El único material
inédito que ofrece Gentes del siglo es el prólogo de tres
páginas, “Montanelli, personalmente”, que ha escrito Arcadi Espada. Gentes
del siglo es una selección de los artículos que Indro Montanelli
(Fucecchio, Toscana, 1909-Milán, 2001) recopiló en dos de sus libros: Personajes(Plaza
& Janés, editado por primera vez en 1966 y reeditado en 1973 y en 1977, 732
pp.) y Gente cualquiera (Plaza & Janés, 1967). Los
artículos están escritos entre 1939 y mediados de los años 60, y se pueden
dividir en dos grandes grupos: por un lado los autobiográficos, en los que
Indro Montanelli es en buena medida el protagonista, y, por otro, retratos de
personajes, en su mayoría políticos, escritores y artistas, a los que Indro
Montanelli conoció.
En los artículos
autobiográficos se alternan varios tonos: un tono “internacional”, en el que es
evidente la huella de William Somerset Maugham (1874-1965); otro,
“costumbrista”, que, a diferencia del que empleaba su coetáneo Giovanni
Guareschi (1908-1968), tiene una intención pedagógica y reformista, como en el
del texto que abre el libro, “Indro”, sobre las diferencias entre los vecinos
de “arriba” de un pueblo y los vecinos de “abajo”, o como en el de “Los goces
de la familia”, sobre unas imposibles vacaciones en Capri; y otro tono
“histórico”, en el que trata de componer la historia común a través de su
propia vida.
Los textos de
corte histórico son los mejores de entre los textos autobiográficos. Y destaca
por su tensión, que se produce, paradójicamente, en lo que no se cuenta, el
artículo sobre “Los del 36”, relato de su vuelta a Abisinia, donde había
servido como soldado mussoliniano, en el que describe el reencuentro con sus
antiguos compañeros, reticentes ante los que habían abandonado el espíritu
colonial del Duce.
Pero los
artículos autobiográficos de Indro Montanelli son mucho menos interesantes que
sus retratos de personajes. O, quizá, son más interesantes los personajes que
retrata Indro Montanelli que la vida y los viajes de Indro Montanelli. Y eso
que los textos autobiográficos tienen un toque de ficción muy elevado, y pueden
leerse como si fueran relatos, más aún cuando la noción histórica se ha
comenzado a desvanecer y ha ingresado en lo nebuloso: es evidente que Indro
Montanelli, que compartía vida en la redacción del periódico con un gran
fabulador, Dino Buzzatti, y con un poeta riguroso, Eugenio Montale, quería
imprimir a sus textos una tensión literaria.
A Arcadi Espada
también le interesan más los retratos que los textos autobiográficos, y les
dedica más páginas en Gentes del siglo.
Lo mejor de Gentes
del siglo (siglo XX) es precisamente la gente. Casi todos hombres:
salvo excepciones, como Anna Magnani, que califica a Indro Montanelli como “el
hombre que no se ríe”; Carmen Amaya, a la que presenta como epiléptica
profesional, o como Golda Meir, a la que reduce al ámbito doméstico sin
conseguir darle vuelo político. O no le interesaba retratar a las mujeres o
sabía de sus dificultades para hacerlo. (Curiosamente, fue una mujer, Tiziana
Abate, la que “redactó” su autobiografía: Memorias de un periodista,
RBA). Y se notan en el libro sus problemas: basta con fijarse en las
apariciones en segundo plano, enormemente parecidas, patéticamente idénticas,
de la mujer de Roberto Rosselini, de la mujer de Federico Fellini y de la mujer
de John Dos Passos.
Dos Passos es uno
de los personajes a los que peor trata Indro Montanelli, y llega a desear que
Dios lo mande al infierno. Lo presenta como un completo imbécil: “como buen
americano (aunque de remotos orígenes portugueses), rehuye formular leyes
abstractas”. Que John Dos Passos había formado y reformado su pensamiento
apoyándose en leyes abstractas (tan abstractas como la democracia, la libertad
o la amistad), es evidente leyendo su autobiografía, recientemente reeditada en
España, Años inolvidables (Seix Barral).
Aunque Dos Passos
no es el único escritor que recibe los varapalos de Indro Montanelli. André
Gide, Paul Léautaud, Alberto Moravia y Paul Claudel también reciben los suyos.
Indro Montanelli es más ácido con los escritores que con los políticos, a los
que trata, en sus retratos, con bastante mayor prudencia: pasa de verlos como
pasmarotes antes de conocerlos a presentarlos como estadistas después de una
reunión. Sucede con Amintore Fanfani, que fue varias veces presidente del
gobierno por los democratacristianos, y que se mete al periodista en el
bolsillo después de un frugal almuerzo, al que Indro Montanelli llega pensando
que la democracia puede ser suspendida “si se mostrara incompatible con la
supervivencia del país”.
Indro Montanelli
se sentía verdaderamente fascinado por los líderes, en especial “carismáticos”,
y no lo ocultaba. En su perfil de Ortega y Gasset, una entrevista en la que el
español habla y el italiano subraya, comienza con una “explicación” de Salazar:
Hace unos días,
Ortega fue a ver a su amigo Salazar, de cuyo país es huésped y el cual lo
aprecia mucho.
Hablaron de
política, y, al llegar a cierto punto, Ortega dijo al dictador:
–Mire usted,
presidente: su éxito consiste en que, contrariamente a Mussolini, quien creía
que había de mandar ocho millones de bayonetas, usted sabe muy bien que sólo ha
de administrar a ocho millones de cadáveres.
Salazar rió,
divertido. Es un “duce” que viste de paisano y que ha llegado al poder desde
una cátedra universitaria, no quiere agradar a las “masas” y, por tanto, no se
preocupa de compartir sus zafias patrioterías.
“Montanelli”,
afirma Arcadi Espada en el prólogo, “es uno de los más importantes escritores
del siglo XX”. No lo creo, aunque, sin duda, Indro Montanelli retrató bien,
como él la vio y la vivió, una parte del siglo pasado.
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De LETRAS LIBRES, 07/2006
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