MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
I.- Carta
manuscrita y autógrafa del general de División
Baptiste-Pierre-François-Jean-Gaspard BIsson, Conde del Imperio, Gran Oficial
de la Legión de Honor, Caballero de la Corona de Hierro y Comandante de Navarra
durante la francesada 1808-1809, ordenándole al obispo de Pamplona que se
trasladara a Madrid para prestarle juramento de fidelidad a José I Bonaparte...
el obispo, según el borrador de la carta que poseo (decían los bibliófilos
rancios galleando), elude el viaje contestándole que, como está lejos, le ha
llegado tarde el correo y no ha podido ir... Bisson era famoso porque se bebía
ocho botellas de vino en cada comida y parecía que solo había trasegado una. De
lo que hizo en Navarra no tengo ni idea, ni voy a perder un minuto en
averiguarlo. Lo siento, no soy historiador... y le he perdido mucha afición a
la historia de la tierra en la que nací. Quise donar esta
correspondencia al Archivo Municipal de Pamplona hace muchos años, cuando
compré ese y otros documentos (del general Thouvernot comandante de Guipúzcoa)
en un chamarilero, pero no les interesó. Pensé donarlo luego al Real y General
de Navarra, pero en el año 2012, cuando estuve investigando en los papeles de
la Junta Central de Guerra Carlista, se me quitaron las ganas para siempre. En
cuanto pueda los venderé. ¿Para qué los compré? Pues por el gusto de la caza
primero y de poseerlos luego (y exhibirlos en ocasiones), es decir, codicia,
vanidad, manía, algo que, hoy, cuarenta años después, me resulta risible, solo
bueno para un episodio estrepitoso de algún guiñol burlesco de los que me
traigo entre manos, un Auto de Fe, en la línea de Canetti, pero más
demente, mucho más... "¡Fuego, fuego!, fuego al chaparral!", gritaba
mi loquico en Perorata del insensato.
II.- Vender la
propia biblioteca era el último recurso de algunas personas que se venían abajo
en el fragor de las ruinas y los negocios cerrados de estos años, antes de
enterarse de que las bibliotecas formadas durante años de entusiasmo no valen
nada o, como mucho, menos de lo que parece. Si te pagan es a 0,20 euros la
pieza... como mucho, o tienes que dar las gracias porque se los lleven. Muy
buenos tienen que ser para que te den algo. Cuando no está descomponiéndose el
papel... He visto desbaratarse varias bibliotecas, buenas y colosales. Las
bibliotecas públicas o universitarias tienen trastiendas que no se muestran. En
ciertos casos es imposible realizar una donación, no te la admiten, en otros
sencillamente no los quieren. Y ya cuando a los gitanos que acuden
a la Papelera con el derribo de una librería legendaria no les cogen los
libros ni para pasta de papel porque tienen excedente, es para preguntarse qué
ha pasado aquí. Me pregunto por el poema "La petite auto", de
Apollinaire, y por el difuso momento en el que a empujones entramos en una
época nueva.
III.- Hay libros
que no vendería, no porque tengan un valor tan alto como irrealizable, sino
porque están unidos a episodios de mi vida, como la Opera de Mengs, publicada
por Nicolas de Azara (Roma 1787) que me dieron a cambio de un gin-tonic bien
tirado en el Dena-Ona. No puedo vender la historia, que es lo único que para
mí tiene interés, con el suicidio del librero incluido, y así con otros
libros y con muchos objetos de la cacharrería: "Ciertos espíritus que aman
el misterio quieren creer que los objetos conservan algo de los ojos que los
miran..." (Proust en Le temps retrouvé). No sé, mucho decir es
eso. Tiradores de la memoria los llamaba Castilla del Pino.
IV.- Carlos
Castilla del Pino confesaba sin reparos su inquietud con respecto al destino de
sus colecciones una vez que él desapareciera. Lo cuenta en sus memorias. Pocos
lo hacen, aunque muchos la padezcan y callen, o la envuelvan en baladronadas de
matasiete.
V.- Mientras
repaso las páginas del tiempo perdido (retrouvé), pasa un coche con altavoces
electorales a todo volumen: no he entendido un carajo de lo que decían, y me
temo que esa va a ser la música de fondo de estos días de trile y desplantes de
majos y tramposos. Una cosa es el mundo en el que me gustaría vivir y otra este
en el que vivo.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 12/06/2016
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