De principio, te
detesté como hábitat, puebla de las arañas. Aventuras frustradas, aire
enrarecido, nudo en la garganta. Promesas dudosas, claustro familiarmente
impuesto, educación obligatoria. Cordón montañoso sustituyendo el amado paisaje
marino. Lo justo para una mínima civilidad. Plaza de armas, municipio, tiendas
comerciales de árabes. Zapatero, sastre, modista y afilador de cuchillos. Tres
panaderías y dos amasanderías. Supermercado único y apretujado (aceite
comestible por litros, en tambores y recipientes). Carnicerías, rotiserías,
botillerías y verdulerías familiares. Bares y cantinas para arrieros y gauchos
en cada cuadra. Salitas de cines –Plaza, Nacional y Palermo- para estrenos
desfasados en el tiempo. Bosta de caballo de victorias aplastada por peatones y
arrastrada por vehículos hacia las viñas de Pirque. Grasa de pollo rostizado a
la redonda. Radio de amplitud modulada (Cordillera) y semanario de noticias
feudales (Puente Alto al día). Durante los veranos, piscina para los socios. Si
no, a conformarse con arroyos detrás de las zarzamoras o el propio río.
Fábricas de humareda y celulosa dando empleo a jefes de familia. Tierras
fértiles de los alrededores, de único dueño, caballo, chupalla y escopeta.
Estación abandonada en el centro cívico que, alguna vez, su vía férrea te sacó
del aislamiento. Más allá, otra estación operada por militares internando un
buscarril en las montañas del Cajón del Maipo.
Según le entendí
a mis padres, dentro de ti debía vivir. Lo hice a mi pinta. Coleccioné juegos,
edifiqué fantasías, doblé enseñanzas, almacené olores, disgregué colores, regué
de pipí malezas, malcrié hermanitas, pastoreé amigos, cultive temores, soñé princesas
y contemplé, a la distancia, la mujer del prójimo. Pensamiento, única arma útil
después de tanto barrio, transpiración, costras y cicatrices. Mientras tanto,
mi madre y decenas de señoras despejaban con la escoba las hojas secas de la
entrada para el libre tránsito de Pedro, Juan y Diego.
Con los años de
ausencia, en cada regreso, me descubro la respiración entrecortada. Es la
emoción de irte coleccionando, cual antigüedad desvalorada, a precio de ganga.
Campanadas de Las Mercedes y su jardín generoso y enrejado. Tiras espantamoscas
de la carnicería de José Luis Coo. Recitales de imitadores de Led Zeppelin,
competencias de boxeo amateur y Básquetbol Dimayor con Vibram en el Gimnasio
Municipal. Iberia, Luis Matte Larraín, Juventudes Puente Alto en los estadios
Municipal, "La Bombonera" y el Papelero. Rumor infantil tras el muro
de adobe de un colegio en Clavero. Tortillas de rescoldo coreadas con poncho y
chupalla por Santa Elena. Pescado ahumando venteado con hojas de diario en
cualquier vereda. Intercambio de revista en un rinconcito de la feria libre. La
Campana y La Yunta con tinto bigoteao. El Rancho Chileno con chicha dulce y
espesa. La Tercera con parrilladas de chunchul, prietas y ubre. Savoy con
arrollado picante ofertado en la vitrina junto a ramas de perejil. El Sauce con
bailoteo hasta el toque de queda. La Chilenita con aroma a pan y dulces
horneados difuminándose por Balmaceda. Churros rellenos y papa fritas
callejeros. Casonas de amigos de entrada pequeña, patio grande, galerías y
barrabasadas de Tocornal Grez y Santa Josefina. Pavimento saltarín de
Eyzaguirre hacia Bajos de Mena, La Pintana y San Bernardo. Cordillera
omnipresente y espolvoreada -o seca, según el año. Pequeño mirador de las aguas
chocolateadas del canal San Carlos (hoy clausurado pero aún notorio). Puente
colonial y bodegas de la viña El Castellón. Todo lo que te vaya quedando de
entonces, Puente Alto -popular, estigmatizado, peligroso, cuma, antiquísimo,
arañado, entumido o caluroso, lodoso o seco, comunacho o fascistón, precordillerano,
enclaustrado, venido a menos, vital-, será para mí ganancia pura. Nadie te
arrebatará.
Imagen: http://elmostrador2015.mzzo.com/media/2014/04/Llano-del-Maipo.jpg
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De EVOLUCIÓN DE
LA ESPECIE (blog del autor)
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