En una suerte de
diario de rodaje de La Mort de Louis XIV [+] que Vicenç Altaió
publicó en un suplemento cultural catalán, el poeta y no-actor fetiche de Albert
Serra manifestaba la falta de caos, anarquía y espontaneidad que han
determinado las filmaciones de sus películas anteriores. Su cine, creado desde
las entrañas, cuyas tomas están subordinadas al juego entre el caprichoso azar
y el estado etílico de un reparto no profesional, es bien distinto al que
hallamos en La Mort de Louis XIV, donde comparten escena actores
que no actúan y no-actores que actúan. El sexto largometraje del director
español, presentado en proyección especial en el 69° Festival de Cannes, es una joya irrepetible en su
filmografía: una pieza de coleccionista que sortea toda analogía con sus
trabajos precedentes porque, tras pasar por el laboratorio de la sala de
montaje, Serra ha encontrado la armonía entre el refinamiento prudente de Capricci Films y el espíritu fiero e ingobernable
de Andergraun Films.
En La
Mort de Louis XIV el descaro, la rebeldía y el cinismo sobresalen como
en el resto de su obra, pero, aquí, su presencia es más conceptual que
metodológica. La nueva propuesta del autor de Història de la meva
mort [+] resulta
tan despiadada como parece: Serra nos obliga a asistir al ocaso del cuerpo del
individuo más poderoso de la Francia del siglo XVII, encerrándonos en la
estancia del enfermo durante todo el metraje. El film exhibe el fallecimiento
de Luis XIV cual espectáculo voyeur para los miembros de la
corte, quienes se limitan a observar, petrificados, haciendo de la tragedia un
macabro divertimento. El monarca absolutista o máximo representante del poder y
la opulencia terrenal –encarnado por un estelar Jean-Pierre Léaud–
combate aquella batalla que ningún mortal ha vencido: la muerte.
Tras desmitificar
‘El Quijote’ en Honor de cavalleria [+], la Biblia en El cant dels ocells y el espíritu ilustrado del Siglo de
las Luces con Giacomo Casanova en Història de la meva mort, su
nueva víctima ha sido otra figura venerada, dispuesta a perder su aura frente a
la cámara. Serra construye el retrato iconoclasta de este rey entre reyes a
partir del tomo de las memorias de Saint Simon que detalla la muerte del Rey
Sol –patética y fácilmente evitable– a causa de una negligencia médica. Pues,
según narra el biógrafo, después de ser diagnosticado de gangrena en su pierna,
el doctor Fagon (Patrick d’Assumçao) no quiso amputarle el
miembro.
El cineasta
especialista en acercarnos horizontes inabarcables con sus memorables planos
abiertos, que resolvió el rodaje de interiores de Història de la meva
mort con maestría, sitúa el réquiem de Luis XIV en un único espacio
cerrado. Serra transforma la habitación que jamás abandonará el monarca en un
cuadro de Rembrandt de dos horas, donde domina el claroscuro y una
claustrofobia visual –o más bien, física–, poco explorada en su cine, a
excepción de las asfixiantes escenas de su proyecto audiovisual La
Singularitat en que la cámara mimetizaba la oscura maldad de los
personajes al filmarlos con la mirada vampírica de estos.
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De SEPHATRAD
(blog de Isac Nunes), 22/05/2016
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