I.- Últimos días
de este paisaje de los que debería escribir porque no puedo negar que estén
siendo intensos y a la vez una pereza cada vez más invencible a la hora de
hacerlo y no solo de eso: ¿para qué? A cierta edad no creo que haya escritor
que no se haga esa pregunta. Por el momento respondo poniendo una palabra
detrás de otra. A ver lo que dura, mañana ya veremos. Se me hace cuesta arriba
hasta la escritura del diario, desde hace años tan acuciosa y absorbente.
Ahora, desde que hace unos meses decidí no publicar el del año 2015, Rumbo
a no sé dónde, la desgana y la sucesión de los días y sus afanes ganan la
partida y las anotaciones se espacian o quedan en mero balbuceo, y no pasa
nada, no es tan terrible: síndrome de Diógenes con los jirones de tu propia
vida.
II.- San Juan de
Luz, escenario de una novela primeriza, pero hoy es una referencia vital que se
acaba. Los días dichosos han sido más abundantes que los sombríos, pero al
margen de la familia, qué poca gente va a quedar unida a esta ciudad. Habrá
vuelta del gitano, pero por el momento solo trato de convencerme de que nada se
me ha perdido aquí y lo consigo apenas: me gusta lo que recuerdo y de paso
decoro, y poco lo que veo y a la fuerza vivo, pero esto es tan común a tantos
paisajes y tan fútil que da hasta risa escribirlo.
III.- No puedes
desentenderte de los rifirrafes electorales por mucho que te repugnen unos y
otros, más otros que unos, pero poco más. A cierta edad, eres egoísta como solo
puede serlo un náufrago y piensas en tu presente y en lo que solo sin reparar
de verdad en lo que dices, puedes llamar tu futuro. Lo demás es una historia
que va contigo de manera relativa en la medida en la que nada concreto esperas.
Las generalidades de bienestar social tan esquilmado ya, son ideas, intenciones
programáticas... a qué mostrarte optimista, si te temes lo peor de ese futuro
que se te viene encima. No se trata de insolidaridad, sino de temor por la
propia piel... el que no tiene quien va a conseguir vivir de los afanes de la
cosa pública.
IV.- Te preguntas
si para escribir de la vida cotidiana de Roland Barthes en su meses veraniegos
en el País Vasco [Jean Esponde, Roland Barthes, un été (Urt 1978)]
hace falta demostrar que se maneja esa pedantería académica tan francesa que
convierte los textos en ilegibles por crípticos, pura jerga en ocasiones, y en
consecuencia en prescindibles.
V.- Leído ayer en
uno de los mejores ensayos que conozco sobre Céline (porque no le da vueltas a
lo trillado), el de Philippe Murray: el antisemitismo es una enfermedad que acaba
alojándose en el cuerpo de un partido político.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 10/06/2016
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