Avanza la hora.
El pánico al silencio. Refuto mi odio a la música con Pagliacci. Fragmentos de
Banville, Onfray, Donoso. Me detengo en Ayer de Agota Kristof:
"Uno no puede escribir su propia muerte". No puedo continuar. Miro a
mi alrededor. Paredes desnudas de historia. La ampolleta orbitada por mariposas
nocturnas. Migas sobre un mantel azul. Reparo en mi estar, en mi ordinariez, la
suma de una contemplación desprovista de orgullo. La soledad me persiguió a
todas partes como una sombra obcecada. Me levanto a preparar un té rojo. Romina
atraviesa la habitación con sus propios libros. Con su silencio inescrutable.
Con su soledad. Tiene los pezones erectos bajo su sweater salmón. El té resucita
mi excedente de vida. Abro a Joyce. Veo los ojos de Michael Furey aullando
compasión, las lágrimas a destiempo de Gretta, la vergüenza de Gabriel,
mientras sigue nevando en toda Irlanda.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 15/04/2016
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