LOS ÚLTIMOS días
no han sido buenos para el Presidente Morales. Su afición al fútbol le produjo
una “rotura significativa del ligamento de la rodilla izquierda”. Después
se enteró por la prensa de la inesperada demanda que Chile presentaba en la
CIJ.
Nuestro país
pasaba a la ofensiva y ganaba la libertad de acción rechazando la mañosa
interpretación en la cual Bolivia presenta al curso de agua como un bofedal
pretendiendo usar en su beneficio el 100% de sus aguas. El Silala es un río
internacional reconocido entre otros documentos en el Pacto de Tregua
de 1884, mapas desde el siglo XIX, el tratado de Paz y Amistad de 1904 y
concesiones otorgadas por Bolivia y Chile.
Más allá de los
objetivos de la demanda de Chile, ya analizadas por este medio, es oportuno
enfatizar en lo adecuado y oportuno de una acción como la emprendida. Debemos
respetar la investidura del Mandatario de un país vecino. Sin embargo, la
conducta del Presidente Morales ha tensionado el vínculo entre Chile y Bolivia, generando
barreras que nos alejan más de apostar a medidas que vayan más allá de una mera
relación formal.
La intransigencia
boliviana, su imposición de una solución única a su mediterraneidad
-visualizada por ellos como la exigencia a nuestro país de otorgar una salida
soberana en el lugar que Bolivia determine-, y el agresivo tono contra nuestras
autoridades del Presidente Morales, hacían necesario que Chile ponderadamente
estableciera un basta ya a ese actuar hostil. Más allá de las fundadas razones
jurídicas y técnicas, la demanda entrega una potente señal. Chile no
seguirá aceptando acciones como las que Bolivia hace ya tiempo viene adoptando
en su relación con nuestro país pasando a llevar buenas prácticas, el derecho
internacional y el respeto a tratados vigentes.
El actuar del
Presidente Morales desgraciadamente debemos relacionarlo con la precariedad de
su situación interna. El líder carismático que alcanzó el poder en 2005 se ha
transformado en un presidente que aspira mantenerse en el poder pese al sentir
de su pueblo, expresado en el triunfo del “no” en el referéndum constitucional
a su pretensión de gobernar hasta el 2025. Morales olvidó sus propias palabras
cuando declaró: “Si el pueblo dice no ¿qué podemos hacer? No vamos a hacer
golpe de Estado. Tenemos que irnos callados”. Sin embargo la campaña de obtener
1,2 millones de firmas que le permitan la realización de una nueva consulta
está lanzada. Su acción de carácter absolutista lo ha llevado a afectar la
libertad de prensa. Por propia declaración ha manifestado que el Estrado
controla entre el 80 y 90% de los medios. La corrupción es otra de sus
debilidades. La justicia ha establecido que 49 obras son fantasmas y que habría
US$ 6,8 millones de arcas públicas desviadas a cuentas privadas de sectores
afines al gobierno.
Una situación
como la someramente descrita refleja la debilidad de un gobierno y su líder.
Lamentablemente la vía de escape más fácil es levantar como causa nacional el
tema de presentar a Chile como el gran obstáculo para el desarrollo de Bolivia.
Ello no puede ser tolerado. De allí que la demanda en La Haya esté
revestida de un simbolismo y un mensaje. Se ha reflejado que nuestro país no
puede tolerar un actuar que vulnera principios del derecho y enrarece una
relación armónica como la que debiera existir entre países vecinos con un
destino por construir.
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De LATERCERA, 10/06/2016
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