratis…. Hoy apenas llegan a 20 los asistentes, pero hay fiestas a las que
han entrado hasta 120 personas.
“Hace 15 días
éramos más de 100, fue Sodoma y Gomorra. Había un grupo de 15 tipos con la
misma vieja”, cuenta Carlos Eduardo, de 43 años de edad y seis de divorciado.
No hay fila y los
pocos que llegan antes de las nueve de la noche, hora en la que abren las
puertas y empieza la fiesta, no ocultan su timidez. “¿Es la primera vez que
vienes a esto?”, le pregunta una mujer a un tipo que acaba de llegar y que
asiente con la cabeza.
Adentro del
sitio, cada hombre y pareja pagan su cover. A cambio les dan acceso a un
locker, toalla y chancletas, y a todas las zonas húmedas y cuartos privados del
lugar. Cuando entran en calor y dejan la vergüenza, unos empiezan a meterse en
el jacuzzi, hablar y pedir cerveza. La estatua del dios Poseidón, que le da el
nombre al lugar, se pierde entre el humo aromatizado que sale de unos
extintores y carteles que invitan a la protección: “Si te gusta mamar, ponte
condón”. La música para prender la primera hora es una compilación que ponen en
YouTube: Clásicos del merengue 80 y 90.
“La mayoría de
las viejas que vienen a esto son gorditas, eso sí, las cosas como son”, dice
Carlos Eduardo, antes de pararse de la mesa donde charla y dirigirse al sauna
para espiar a la pareja que acaba de entrar. “No están haciendo nada todavía”,
notifica y se vuelve a sentar junto a otro participante que no quiere decir su
nombre, Viviana –socia de Alejandro, que está separada y hace 15 días no pudo
ir a la fiesta por tener la custodia de los hijos–, y una de las slut toys, que
tiene las piernas llenas de morados, pues la noche anterior se cayó bailando en
un tubo.
“Las slut toys
son viejas que estuvieron metidas en la movida swinger y se quedaron
enganchadas, pero ya sin pareja. Son parte de la logística y se encargan de
prender el ambiente. Aunque reciben un salario, esto lo hacen por gusto. Gratis
no hay nada en la vida y su principal función es acostarse con los manes que
vienen solos”, explica Alejandro para negar que se trate de prostitución,
aunque admite que sus eventos rayan en ello.
“Esto casi cae en
prostitución, por eso se hace en zonas de tolerancia que tienen los permisos.
Es sexo consensuado, la gente que viene es por ahí de 40 años. Son parejas y
solteros que están por encima del bien y del mal y tienen derecho a reunirse”,
dice para defender sus eventos, que ya suman más de 200.
Alejandro se para
en la entrada, da la bienvenida a cada invitado y cuida hasta el más mínimo
detalle para mantener intacto su título de emperador de la rumba cuckold.
Cuando escucha el grito de Viviana, el llamado de guerra para que arranque la
acción, empieza a entregar condones.
“Yo soy el más
teso en esto. Los otros clubes no le meten creatividad: venden sitio sin pensar
en las fantasías de la gente. Yo incentivo el fetiche, lo conozco; he sido
cornudo y me gusta. Coger a una vieja y darle clavo entre 10 es una chimba… ¿O
usted no lo hizo nunca en el colegio?”, pregunta y enseguida suelta una
carcajada.
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De PERIODISMO
NARRATIVO EN LATINOAMÉRICA (Originalmente en CARTEL URBANO), 17/05/2016
Imagen: Pablo Picasso
Imagen: Pablo Picasso
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